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sábado, 1 de febrero de 2014

La paciencia de la araña, de Andrea Camilleri

Está empeñado Camilleri en hacernos creer que su comisario Montalbano ya no está para muchos trotes, que su lucidez y su pericia para resolver los casos van perdiendo fuelle y que su salud, aquí sí me lo creo, está un poco tocada desde que en el anterior caso (véase Un giro decisivo) hiciera un sobreesfuerzo físico que casi le cuesta la vida. Evidentemente no es un atleta, y tal vez su corazón no resista grandes emociones, pero no, no me engaña Camilleri: a pesar de todo, Montalbano es una vez más la luz en la oscuridad, la demostración de que su inteligencia, su capacidad de observación y deducción siguen innatas para deleite nuestro.
En La paciencia de la araña (2004), la octava entrega de la serie Montalbano, un convaleciente comisario recibe el encargo de ayudar al dottore Minutolo en la investigación para resolver el secuestro de una chica de la localidad siciliana de Vigàta, lugar en el que siempre se producen los casos que Montalbano acaba resolviendo. Y digo ayudar porque el comisario no se ha incorporado oficialmente a la comisaría pero como si lo hubiera hecho: los habituales Catarella, Augello, Gallo o Fazio están a sus órdenes para lo que el comisario disponga. Hasta el incorregible Catarella, que sigue sin coger bien el teléfono, cumple con su pequeña misión.
Para Montalbano no va a ser un caso normal puesto que al estrés de la propia investigación se une la presencia de Livia, su compañera, en su casa de Marinella, y las discusiones (y reconciliaciones) son habituales a lo largo de la novela, hasta el punto que el comisario acabará sintiéndose ¡aliviado! cuando Livia vuelva a Génova. Hasta tiene poco tiempo para sus habituales degustaciones en la trattoria de Enzo, pero una incursión, a pesar de que se supone que está a dieta, no podía faltar.
La investigación lleva a Montalbano a ese punto en el que consigue ver más allá de lo que los demás ven, como un Maigret o un Poirot (una chica admiradora de Montalbano le suelta: “usted… es mucho mejor que Maigret, que Poirot,…”), y llevar al lector por el buen camino.
Es una novela negra pero con pocos tintes negruzcos, está ausente lo truculento pero nunca faltará una pizca de crítica política (“El muy honorable abogado Gianfranco Petrotto, el actual subsecretario de Interior, condenado una vez por corrupción y otra por prevaricación, y acusado de un delito prescrito. Ex comunista, ex socialista, y ahora elegido triunfalmente por el partido de la mayoría”), humor (siempre aportado por Catarella: “Dottori? Hay al tilífuno uno que dice que es la luna. Y yo, creyendo que era una broma, le he contestado que yo era el sol. Se ha cabreado.”) y malhumor (este lo aporta el propio Montalbano, que está harto que lo traten como un viejo).
Me gusta Montalbano porque hace sencillo lo complicado, no es un comisario de los de usar tecnología, solo abusa del teléfono, está chapado a la antigua si por ello entendemos entrevistar a los implicados, conocer el terreno y no dar nunca nada por sentado. Así se lo explica a un despierto joven que apunta maneras de policía, el novio de la chica desaparecida: “Si lo piensas bien, los detalles que nos parecen esenciales pierden más el perfil y se desenfocan cuanto más los examinamos”, “el verdadero problema no es el cómo sino el porqué”.

Y cuando Montalbano descubra el porqué del secuestro, solucionará el caso y volverá a sentirse en forma.

domingo, 24 de marzo de 2013

Un giro decisivo, de Andrea Camilleri

Séptima novela de la serie Montalbano, si dejamos aparte los libros de relatos sobre el comisario publicados entremedias, Un giro decisivo (2003), de Andrea Camilleri (Porto Empedocle, 1925), constituye, casi como el propio título nos hace pensar, un punto de inflexión en la singular carrera de este encantador comisario siciliano, que trabaja en el imaginario pueblo de Vigàta.
Salvo Montalbano está pasando un mal momento, en lo profesional ha perdido, o cree haber perdido, las ganas de seguir persiguiendo delincuentes, le asquea el trato que la policía dio a los manifestantes de Génova cuando la reunión del G8, le repugnan las noticias en las que la policía ha sido descubierta manipulando pruebas, y sobre todo, está cansado de la deriva política de Italia, con un gobierno de derechas, más preocupado por salvaguardar "la civilización cristiana" del terrible drama de la inmigración ilegal que arriba a las costas de Sicilia y Lampedusa casi cada noche. A todo esto se une un cansancio físico y mental que achaca a la edad y que le hace temer la pronta llegada de la vejez. Por tanto ha decidido presentar su dimisión.
Sin embargo, un muerto se topa literalmente con él en la playa para ponerlo de nuevo a trabajar, y aplazar temporalmente su renuncia. Pero este muerto está irreconocible y no se tienen muchos datos de él, salvo que ha tenido una muerte violenta. 
Otra muerte paralela, y convergente al final, la de un niño inmigrante, golpeará duramente el ánimo de Montalbano, tomándose el caso como un asunto tan personal que casi le va a costar la vida. Su sentimiento de culpabilidad será un resorte para que de nuevo vuelva a sentirse especialmente lúcido en sus pesquisas.
Camilleri afronta de manera directa un problema que en 2003 tenía Italia, España y toda la Europa mediterránea, la llegada masiva de inmigrantes en pateras en busca de una vida mejor. Y lo hace denunciando el lucrativo negocio de los "negreros" o traficantes de inmigrantes, y en especial, de niños, valorados en Europa por el tráfico de órganos. 
Sin embargo, a pesar de la crudeza del tema, siempre nos reserva esos momentos impagables de humor (en el que siempre está metido el bueno de Catarella -"ha tilifoniado Poncio Pilato"-, más ágil que en otras ocasiones para mosqueo de Montalbano) y de buena cocina (a pesar de que el templo de la buena comida, la trattoria San Calogero, ha cerrado para desgracia del comisario; sin embargo pronto encontrará una nueva "Itaca" donde degustar esos espaguettis con tinta de jibia).
Y esto me llevó el otro día a comparar la novela negra "mediterránea" de la "nórdica", y aun a riesgo de cometer el error de simplificar y asignar clichés, pensé que mientras que la novela negra "mediterránea" (Vázquez Montalbán, Andrea Camilleri, Petros Markaris) siempre resulta irónica y mordaz, y con sus pausas para disfrutar de los placeres de la vida; la novela negra "nórdica" resulta fría (como no podía ser de otra manera), truculenta en los detalles, con poco humor y poca imaginación en lo culinario (aún recuerdo los cientos de sandwiches que se comió el protagonista en la trilogía de Larsson, parecía no comer otra cosa). 
Sé que toda generalización acarrea injusticia y que podríais demostrarme con muchos ejemplos lo equivocado que estoy, pero es evidente que hay dos concepciones muy distintas en Europa de afrontar la novela negra, que no son ni peor ni mejor, y a cada lector le corresponde elegir la que más le guste.
Yo puedo decir que he degustado una novela negra de gourmet.

martes, 26 de julio de 2011

El olor de la noche, de Andrea Camilleri

Fiel a mi cita con Andrea Camilleri, os comento brevemente El olor de la noche (2001), una novela negra corta, la sexta entrega de la serie protagonizada por el comisario siciliano Salvo Montalbano, pero de un ritmo trepidante, como ya nos tiene acostumbrados. Esta vez, nuestro comisario se embarca en un caso por "accidente", ya que debe investigar la desaparición de un financiero y su ayudante, que han cometido una estafa de tipo piramidal. Vaya, en 2001 Camilleri hablando de pufos financieros... No es que los asuntos económicos agraden especialmente al comisario, pero el caso acabará por absorberlo aunque solo sea porque la estafa salpica a medio Vigàta, el pueblo donde vive.
Por supuesto, no pueden faltar en esta historia los inconmensurables secundarios: Catarella, presente "en persona personalmente"; Mimí Augello, que está a punto de casarse pero que no lo ve nada claro; Livia, la novia ausente de Montalbano; Fazio, el disciplinado y eficiente ayudante del comisario; la mafia, que no está en esta novela aunque unos policías obsesionados quieran verla en todos los delitos.
Para Montalbano, que la gente pique e invierta en estas estafas financieras en busca de réditos fáciles, se debe a la televisión: "No hay telediario que no te bombardee con la Bolsa, el Nasdaq, el Dow Jones, el Mibtel, la Pollatel... La gente se impresiona, no entiende ni torta, sabe que se corren riesgos pero que se puede ganar...".
Lo cierto es que este caso le pilla a Montalbano algo confuso, que si cree que ya es demasiado viejo para este trabajo, que si Augello tiene una "especial" relación de amistad con Livia, para agravar los celos del comisario, que si el jersey que Livia le había regalado ha encogido en la lavadora y ella no debe enterarse...
Y por supuesto, entre acto y acto, su relación de amor con la buena comida italiana, ay, esos pirciati picantes... Me entraron ganas de comerlos. Y Sicilia, y cómo se hacen las cosas en el sur de Italia, ya sea para arreglar una carretera ("El Ayuntamiento dice que el bache lo tiene que arreglar la provincia; la provincia dice que la región; la región, que la Dirección de Carreteras, y a ustedes entretanto que les den por culo"), o para conseguir una información ("Y tengo que darle las gracias a un amigo mío de la policía del aeropuerto que tiene un amigo que es novio de una chica que trabaja en el mostrador de billetes de Punta Raisi." "El sistema italiano para agilizar la burocracia. Por suerte, siempre hay alguien que conoce a alguien que conoce a un tercero", ¿les suena?). Pero si Sicilia o Italia no fueran así, perderían su encanto.
Al final, el sorprendente caso se resolverá porque Montalbano tiene un don especial, entiende a las personas y sus debilidades.

jueves, 31 de marzo de 2011

La excursión a Tindari, de Andrea Camilleri


Andrea Camilleri se ha convertido con los años en uno de los responsables de que la novela negra goce actualmente de tan buena salud. Ya se sabe, hemos pasado del imperio de la novela histórica al reinado de la novela negra.
Quinta entrega de la serie del comisario siciliano Salvo Montalbano, "La excursión a Tindari" (2000) se lee con deleite y se disfruta de la primera a la última página. Montalbano debe resolver un asesinato y una doble desaparición que parecen no tener relación, aunque evidentemente nada es lo que parece. Como protagonista habitual, la mafia, capaz de helar la sangre del mismísimo Montalbano.
Camilleri plantea dos historias sencillas, que podrían darse en cualquier pueblo de cualquier lugar del mundo, y que vienen a reflejar las mismas miserias humanas (la corrupción, el dinero, la traición, etc.).
Todo esto aderezado por supuesto con el fino humor que caracteriza a todas las novelas, y es que Catarella es un personaje insustituible. A la vez que intenta resolver los casos, descubrimos las maniobras de Montalbano para evitar que su subordinado Mimí Augello acabe pidiendo el traslado, y es que el comisario está ya algo cansado y querría retirarse dejando en la comisaría de Vigata una estructura consolidada. Tampoco falta el toque gastronómico, esa trattoria San Calogero, o esos platos que Adelina deja en la nevera de Montalbano y que éste devora con fruición.
Por cierto, Montalbano es un comisario chapado a la antigua, eso de la tecnología se lo deja a otros (incluso a Catarella). Es un comisario de los de siempre, que resuelve los casos a golpe de teléfono.
No falta un dardo de Camilleri a los que infravaloran la novela negra:
"Cuando te jubiles, podrías dedicarte a escribir novelas [dice Mimí].
- Escribiría novelas de misterio, con toda seguridad. Y no merece la pena. [contesta Montalbano]
- ¿Por qué lo dices?
- Ciertos críticos y catedráticos, o aspirantes a serlo, consideran las novelas de misterio un género menor hasta el punto de que en las historias de la literatura ni siquiera se las menciona".

Lo dicho, leer a Camilleri continúa siendo una delicia.

miércoles, 2 de junio de 2010

El color del sol, d'Andrea Camilleri


Escriure sobre Camilleri i no repetir el que altres ja han dit o bé comentar el mateix que s’ha publicat en entrades anteriors sobre aquest autor al nostre bloc és difícil. Aquest llibre, curt i de temàtica diversa als coneguts de l’autor sicilià, és un relat breu que no arriba a les cent vint-i-cinc pàgines i que es llegeix d’una vegada. Camilleri ha volgut en aquest llibre donar-nos una visió diferent del gran mestre de la pintura barroca Caravaggio.

A El color del sol, el més curiós és que Camilleri conta la història en primera persona. Ell que actualment viu a Roma es desplaça a Sicília per a veure una obra de teatre i visitar alguns llocs de l’illa. Un cop allí, comença a produir-se una estranya situació en la que s’acaba per trobar immers. La història seria la següent: l’autor arriba a l’illa, s’allotja a un hotel, un periodista li fa una entrevista per a un diari, va al teatre, allí un personatge curiós li passarà una nota, es posa en contacte amb la persona de la nota (sense saber de què es tracta accepta les condicions d’un joc que no sap cap a on el durà), realitza tour d’amagat per l’illa en companyia d’un xofer que no l’explica res, arriba a una casa aïllada i allí finalment descobrirà el perquè de tant secretisme. Aquest relat va acompanyat de la sensació d’estar llegint una novel·la del comissari Montalbano, però amb un protagonista diferent, i on la màfia no deixa d’estar present encara que de manera subtil. La trama, aquí, gira al voltant d’un suposat manuscrit de Caravaggio que ha restat ocult durant més de quatre segles i on el propi pintor narra la seua història per terres malteses i sicilianes, en fugida constant i creació artística inclosa. A més, el curiós del cas és que, els fragments suposadament escrits per Michelangelo Merisi Caravaggio són transcrits quasi literalment per Camilleri.

La història de Caravaggio, genial pintor del segle XVI i introductor de la pintura tenebrista, va tenir una vida curta, intensa i plena d’incidents dramàtics. Entre aquests està la mort d’un home (per una baralla durant un joc de pilota), que el va fer fugir de Roma i traslladar-se a Nàpols, d’aquí a Malta i després a Sicília per a tornar de nou a la capital campana. Les obres que va deixar són totes magistrals i d’una bellesa estremidora, però la seua vida privada contrasta especialment amb l’artística. Pel que sembla va viure quasi sempre en els llocs més pobres, entre mercenaris, prostitutes i matons. Segons el suposat manuscrit que ens presenta Camilleri, Caravaggio fuig constantment del poder papal i de l’ordre dels cavallers de Malta. Troba refugi en casa de gent adinerada o en convents, durant breu temps, en el qual es dedica a crear les seues magnifiques pintures, però sempre amb la incertesa i l’angoixa com a companya de viatge. El mateix pintor ho diu. Les seues reflexions ens demostren la seua genialitat i alhora les seues contradiccions. Sembla que vaja a tornar-se boig per moments i afirma veure negre el color del sol. Aquest és motiu de comentaris amb gent del seu voltant i de pensaments reiteratius en la seua ment. Una possible i suposada nova visió del pintor.

Com a les seues novel·les negres, Camilleri ens mostra la seua passió per la cuina i sobretot els misteris que poden arribar a envoltar una obra d’art, o la vida d’un artista genial com ho va ser Caravaggio. L’any 2006 a Düsseldorf es va realitzar una exposició monogràfica del pintor, per a la qual se li va encarregar a Camilleri que escrigués un breu text sobre l’artista. En aquell moment es va publicar la història però no de manera íntegra, l’any 2007 l’autor sicilià publicà el text complet en un llibre que no ens ha arribat traduït fins a l’any passat. Una bona lectura i entretinguda amb la qual passar una bona vesprada.

domingo, 28 de febrero de 2010

La voz del violín, de Andrea Camilleri


Andrea Camilleri es un refugio de buena literatura al que hay que acudir de vez en cuando. Reconforta su forma de escribir, por cuanto la novela negra se convierte también en una novela costumbrista, porque narrar las costumbres de la vida en Sicilia ya tiene miga.
En esta cuarta entrega del comisario Montalbano (escrita en 1997), excelente en todo, Camilleri fustiga a la burguesía (capaz de todo por dinero), a la mafia (el personaje que siempre está en sus novelas pero no tiene nombre, el cáncer de Italia), a la justicia (pagada de sí misma), a la policía (que malfunciona gracias a personas todavía íntegras como Montalbano), a los periodistas, etc.
El asesinato de una joven en un chalet a las afueras de Vigàta es descubierto por Montalbano de forma casual. Enseguida el caso adquiere una especial relevancia. Montalbano hilará fino para encontrar al culpable y los motivos, como siempre tan mundanos, para acabar con la vida de Michela Licalzi.
Pero lo mejor de la novela siguen siendo esos ingredientes que Camilleri siempre utiliza para que sus "platos" sean tan exquisitos: mucho humor (representado en la figura del "tonto", con perdón, Catarella, que es enviado a un curso de informática y encima es el primero de la clase; "¿habrá futuro para la humanidad?", se pregunta Montalbano), la importancia de los detalles que no parecen importantes, la capacidad de análisis de Montalbano en el alma humana (a lo Miss Marple), el lenguaje directo y a veces "grosero" pero siempre natural del comisario, el amor por la comida disfrutada con calma ("Había que comerlo bajo aquel sol, sin pensar en nada, disfrutando únicamente del hecho de sentirse en armonía con el cuerpo, con la tierra y con el olor de la hierba", habla sencillamente de una rebanada de pan con aceite de oliva, sal, pimienta negra y queso de oveja, no de complicadísimos platos deconstruidos).
Me quedo con algo que en las anteriores reseñas nunca comentaba pero que en esta novela se acrecienta: el ritmo, eso que hace que las novelas sean tediosas y aburridas o interesantísimas. El ritmo en Camilleri es siempre vertiginoso, aunque a veces aminore la marcha para comer o descansar (Larsson no hace nada de eso). Ese ritmo tan trepidante se consigue simplemente encadenando llamadas telefónicas en las que interviene Montalbano (qué italiano, ¿no?).
Eso sí, si quieres disfrutar de las novelas de Camilleri, aunque se presentan casos independientes, es recomendable empezar por el principio, no podía ser de otra forma, por aquello de que Montalbano también tiene una vida privada que evoluciona. Disfrútenla.

jueves, 20 de agosto de 2009

El ladrón de meriendas, de Andrea Camilleri


Tercera entrega de la magistral serie del comisario Montalbano, que se desarrolla en un imaginario pueblo de Sicilia, Vigàta, pero refleja todos los tópicos de la vida en una pequeña ciudad italiana del sur. Camilleri construye un argumento muy sencillo, el asesinato de un señor mayor en un ascensor, junto a la muerte de un tunecino en un barco pesquero. Dos sucesos aparentemente independientes pero con una conexión, una tunecina llamada Karima que ha desaparecido. Montalbano se hace cargo de la investigación, además del hijo de la tunecina, con el que se encariña su novia Livia.

De nuevo, Camilleri usa los ingredientes perfectos para crear una trama que se lee con avidez, un lenguaje llano que no escatima en insultos ("no me toques los cojones, Cataré"), un ritmo que alterna lo ágil y lo pausado (las pausas normalmente relacionadas con el disfrute por parte de Montalbano de una buena comida en una buena trattoria), mucho humor e ironía (el inútil Catarella es insuperable dando los recados de las llamadas telefónicas; los celos de Montalbano hacia Augello me han provocado alguna que otra carcajada) y un reflejo de la realidad siciliana con mucha naturalidad ("hoy es todo normal, robos con el procedimiento del tirón y algunos tiroteos"). Los asesinatos en Sicilia no requieren de un análisis psicológico sesudo del asesino (esto no es la Europa nórdica), aquí se mata por venganza, celos o cosas más triviales.

Camilleri construye un mundo creíble y real, donde las miserias humanas están a la orden del día: la inmigración norteafricana en Italia es la de los pobres que buscan una vida mejor. Camilleri no podría imaginar, aunque seguro que lo intuía, que en la Italia actual, unos años después de su novela, los inmigrantes ilegales ya son considerados delincuentes.

La relación de Montalbano con Livia entra en una nueva fase, para Livia ya no es suficiente con verse de vez en cuando, quiere un compromiso y tener hijos. La vida personal de Montalbano empieza a transcurrir por un nuevo rumbo que asusta al comisario. Hay cosas que no cambian, siempre se las ingenia para no ser ascendido a jefe superior y seguir trabajando al pie del cañón, y yo que me alegro.

Camilleri ha tomado el testigo de su gran amigo Montalbán con su Carvalho, y lo ha hecho con éxito. Ha creado un comisario entrañable a la vez que inteligente y perspicaz, alguien que sabe de las debilidades humanas porque es tan normal como cualquier persona, y además es siciliano.

miércoles, 4 de febrero de 2009

El perro de Terracota, de Andrea Camilleri

Animado por el buen sabor de boca que me dejó la primera entrega del comisario Montalbano, decidí leer el segundo volumen de la saga, El perro de terracota. Tengo que decir que Camilleri vuelve a engancharme desde la primera página a través de diversas tramas que se van entrelazando a lo largo de la novela (un robo absurdo en un supermercado, un asesinato cometido durante la Segunda Guerra Mudial). Armado como siempre de su natural perspicacia para los casos complejos Montalbano va tirando poco a poco del hilo hasta que nos lleva a un final sorprendente. Porque los casos en los que trabaja el comisario tienen una presentación, un nudo y un desenlace, se resuelve la trama como si de Agatha Christie se tratara pero sin reunir a los sospechosos en una sala, vamos. Algunos personajes que rodean a Montalbano comienzan a tener más presencia de la que tenían en la primera novela, como su novia Livia o los miembros de la comisaría de Vigata, y por supuesto siempre está la mafia (cuya presencia testimonial aunque con trágicas consecuencias sirve para encaminar la historia por donde a Camilleri le interesa).
Montalbano cae bien porque es un comisario tranquilo que pocas veces recurre a su pistola o a sus puños (no es un Philip Marlowe), salvo cuando es necesario, vive la vida de forma pausada, come bien, duerme eso sí poco y piensa mucho, un detective en el que se puede confiar.
Espero que los libros siguientes de la saga sigan siendo tan interesantes como los dos primeros.

martes, 20 de enero de 2009

La forma del agua, de Andrea Camilleri

Hace un tiempo cayó en las manos de mi pareja un libro de este autor italiano titulado Un mese con Montalbano, leido en su idioma original, un italiano plagado de palabras sicilianas incomprensibles incluso para ella. Le gustó muchísimo y me lo recomendó ya que suelo leer bastante novela negra o de misterio (aunque reconozco que no soy un gran entendido). Ella se ha ido comprando varios libros más del autor y así ha podido comenzar la saga dedicada al comisario Salvo Montalbano, ambientada en la Sicilia actual.
Yo le sigo sus pasos y para comenzar el año 2009 elegí el primer libro de la saga, La forma del agua. Andrea Camilleri es un escritor siciliano nacido en 1925 que crea al personaje de Salvo Montalbano en 1994, es decir, ya con 69 años. El apellido del protagonista de sus novelas es un claro homejane a Manuel Vázquez Montalbán, a quien le unía una estrecha amistad.
La forma del agua se publica en 1994, por lo que es una saga de éxito editorial ya en los años 90. Llego un poco tarde pero a tiempo para engancharme, porque sólo tengo alabanzas para este su primer libro. El libro, en bolsillo son 219 páginas muy amenas, se lee con mucha facilidad puesto que Camilleri hace uso de un lenguaje llano, popular y ágil en el que no tienes la sensación nunca de que sobra una palabra o una frase, está tal cual como hablarían los sicilianos. El comisario Montalbano es un cuarentón que vive solo (su novia vive en el norte de Italia), en una casa a orillas del mar, le encanta la cocina aunque debo reconocer que Camilleri no se recrea tanto en la descripción de los platos como Vázquez Montalbán con su Pepe Carvalho. Su inteligencia y su olfato le permiten resolver el caso del asesinato de un político importante.
Camilleri sitúa la acción en un pueblo imaginario llamado Vigata en el que sus habitantes se convierten en personajes de la trama. Porque hay que decirlo, hay unos personajes bien definidos, una trama muy interesante y un final esclarecedor, como debería tener toda buena novela negra. Por cierto, la mafia está ahí, como no podía ser de otra manera en Sicilia, pero para Montalbano y para los habitantes de Vigata no es más que una característica más de la cultura siciliana, como lo es la corrupción policial y de los políticos.
Es por tanto una novela muy recomendable porque se lee de una sentada y la calidad es muy buena. A disfrutarla.