viernes, 26 de diciembre de 2014

Palestina: en la Franja de Gaza, de Joe Sacco

Joe Sacco es un reconocido periodista y dibujante de cómics nacido en Malta (1960), aunque residente en los Estados Unidos desde muy joven. Entre 1991 y 1992 decidió abordar el problema de Palestina e Israel sobre el terreno para poder trasladar una buena historia al cómic. Convivió dos meses en Cisjordania y Gaza con familias palestinas a las que entrevistó, fotografió y escuchó con paciencia. Se convirtió en algo más que un mero observador del problema palestino, que a finales de 1991 iba camino del fin de la Primera Intifada, y para cuando comenzó a publicar su trabajo, en la década de los 90, ya se habían producido los famosos Acuerdos de Oslo por los que se reconocía la existencia de un estado palestino gobernado por la ANP (Autoridad Nacional Palestina) en los territorios de Gaza y Cisjordania. Conocía con profundidad la visión israelí del problema pero en Occidente la imagen de Palestina estaba distorsionada, asociada a terrorismo y secuestros de aviones, métodos con los que las organizaciones radicales árabes habían respondido a los ataques israelíes aplicando la vieja Ley del Talión ("ojo por ojo, diente por diente").
La labor de documentalista de Joe Sacco es ingente, y convierte a Palestina: en la Franja de Gaza (1993-1995) en una auténtica novela gráfica donde los auténticos protagonistas son el pueblo palestino, que cuenta con descarnado detallismo sus penurias a un sorprendido Sacco, que es también personaje de la tragedia. La visión de Sacco es una visión humana y personal, que trata el problema desde el punto de vista de los hombres, con sus periodos de reclusión en la cárcel, las torturas, los interrogatorios, las humillaciones, etc., pero también hay hueco para las mujeres palestinas, auténticas sufridoras del problema, puesto que no hay mujer que no haya perdido a un marido, un hijo o un nieto en la eterna lucha.
Y para ilustrarnos, Sacco nos explica a través de la memoria de los más ancianos cómo en 1948 nacía por obra y gracia de Gran Bretaña y el beneplácito de la ONU, el Estado de Israel, incrustado en una Palestina que hasta entonces era mandato británico. Así nació el problema, puesto que en esa Palestina vivían 750 mil árabes que fueron desplazados en su mayoría a los territorios de Cisjordania y Gaza, perdiendo casas y tierras y pasando a vivir muchos de ellos en improvisados campos de refugiados que todavía hoy siguen subsistiendo. Varias guerras árabe-israelíes después, la situación de los palestinos continuó empeorando, mientras que Israel recibía (y recibe) el apoyo incondicional de Estados Unidos. 
Por este trabajo concienzudo trazado en blanco y negro con precisión fotográfica, recibió el American Books Award en 1996, y ayudó a hacer visible un problema que parecía reducido a terrorismo palestino versus represión militar israelí. Y es que para empezar a atisbar la comprensión de este problema tal vez haya que huir de los radicalismos, y debamos alejarnos de judíos ultraortodoxos (como los colonos que aparecen en el cómic) e islamistas radicales, dos grupos cuya única solución al problema consiste en la aniquilación total del contrario, mediante una reformulación de la praxis fascista.
La sensación de fracaso y problema insoluble está latente en la obra, y la amargura es el sentimiento que se te queda al acabar el cómic, como nos remarca Sacco en el prólogo de la edición de 2001: "Los pueblos palestino e israelí continuarán matándose entre sí en un conflicto de baja intensidad o con una violencia desgarradora hasta que este hecho central (la ocupación israelí) se trate como un tema de ley internacional y de derechos humanos". 
La clave está en saber si ya se ha cruzado la línea roja, aquella que separa el deseo de compartir la misma tierra y el odio que lleva al exterminio. El estadounidense de origen palestino Edward Said, profesor de Literatura Comparada, afirma que la mayor victoria del cómic es haber evidenciado que Palestina existe, que el pueblo palestino está vivo y que la comunidad internacional tiene todavía un problema que resolver.
En 2012, la ONU reconoció el Estado de Palestina como "estado observador no miembro", escaso gesto mientras EEUU se oponga en el Consejo de Seguridad a su reconocimiento pleno. El 17 de diciembre de 2014 el Parlamento Europeo apoyó públicamente el reconocimiento del Estado de Palestina, un gesto también simbólico ya que el reconocimiento efectivo deben realizarlo cada uno de los estados miembros de la UE. Y en esas seguimos, mareando la perdiz...
Estamos ante un cómic absolutamente recomendable que te hará reflexionar sobre las paradojas que la historia del siglo XX nos ha deparado, y a buen entendedor, sobran las palabras.

lunes, 8 de diciembre de 2014

Nuestro hombre en La Habana, de Graham Greene

Henry Graham Greene (1904-1991) fue un periodista y escritor británico que adquirió un reconocimiento merecido por parte de la crítica y el público con sus más de 25 novelas, algunas de ellas, como la que nos ocupa, encuadradas en el subgénero de la novela de espías. Un hombre de fuertes contradicciones morales ya que era profundamente católico (cuando dejó a su mujer nunca se divorció de ella, como le ocurre al protagonista de la novela, Wormold) y militante, durante algún tiempo, del Partido Comunista de Gran Bretaña, aunque fue una militancia breve y de juventud.
Su primera novela con cierto éxito es El tren de Estambul (1932), pronto llevada al cine, como muchos de sus relatos. Éste y otros como el que presentamos, Nuestro hombre en La Habana (1958), fueron considerados por el propio autor como novelas "de entretenimiento" para distinguirlas de las novelas "literarias" (como El poder y la gloria, de 1940), de las que de verdad se sentía orgulloso.
Sin embargo, las novelas de entretenimiento son de una excelente calidad literaria, ahí está El tercer hombre (1950), novela de espías ambientada en el Berlín ocupado por los aliados tras la II Guerra Mundial, modélico relato con personajes perfectamente caracterizados que constituye una fuente de la que beberán los futuros maestros del subgénero, John Le Carré y Frederick Forsyth.
Nuestro hombre en La Habana forma parte de estas novelas "de entretenimiento" que Greene coloca en un segundo plano, pero no es precisamente un relato menor. Es una novela premonitoria porque es publicada en 1958, meses antes de la revolución castrista que instaló a los comunistas en el poder de Cuba (hasta la actualidad), y ese ambiente prerrevolucionario en una dictadura mantenida por los americanos y dirigida por el general Batista, que presagia que algo va a ocurrir, es bien retratado por el escritor. 
En esta Cuba pre-comunista trabaja como vendedor de aspiradoras un tal Wormold, que vive con su hija Milly. Es un auténtico personaje secundario al que Greene pone todo el foco, una medianía que se revela muy inteligente, siendo capaz de engañar no solo al Servicio Secreto británico, que lo ha reclutado, sino a todos los servicios secretos que actúan en Cuba. Wormold construirá una mentira poco sostenible (red de agentes falsos, planos inventados, etc.) que sin embargo acabarán tragándose todos, incluida Beatriz, una secretaria enviada desde Londres para ayudar en las tareas de espionaje de Wormold.
El gran acierto de la novela es la continua burla que Greene hace de los servicios de espionaje de los países, puesto que Wormold no es un agente entrenado, no tiene ni idea de lo que debe hacer, y además fabrica patrañas increíbles que todos se tragan porque la neurosis de la Guerra Fría hace creer prácticamente en todo, aunque sea inverosímil. Esa ridiculización del espionaje también la vemos en John Le Carré cuando destripa las entrañas del Servicio Secreto británico en El topo.
Wormold descubrirá, no obstante, que de la falsedad pueden surgir situaciones peligrosas muy reales porque el espionaje, visto como un juego por nuestro protagonista, se cobra víctimas reales, como su buen amigo el doctor Hasselbacher. 
Greene acabará por cerrar el relato con un final de nuevo caricaturesco al describir la reunión de jefes del Servicio británico donde se decide el futuro de nuestro amigo Wormold, que ya se cree condenado.
Estamos ante una novela notable en la que se ridiculiza el funcionamiento de los servicios secretos, que humaniza a sus protagonistas (Wormold es un personaje sencillo que nada tiene que ver con nuestra imagen del agente secreto, demasiado "bondiana" por obra y gracia de las novelas de Fleming y las películas correspondientes), que hace reales sus problemas y mundanas sus preocupaciones, y por ello es un precedente de la caracterización de personajes y situaciones que John Le Carré construye en sus novelas, ejemplificadas en la figura de George Smiley.

jueves, 20 de noviembre de 2014

Puzle de sangre, de Mario Martínez y José Payá

Puzle de sangre (2014) es una novela negra atípica por cuanto construir un relato coherente en la trama y en la caracterización de los personajes cuando la autoría es doble no es nada fácil. Mario Martínez (Alicante, 1945), que ha sido profesor de Historia Moderna en la Universidad de Alicante, y José Payá (Biar, 1970), profesor de Lengua y Literatura en un instituto de educación secundaria de Banyeres empezaron a escribir una historia como si de un juego se tratara, intercambiando capítulos y haciendo avanzar la novela poco a poco, a fuego lento, y ese carácter lúdico se mantiene a lo largo del libro, a veces muy serio, a veces dando la sensación de ser una "tomadura de pelo" al lector. Pero no, el análisis no es tan sencillo ni superficial, no es una tomadura de pelo, es un ejercicio de diversión de los escritores, que se ríen de sí mismos, primero, y que ponen en una coctelera los elementos clásicos de la novela negra para crear un producto no tan manido. 
Hay mucho de diversión, de ritmo rápido frenado por pocos momentos reflexivos, tal vez muy pocos a mi gusto (que soy muy fan de las pausas culinarias de Camilleri y su inolvidable Montalbano, o de Vázquez Montalbán y su Carvalho), y también subyace algo de ironía social, con unos personajes movidos por la codicia pero también por los celos, la frustración de la vida rutinaria o el amor. Pero de entre todos ellos destacan, no como podría ser habitual en una novela negra al uso, los dos asesinos, el Socio y el Libros, que deben matar a dos personas grises alter ego de los propios escritores (genial este recurso). Los policías también están, y ganan protagonismo cuando avanza la novela, pero son las motivaciones de estos supuestos profesionales del asesinato los que reciben gran parte de la atención. Dos asesinos que se las dan de "cultos", y que para no entender de literatura resulta que han leído a Rulfo, Greene, Vila-Matas, Baricco, etc.
La acción transcurre con rapidez en pocos días y se localiza en Pinoso, Alicante, Biar y Sax, y ya de buenas a primeras nos encontramos de bruces con el dilema de afrontar una novela en la que no importa, como bien se dice en el prólogo, el "cómo se hizo" o "quién fue el asesino" sino las motivaciones que llevan a los múltiples asesinatos que salpican la historia. 
Es una novela entretenida con un punto fuerte a mi parecer: la prosa. Hay un dominio, como no podía ser de otra manera teniendo en cuenta la formación de los autores, del léxico en sus diferentes contextos, de la construcción de la narración, ponen las palabras que tocan cuando toca y hacen muy fácil la lectura. Sin embargo, en el debe de la novela tengo que decir que tantos requiebros y sorpresas en la historia me generaron al principio un cierto desconcierto, que se supera a mitad de novela. Están bien los giros inesperados pero a veces el lector necesita ciertos asideros para no caerse. Seguramente los autores dirán que precisamente querían jugar al desconcierto entre ellos, vamos, a gastarse ciertas "putadas" que les hicieran repensar el hilo de la narración, pero bueno, para haber sido un reto complicado, han salido airosos del entuerto. Eso es muestra de la habilidad de los autores que solo se consigue con un buen bagaje de lecturas.

miércoles, 1 de octubre de 2014

Sin novedad en el frente, de Erich Maria Remarque

Erich Maria Remarque (seudónimo de Erich Paul Remark, 1898-1970) noveló parte de sus experiencias como combatiente en la I Guerra Mundial en un libro publicado en 1929 que se convirtió rápidamente en un éxito internacional.
Cuando leí un día que Sin novedad en el frente era uno de los alegatos más antimilitaristas que se han escrito (creo que el artículo era de Jacinto Antón en El País), en seguida fui a comprármelo, junto a El miedo, de Gabriel Chevalier. Los compré hace un tiempo pero ha sido ahora, que se conmemora el centenario del inicio de la Gran Guerra, cuando he sabido que era el momento de estos libros, porque sí, también los libros tienen su momento. Como dato biográfico importante a saber sobre Remarque, decir que en 1932 abandonó Alemania huyendo del nazismo, así que los nazis incluyeron este libro entre los que quemaron públicamente en 1933, cuando organizaban esas hogueras con las que pretendían "purificar" las mentes de los alemanes. 
Los nazis quisieron borrar un libro que cuenta la guerra descarnada, sin héroes, sin medallas, sin honor, y esta imagen era absolutamente contraria a la propaganda militarista del fascismo.
En palabras del joven veinteañero que relata de forma sobria sus experiencias en las trincheras, el soldado alemán Paul Bäumer: "Soy joven, tengo veinte años, pero no conozco de la vida más que la desesperación, el miedo, la muerte y el tránsito de una existencia llena de la más absurda superficialidad a un abismo de dolor. Veo a los pueblos lanzarse unos contra otros y matarse sin rechistar, ignorantes, enloquecidos, dóciles, inocentes. Veo a los más ilustres cerebros del mundo inventar armas y frases para hacer posible todo eso durante más tiempo y con mayor rendimiento."
Esta reflexión del protagonista podría aplicarse perfectamente a cualquier guerra y a cualquier bando, porque en esta novela lo único que se salva es el compañerismo y la solidaridad entre el grupo de jóvenes soldados alemanes, todo lo demás es la barbarie del hombre. Y lo triste es que esa barbarie se multiplicó durante la siguiente guerra mundial, en la que no solo los hombres se mataban por el amor a la patria sino también para exterminar a las razas odiadas.
La novela es brutal por su lenguaje directo y sin metáforas: las bombas caen para destrozar cuerpos, los gases tóxicos hacen estallar los pulmones, los miembros son amputados sin piedad, y los soldados han perdido la poca humanidad que les quedaba cuando salieron de la acelerada instrucción en el cuartel. 
Se denuncia un mundo en el que los propios docentes incitaban a los jóvenes a alistarse porque era el mejor servicio que podían hacer por su país. Se critica una sociedad que veía con euforia el inicio de una guerra que pondría a cada uno en su sitio, aunque los únicos que pagaron los platos rotos de la alta política fueron los millones de obreros y campesinos que murieron sin saber a ciencia cierta por qué luchaban. Nuestro protagonista cuestiona esa educación militarista que el emperador Guillermo II había fomentado en las escuelas alemanas: "Deberían haber sido para nosotros, jóvenes de dieciocho años, mediadores y guías que nos condujeran a la vida adulta, al mundo del trabajo, del deber, de la cultura y del progreso, hacia el porvenir". Y sin embargo, fueron enviados al matadero.
Y la guerra "les ha echado a perder para cualquier cosa". Los que sobrevivan serán carne de cañón para ideologías extremistas que prometan una vida mejor y que sepan encauzar el odio acumulado de esos infelices hacia un enemigo concreto. Son carne del nazismo.
Estamos ante una obra primordial para entender el verdadero sentido de la guerra, ante un documento tan real que resultaba peligroso para las ideologías totalitarias. Un testimonio que cuenta qué es la guerra, y para conocerla no hay que ir solo a los museos a ver medallas, hay que ir a un hospital: "Sólo un hospital muestra verdaderamente lo que es la guerra".

lunes, 22 de septiembre de 2014

El topo, de John Le Carré

En 1974 John Le Carré escribió la tercera novela de la "serie Smiley", y una de las más conocidas y celebradas del autor británico: El topo (Tinker Tailor Soldier Spy fue su título original). 
El argumento es bien sencillo: George Smiley, que está apartado del Servicio Secreto británico (MI6), recibe un encargo especial que pocos dentro del propio Servicio deben conocer, a saber, descubrir al espía que está pasando información a los rusos, es decir, al topo. Y lo peor para Smiley es asumir que ese espía no es uno cualquiera sino alguien de las más altas esferas del Servicio por cuanto tiene acceso a información muy reservada, reduciendo las sospechas a un grupo de cuatro hombres.
John Le Carré aprovechaba por tanto la historia para presentarnos las grietas internas de un Servicio podrido por dentro que lleva varios fracasos a sus espaldas y que vive a la triste sombra de los dos grandes servicios secretos, el americano y el ruso, en plena Guerra Fría. Y la forma de describirnos las grietas de ese "edificio" es absolutamente magistral, hasta el punto que de manera deliberada acabamos por creer que nadie dentro del Servicio es trigo limpio, teniendo en cuenta que Smiley está fuera.
Lo que hace muy atractiva esta novela, además de la ansiedad por conocer quién es el traidor inglés que ha vendido los secretos a los soviéticos (en clara referencia al espía británico Kim Philby que en los años 60 desertó a la URSS desvelando que había sido un topo durante muchos años, y que por cierto para el que John Le Carré llegó a trabajar), es sin duda el carácter y forma de trabajar de Smiley: como si fuera una hormiga, construye poco a poco las pruebas que luego utilizará para desenmascarar al traidor, y lo hace de forma concienzuda, leyendo y releyendo documentos, entrevistando a testigos de operaciones que han fracasado, y atando cabos que conducen a una trama soviética bien hilvanada por el espía ruso conocido como Karla, del que se habla por primera vez en esta novela.
No es Smiley por tanto, como ya hemos explicado en otra ocasión, un espía de acción, carreras y disparos, sino más bien un ratón de biblioteca muy perspicaz e inteligente que desentraña la trama a medida que leemos más y más páginas, es más un Maigret que un Bond, y eso lo hace más atractivo como personaje. 
La trama nos lleva a conocer detalles de la "Operación Brujería", la fuente "Merlín" y el agente Jim Prideaux, desaparecido, pero clave para que Smiley pueda señalar por fin al culpable de que el Servicio Secreto británico sea el hazmerreir de los rusos.
No puedo mas que recomendar la lectura de esta estupenda novela de espías que se disfruta desde la primera página hasta la última. Es de lo mejor de John Le Carré y de él casi todo es muy bueno.
Recomiendo además de manera entusiasta la reciente película de El topo (Tomas Alfredson, 2011), en la que Gary Oldman encarna tan estupendamente al apocado Smiley que uno ya no puede disociar el aspecto del espía de las facciones del actor británico. En la película también hay un cameo del propio Le Carré.

miércoles, 10 de septiembre de 2014

Victus, de Albert Sánchez Piñol

Si han leído La piel fría (2002) entonces ya sabrán que con Albert Sánchez Piñol (Barcelona, 1965) estamos ante un escritor singular, que para empezar suele publicar en catalán, pero que de forma sorprendente, eligió el castellano para una novela que iba a contar uno de los episodios históricos más importantes de la historia de Cataluña, la Guerra de Sucesión Española (1702-1714), que acabaría con la caída de Barcelona en manos borbónicas un 11 de septiembre de 1714.
Muchos de sus lectores habituales se sorprendieron de esta decisión pero el autor manifestó que le apetecía contar esta historia en castellano y ya está. Si Victus (2012) se hubiera publicado en catalán, lo hubiera leído igualmente porque al fin y al cabo lo que interesa aquí es la historia. La historia del asedio y caída de la última ciudad del bando austracista contada a través de la memoria de su personaje protagonista, Martí Zuviría, un barcelonés convertido en ingeniero militar que, ya viejo, nos cuenta con detallismo e ironía una guerra que dejó unas heridas todavía abiertas en los territorios de la Corona de Aragón, y un drama, el de los barceloneses, que dieron su vida por defender algo más que una ciudad, su cultura, su lengua y sus derechos ante lo que consideraban el peligro absolutista de los Borbones. 
Sánchez Piñol no ha escrito esta novela para reivindicar políticamente a un bando o a otro, no la ha escrito para decir que Castilla y los Borbones, en concreto el "Felipito" (Felipe V), eran aborrecibles y que la Corona de Aragón (Cataluña, Valencia, Aragón y Baleares) representaban las libertades y las bondades de un sistema perfecto que apostó por un candidato perfecto, el "Karlangas" (el archiduque Carlos de Austria). No, no es blanco o negro, o al revés, no fue una guerra tan maniquea.
Porque en el bando borbónico lucharon valencianos y catalanes que apostaron por un nuevo modelo de estado, y fueron llamados botifleros; y en el bando austracista hubo castellanos que se distinguieron por su lealtad a la causa del archiduque Carlos, aunque éste no se la mereciera, como es el caso de Antonio de Villarroel, militar que primero fue borbónico y luego austracista, que dirigió la defensa de Barcelona durante 13 meses y tras caer la ciudad fue apresado por los borbónicos sufriendo muchas penalidades. Él representa el espíritu de esta novela, el de los héroes, con nombre o anónimos, que lucharan en el bando que lo hicieran, lo hicieron con todas las consecuencias, y no huyeron cuando las cosas se pusieron feas. Y puestos a rendir cuentas, Sánchez Piñol, con todo el rigor histórico posible, a través de Martí Zuviria, pasa factura a los cobardes e ineptos dirigentes de la ciudad de Barcelona, los llamados "felpudos rojos", políticos más preocupados por su pellejo y sus bienes (aunque hubo excepciones como la de Sebastià Dalmau) que por ganar la guerra; y por supuesto al que se suponía que iba a ser mejor rey que Felipe V, el candidato austracista Archiduque Carlos, que en cuanto se olió que Barcelona no sobreviviría a un largo asedio y que los ingleses le habían abandonado dijo aquello de "pies para qué os quiero" y puso su culo en Viena a buen recaudo. 
La novela está magistralmente contada y se devora con avidez (aunque se obvian algunas partes de la guerra que hubiera sido interesante narrar, como la batalla de Almansa), y la galería de personajes es amplia y pintoresca, y encima (salvo alguna licencia) real, con episodios humorísticos tan chocantes como la indigestión de langostinos que le costó la vida al mariscal francés Vendome. Además, se cuenta tan bien que si no tienes idea de lo que pasó en esta guerra y por qué comenzó, te enteras enseguida, aunque hay que dejar claro que el núcleo principal de la novela, además de la etapa de formación de Zuviría como ingeniero militar y sus comienzos en el ejército borbónico, es sin duda alguna la guerra en Cataluña y el asedio de Barcelona, en el que Zuviría se convirtió en la mano derecha de Villarroel.
Sánchez Piñol ha construido un relato en el que huye de mitificaciones y episodios magnificados por la historiografía, ya sea española o catalana, cuenta las cosas como sucedieron y no duda en pedir cuentas tanto a borbónicos, que realizaron una dura represión en Valencia y Cataluña, como a austracistas, que más allá de defender a un mediocre candidato, no sabían que seguían defendiendo los privilegios e intereses de la nobleza y la burguesía, mientras el pueblo poco pintaba. Ya lo dice el dicho popular: "Entre Carlos tres i Felip cinc, m'han deixat amb lo que tinc!"
Zuviría acaba por decir: "En realidad España no existe; no es un sitio, es un desencuentro". 
Recordemos que en Cataluña (y Valencia) todo el orden jurídico fue arrasado y sustituido por el de Castilla. Durante décadas Cataluña fue considerada tierra ocupada militarmente. Todos los gobernantes que tuvo procedían de Castilla y el catalán desapareció de los documentos públicos. 
Cuando uno abre heridas tan profundas, cómo no entender que ese desencuentro, trescientos años después, en 2014, continúe entre muchos catalanes y valencianos...

lunes, 25 de agosto de 2014

Fundación y Tierra, de Isaac Asimov

En 1986 el escritor norteamericano de origen ruso, Isaac Asimov, echó el cierre definitivo a la saga Fundación, que de ser una trilogía pasó finalmente a una pentalogía (aunque en 1988 escribió una precuela, Preludio a la Fundación y en 1993 se publicó de forma póstuma una segunda precuela, titulada Hacia la Fundación).
En Fundación y Tierra seguimos viajando con los personajes que protagonizaron la anterior entrega, Los límites de la Fundación, el consejero de la Primera Fundación Golan Trevize y el mitólogo Janov Pelorat, a los que añadimos a la enigmática habitante de Gaia, Bliss, como tercer tripulante de la nave gravítica Far Star. La misión continúa teniendo el mismo objetivo: encontrar el planeta original, la Tierra, donde surgió la Humanidad y del que hace 20 mil años los grupos humanos empezaron a colonizar la galaxia. Sin embargo alguien o algo está determinado a ocultar las pistas para encontrar el planeta y a desconcertar a nuestros protagonistas con falsas leyendas sobre su radiactividad. A pesar de los obstáculos, Trevize está convencido de que la Tierra no es una leyenda sino un planeta real que existe, y encontrarlo supone responder a las preguntas sobre por qué ha quedado en el olvido de la Humanidad el planeta original, y sobre todo, y esto supone el objetivo principal, porque Trevize “ha decidido” que el Plan Seldon y las Fundaciones han llegado a su fin y el futuro de la galaxia pasa por integrar a todos los planetas, incluido el primigenio, en un sistema como el que funciona en Gaia, en el que tanto seres humanos como animales y plantas están interconectados a través de la mente y funcionan como un conjunto. Si esto puede aplicarse a todos los planetas, como Trevize piensa, se creará un sistema estable que perdurará mucho más tiempo que el Segundo Imperio que está por venir.
El viaje de nuestros protagonistas les lleva a visitar varios planetas, todos hostiles y reacios a dar información sobre la Tierra: en Comporellon, consiguen escapar gracias a los “encantos” de Trevize y la habilidad mental de Bliss; en Aurora, un mundo deshabitado, casi son devorados por unos perros salvajes; en Solaria, vemos un mundo en el que los humanos viven aislados y han desarrollado un hermafroditismo que les permite reproducirse sin contacto, de allí escaparán llevándose consigo a la joven Fallom, que será importante en el futuro; en Melpomenia, otro planeta muerto, encuentran información valiosa sobre los primeros mundos colonizados por los humanos; y en Nueva Tierra, descubrirán que nada es lo que parece.
Pero Trevize encuentra pequeñas pistas que permitirán localizar finalmente el planeta original, la Tierra, gracias a sus dotes deductivas y a la capacidad para extraer de las leyendas, pequeñas porciones de verdad: “La cuestión está –había dicho Pelorat- en deducir o decidir qué elementos particulares de una leyenda representan una verdad plena subyacente”.
Lo que al fin les espera a nuestros protagonistas es el conocimiento de un plan futuro para la galaxia explicado por un enigmático ser que les estaba esperando pacientemente.
Digno final para una saga imprescindible para los amantes de la ciencia ficción, Asimov es un gran contador de historias y leerlo siempre produce un gran placer.

martes, 12 de agosto de 2014

Un mar oscuro como el oporto, de Patrick O'Brian

Decimosexta novela de la famosa saga de Aubrey y Maturin ambientada en las guerras napoleónicas (1792-1815), y que recrea con precisión quirúrgica la apasionante vida en el mar, tan distinta de la vida “tierra adentro”. Publicada en 1993, si como lector has llegado hasta aquí (la saga la componen 20 libros), y has sobrevivido al ingente aluvión de términos náuticos sin marearte, enhorabuena. Lo digo sin ningún sarcasmo, puesto que yo mismo soy fan de las aventuras del capitán Jack Aubrey y del doctor y espía irlandés Stephen Maturin, y no me considero un experto en cuestiones marinas, y me conformo con distinguir donde está estribor, babor, popa, proa, y los mástiles principales de una fragata.
En una época apasionante de la navegación en la que el viento y las corrientes marinas son motores fundamentales de los barcos, es lógico que la descripción del trabajo de los marineros a bordo de un barco siga una rutinaria tarea de arrizar velas, limpiar cubiertas, hacer mediciones de la posición del barco, etc., etc., y esta “ambientación” es necesaria en toda novela de Patrick O’Brian, aunque creamos que genera pesadez y aburrimiento. Las cosas pasan aunque con un ritmo distinto y cuando se entiende esto, entonces se disfrutan mucho estos libros.
En esta entrega, la fragata Surprise, con patente de corso otorgada por el gobierno británico, navega por aguas del Pacífico sur con dirección a Callao (Perú), en la que Stephen Maturin debe desempeñar una misión secreta que posibilite la vía de la revolución y posible independencia de la colonia española (curiosamente en un momento, suponemos que 1812-13, aunque no se especifica, en que los británicos son aliados de los españoles en la guerra peninsular contra los franceses). Los franceses también están interesados en lo mismo, en destruir el imperio español en América, y de paso arruinar la estrategia británica. Sabemos que la revolución de las colonias españolas en América ya estaba en marcha en algunos territorios desde 1810, como Chile, aunque no en Perú, último territorio en permanecer bajo el dominio español. A nivel político podríamos diferenciar los modelos que tanto ingleses como franceses querían implantar: abolicionismo, libertades, monarquía o república, etc., pero realmente de lo que se trata es de aumentar la influencia económica de estas metrópolis, y a nivel interno, que la burguesía criolla obtenga el poder político y el prestigio que España le niega (“Por lo que respecta a la opinión pública aquí en Perú, creo que está bastante a favor de la independencia, especialmente porque el actual virrey ha tomado algunas medidas impopulares que favorecen a los nacidos en España y van en detrimento de los nacidos aquí”).
Si de camino a Perú, la Surprise ejerce como barco corsario, mejor que mejor, y como Jack Aubrey sigue siendo “el afortunado”, caerán varias presas, entre ellas un barco corsario norteamericano, el Franklin, y un barco pirata, el Alastor. Realmente hacer el corso no es más que robar a otros barcos mercantes o de guerra con permiso de un gobierno, una actividad de la que Maturin encuentra objeciones: “Es vergonzoso sentir placer en quitar a otros hombres sus pertenencias a la fuerza, abiertamente, legalmente y recibir felicitaciones e incluso condecoraciones…”.
Por cierto, uno lee la sinopsis de la contraportada, donde se dice que el gran momento de la novela es el paso de la fragata Surprise por el cabo de Hornos, e imagina que esto ocurrirá pronto, cuando ocurre al final, aunque tengo que reconocer que está muy bien narrado porque al peligro de un barco de guerra norteamericano que se cruza con la fragata, se une la amenazante presencia de bloques de hielo capaces de perforar el casco del barco y acabar con la afortunada travesía de la Surprise. Lo cierto es que después de un larguísimo viaje, la fragata pone rumbo por fin a Inglaterra para tomar un breve descanso, porque la guerra contra los franceses continúa y las aventuras de Aubrey y Maturin, aunque están pronto a terminar, nos siguen esperando en el horizonte.

viernes, 25 de julio de 2014

From Hell, de Alan Moore y Eddie Campbell

Mucho se ha escrito sobre los asesinatos ocurridos en Whitechapel durante el verano y el otoño de 1888, supuestamente cometidos por el famoso Jack el Destripador, pero cuando el guionista Alan Moore y el dibujante Eddie Campbell decidieron afrontar la ingente tarea de volver a narrar los hechos tal como creían que ocurrieron, probablemente no sabían que se enfrentaban a una labor colosal. Alan Moore había manifestado que deseaba contar unos asesinatos célebres y cuando en 1988 se publicó de todo para recordar el centenario de los cinco asesinatos en el Londres victoriano, Moore encontró la motivación para hacerlo, pero desde una perspectiva "científica" si se permite el término, teniendo en cuenta que el caso de Jack el Destripador tenía más lagunas que certezas. 
Moore afrontó una ardua tarea de documentación y leyó muchísimo, y como él dice, tuvo que tragarse libros infumables con teorías fantasiosas, pero se topó con un libro de Stephen Knight que planteaba una teoría sobre la autoría de los asesinatos que, aunque pudiera parecer descabellada, podía sostenerse, aunque fuera débilmente.
Así que, entre 1992 y 1997 se publicó en capítulos la novela gráfica From Hell, guionizada por Moore y dibujada con trazos negros por Eddie Campbell. Después vendría un epílogo en 1998, dedicado a los "cazadores de gaviotas", como los llama Moore, o más bien a los muchos "riperólogos" que publicaron sus teorías ("ripper" significa destripador). En 1999 se publicó una edición que recogía todos los capítulos, además de un extenso apéndice donde Moore explicaba qué escenas estaban basadas en datos reales y cuáles había inventado para enriquecer la ficción. Porque eso es From Hell, una ficción novelada de los sucesos de 1888, mal atribuidos a Jack el Destripador (que fue una invención de la prensa amarillista). 
Evidentemente Moore no iba a reconstruir los hechos sin plantear su propia teoría y su honestidad al advertir que él no estaba en posesión de la verdad, aunque se acercara, le honraba. Planteó conjeturas, escenas que pudieron ocurrir, diálogos que pudieron producirse, y todo basándose en pequeños indicios, detalles y pequeños atisbos de verdad en medio de un océano de mentiras, antiguas y recientes.
No les aguo la intriga si les digo cuál fue el asesino, según Moore el médico William Gull (gaviota en inglés), porque desde un principio se presenta claramente al personaje y su propósito, que podría parecer banal, es decir, matar prostitutas de forma despiadada (y esto no es banal), pero para Moore había mucho más detrás: una conspiración planeada por una organización masónica, a la que el distinguido asesino pertenecía, para tapar las vergüenzas de un miembro de la realeza británica, sin olvidarnos de sus motivaciones personales (esa confrontación religiosa entre la divinidad masculina y la femenina). Sí, muy novelesco, pero a veces la realidad supera a la ficción.
Lo cierto es que más allá de las teorías de Moore, que uno puede creer o no, me quedo embelesado por la visión del Londres victoriano que nos enseña y sus edificios con una oculta simbología pagana, y descubro la miseria de la vida en el East End londinense con una sensación de realismo bastante inquietante. Pensar que a la prensa londinense le podía interesar el asesinato de varias prostitutas de un barrio pobre de Londres es muy osado, pero la forma en cómo murieron y la psicosis que surgió (con tintes incluso de antisemitismo), le venía de perlas a una prensa ávida de escándalos.
La novela gráfica es considerada una obra maestra y se suma a esa colección de cómics imprescindibles creados por la genialidad de Moore, convirtiéndose en una de esas obras que requerirá otra lectura para captar todo aquello que suele escaparse la primera vez.

lunes, 14 de julio de 2014

La Antigüedad novelada y la ficción histórica, de Carlos García Gual

Carlos García Gual (Mallorca, 1943) es catedrático de Filología Griega de la Universidad Complutense. Ha escrito numerosos ensayos sobre temas de Literatura, Filosofía y Mitología Griega y traducido variados textos clásicos: Epicuro, La secta del perro, Los siete sabios (y tres más), Audacias femeninas, Mitos, viajes, héroes, Prometeo: mito y literatura, Enigmático Edipo. Mito y Tragedia, etc.
El trabajo que reseñamos, La Antigüedad novelada y la ficción histórica. Las novelas históricas sobre el mundo griego y romano (1995), es un excelente ejercicio de literatura comparada centrado en un género novelesco que me fascina como es la novela histórica, más concretamente la ambientada en Grecia y Roma. El libro fue publicado en 1995, aunque en la edición de 2013 recoge ensayos sobre el mismo tema publicados en 2002.
García Gual nos lleva de la mano para conocer a los primeros novelistas del género histórico, los orígenes, los temas, los autores consagrados, los títulos "best-sellers" y las épocas doradas de ese tipo de literatura que hoy en día tiene tantos adeptos y tantos títulos, no todos de calidad, en las librerías.
Y es un viaje ameno, entretenido y muy didáctico puesto que hay novelas por las que uno ya ha pasado y concuerda en las opiniones del autor, y otras que, sin haber sido leídas todavía, despiertan el interés. Es este un trabajo de arqueología de la novela histórica, donde conocemos los "clásicos" del género y no tanto las últimas "novedades" de la segunda mitad del siglo XX.
Un recorrido que comienza en el mismo siglo I d.C., donde García Gual apuesta por calificar como primera novela histórica el Quéreas y Calírroe de Caritón de Afrodisias, pasando por la Vida de Alejandro del Pseudo Calístenes (una colección de anécdotas fabulosas de la vida de Alejandro Magno que tuvo mucho éxito) y la Vida de Apolonio de Tiana, de Filóstrato (estas dos del siglo III d.C.). Llevar el origen de la novela histórica ambientada en Grecia y Roma a la misma Antigüedad tiene sus riesgos, pero el autor, ateniéndose a lo que él entiende por novela histórica, a saber, "una ficción implantada en un marco histórico", para recrear "una atmósfera histórica, en general mucho más animada y coloreada que la que los escuetos datos de la historiografía suelen esbozar", considera que estos tres títulos cumplen las premisas del género: personajes históricos dentro de una ficción romántica con un "decorado" muy anterior a la época en la que el escritor escribe.
Después nos traslada al siglo XVIII, época del Neoclasicismo y del redescubrimiento de la Antigüedad a través de la arqueología (en 1748 comienzan las excavaciones en Pompeya y Herculano). Son novelas donde el tema principal son los viajes narrados de personajes inventados o míticos: Las aventuras de Telémaco (1717), de Fénelon; Viaje del joven Anacarsis (1788), de J.J. Barthelemy, ambientada en el siglo IV a.C., un libro largo, muy erudito y con pocos ingredientes románticos que fue un éxito y que libró al abate de morir en la guillotina en Francia; Viajes de Antenor (1797), de Lantier, narra los viajes por Grecia y Asia de un aventurero basándose en un falso manuscrito encontrado en Herculano (un recurso habitual a partir de entonces en el género). Subyace en estos títulos un deseo de evasión de los escritores y lectores, una manera de "viajar por el mundo antiguo" sin moverse. 
Uno de los títulos de principios del siglo XIX y que marcará la temática de las grandes novelas del género a finales del siglo XIX es Los mártires del cristianismo, de Chateaubriand, que recreará de forma novelada el enfrentamiento paganismo-cristianismo que en algunas épocas del Imperio fue bastante crudo, como durante los reinados de Nerón o Diocleciano. Evidentemente se hacía una clara apología de la bondad del cristianismo de los primeros tiempos mientras que el paganismo era sinónimo de maldad y crueldad. Serán típicas las escenas en el anfiteatro con las fieras devorando cristianos indefensos, las catacumbas, etc. Este subgénero tendrá un éxito de público increíble (Fabiola o la iglesia de las catacumbas -1854-; Calista -1856-). Por lo menos Chateaubriand es el primero que visita los lugares que luego describe en su novela, no como los anteriores.
García Gual afirma que en cuanto género, la novela histórica es un producto del Romanticismo, y la Antigüedad daba para muchas historias románticas y trágicas. El siglo XIX es la época dorada del género, en la que nacen los títulos emblemáticos que luego quedarán consagrados a través del cine y que son ejemplos típicos de novelas de persecuciones cristianas: Los últimos días de Pompeya (1834), de Edward Bulwer-Lytton, una novela en la que no hay viaje de los protagonistas pero donde el lugar lo es todo: Pompeya, descrita con una fidelidad arqueológica, y con todos los ingredientes para que triunfara, a saber, historia de amor con happy end, tragedia. Sobre esta novela dice García Gual: "Fue un modelo latente de muchas otras novelas de romanos e impresionó la imaginación de muchos lectores. Con su romanticismo trasnochado sigue siendo una ficción melodramática de estupendos decorados y hábil trama".
Ben-Hur (1880), de Lewis Wallace, es el segundo gran título, y archiconocido gracias a la versión cinematográfica protagonizada por Charlton Heston. Los ingredientes que hemos visto antes vuelven a repetirse con éxito: argumento melodramático, escenarios atractivos y tópicos como el circo, moralina cristiana, todo muy hollywoodiense.
Quo vadis? (1896), de Henry Sienkiewicz, es la novela más cristiana de todas, ya que el autor, un polaco católico cuyo país históricamente había sufrido la opresión de alemanes y rusos, se ensaña con Nerón y la persecución de los cristianos. Sus cristianos son todos ejemplares, dispuestos al martirio, y todo discurre en una Roma muy bien descrita con sus catacumbas, casas patricias, juegos de anfiteatro y catástrofe final  incluida (incendio de Roma). Vamos, un éxito de ventas asegurado.
Todos son títulos best-sellers muy del gusto de la sociedad burguesa de finales del siglo XIX y principios del XX, desencantada, descontenta y aburrida del presente.
Escrita en el siglo XIX pero alejada de los cánones del género por su singularidad estilística y temática es Salambó, de Flaubert (1862), ambientada en una Cartago pre-Segunda Guerra Púnica. La muerte de los dioses: Juliano el Apóstata (1894), de Merejkovski, es también un título atípico porque se aleja de la machacona apología cristiana, de hecho habla del emperador Juliano, un defensor de la tolerancia frente al fanatismo cristiano. Gore Vidal, con su Juliano el Apóstata, hizo una narración más fiel al personaje.

El siglo XX plantea un panorama literario variado en cuanto a los temas pero también en cuanto a la calidad. El género parecía agotado tras la Primera Guerra Mundial por la reiteración en los tópicos: conflicto religioso (paganos contra cristianos), nostalgia del mundo clásico. Era necesaria una renovación del género y esta llegó con varios títulos muy importantes en los que se evidencia una menor ideología y didactismo erudito, con alguna excepción. Es imprescindible hablar por supuesto de éxitos de crítica y la mayoría de las veces también de público de algunos títulos fundamentales: Yo, Claudio (1934), de Robert Graves; Los idus de marzo (1948), de Thornton Wilder; Memorias de Adriano (1951), de Margueritte Yourcennar, una obra maestra del género en palabras de García Gual; La muerte de Virgilio, de Hermann Broch; Espartaco, de Howard Fast (1951), esta es claramente una novela de un autor trotskista desencantado con el comunismo estalinista y el fracaso de la revolución del proletariado, como en la Roma del siglo I a.C. fracasó la revolución de Espartaco.
También se ponen en boga en el siglo XX las biografías novelescas, sobre todo de los personajes históricos más atractivos, siendo el más biografiado Alejandro Magno: Mary Renault o Gisbert Haefs tienen buenas novelas. Otras biografías noveladas: Aníbal (1990), de Gisbert Haefs; Memorias de Agripina, de P. Grimal, y la excelente saga sobre Mario, Sila, Pompeyo y César de la escritora Colleen McCullough. Pero de las novelas biográficas conviene hacer especial hincapié en la que para mí es la mejor novela histórica que he leído y que entra en la categoría de falsa memoria de tono apologético: Yo, Claudio, de Robert Graves. En ella el escritor inglés convierte en héroe a un "idiota tartamudo" y en malos a la familia Julio-Claudia en general. Sin ideología sumergida, Graves muestra a un Claudio escéptico, irónico y ácido analista de la política de su tiempo. Es un magnífico ejercicio de pesimismo sobre la historia y la política en general.
Hay muchos más títulos importantes e interesantes como El vellocino de oro (1945) de Robert Graves, o Casandra (1985) de Christa Wolf. Sobre este título conviene señalar que es importante porque lo protagoniza una mujer (poco habitual en el género histórico) y porque viene a ser una historia que simboliza la sumisión de la mujer "a los designios de los hombres que pierden y ganan las guerras".
Otro subgénero que triunfa durante las últimas décadas del siglo XX es la novela histórica de intriga o negra, en la que Lindsey Davis con su Marco Didio Falco, o Steven Saylor con su Gordiano el Sabueso, marcan el estilo. Estas novelas proponen ante todo diversión, al tiempo que sumergen al lector en Roma en unas excursiones de mucho color y ácido humor, y los mismo vicios que en nuestro entorno.
Suscribo una reflexión de García Gual para acabar: "la novela histórica tiene una notable mala fama entre los críticos literarios y entre los historiadores". Se ve como una ficción de poca calidad y poco rigurosa. Sin embargo, hay suficientes ejemplos de que esto no es así, por mucho que los críticos no quieran reconocerlo nunca.

sábado, 5 de julio de 2014

Los surcos del azar, de Paco Roca


Paco Roca es un dibujante valenciano (Valencia, 1969) que tiene ya una consolidada trayectoria en el difícil mundo de los cómics y la ilustración. Comienza a trabajar en álbumes gráficos en el año 2000, pero es en 2007 con Arrugas cuando obtiene el reconocimiento de la crítica con varios premios, entre ellos, el Premio Nacional del Cómic. La historia de la vejez, la soledad y los efectos de la enfermedad de Alzheimer es conmovedora. Después indaga en aquella aventura de los dibujantes de la Editorial Bruguera durante el Franquismo que intentaron desligarse de la "explotación" a la que eran sometidos publicando su propia cabecera, "Tiovivo", en El invierno del dibujante (2010).
Y ahora nos sorprende con un gran trabajo en el que hay detrás muchas horas de documentación y estudio: Los surcos del azar (2013). Es esta una obra necesaria por lo que supone, la recuperación de la memoria histórica, que durante muchos años estuvo silenciada o minimizada, puesto que poco sabíamos, a no ser que fuéramos versados en la II Guerra Mundial, sobre las peripecias de esos soldados republicanos que, después de pasar muchas vicisitudes tras su huida de España, acabarían firmando una de las páginas más gloriosas de la guerra contra el fascismo. 
Esta novela gráfica es un largo viaje que comienza un 28 de marzo de 1939 en el puerto de Alicante, cuando el barco noruego Stanbrook recoge a 3000 refugiados republicanos que consiguen escapar de las tropas italianas que están a punto de entrar en la ciudad. Entre ellos va Miguel Ruiz, el protagonista de esta historia, pues a través de sus palabras y sus recuerdos, Paco Roca, el dibujante convertido en entrevistador, reconstruye el viaje que llevará a Miguel y sus amigos a un campo de trabajo en Orán (Argelia), puesto que las colonias francesas en África quedarán dentro de la Francia nazi del mariscal Petain. Después vendrá el alistamiento en el ejército de la Francia libre del general De Gaulle y su encuadramiento en la compañía Nueve de la Segunda División Blindada del general Leclerc, famosa porque será la primera, y los españoles entre ellos, en entrar en las calles de París un 24 de agosto de 1944.
Es por tanto un viaje en el que se produce la redención de los soldados republicanos, que pasarán de la derrota en España a la victoria en Francia contra los nazis. Sin embargo las esperanzas de un ataque aliado a España se desvanecerán y salvo la fallida invasión del Valle de Arán, la España de Franco no verá peligrar su régimen dictatorial. 
Paco Roca nos habla de frustración por la derrota primero, de sufrimiento, de muerte de los amigos, pero también de esperanza por la victoria frente al fascismo, de ilusiones y de compromiso ideológico de una generación de españoles que dio su vida por la democracia y luego fue olvidada, enterrada por el Franquismo, para quien estos españoles nunca existieron. En 2006, durante el homenaje a las Brigadas Internacionales que se celebró en Madrid, todavía era urgente hablar de los españoles de la Nueve, aquellos que pisaron primero las calles de París montados en sus vehículos americanos bautizados con nombres de las batallas de la Guerra Civil: Guadalajara, Teruel, el Ebro, etc. 
Paco Roca se ha acordado de ellos y ha contado magistralmente sus hazañas para que siempre estén ahí, para que siempre recordemos que muchos españoles nunca se dieron por vencidos y gritaron aquello de "volveremos a vencer".

martes, 1 de julio de 2014

Llamada para el muerto, de John Le Carré

Llamada para el muerto (1961) fue la primera novela de espías escrita por John Le Carré, pero también la primera de la serie Smiley, es decir, protagonizada por el inteligente agente de contraespionaje del Foreign Office británico (que desde que vi la película El Topo, no hago más que identificar con la cara de Gary Oldman).
George Smiley se presenta a los lectores como un agente gris del Servicio Secreto, solitario, conocedor de la literatura alemana del siglo XVII, concienzudo, perspicaz y poco amigo de la adulación. Prefiere destacar por el trabajo bien hecho, no por otras cuestiones. Formado como espía durante la Segunda Guerra Mundial, donde fue enviado a la universidad de Dresde para reclutar agentes para el servicio británico, muestra una dilatada experiencia que lo convierte en un activo muy valioso. Sin embargo, algo parece haber ido mal en su última y rutinaria tarea, ya que después de entrevistar a un funcionario del Servicio Secreto con supuestos antecedentes comunistas, éste, Samuel Fennan, se suicida aparentemente. La investigación del caso recae en Smiley puesto que de alguna manera él parece el culpable de esta muerte, provocando incluso su dimisión. Sin embargo, pronto descubre pistas que le llevan a cuestionar el suicidio y a destapar una trama orquestada por los espías de la Alemania Oriental para conseguir documentos secretos británicos.
Aquí Smiley es el centro sobre el que gira toda la novela, aunque recibe la inestimable ayuda del policía Mendel, mientras que los espías alemanes aparecen algo más desdibujados (Dieter; o el escurridizo Mundt, que tendrá un papel principal en El espía que surgió del frío). Y es un personaje fascinante porque es la antítesis de un Bond: Smiley es inteligente, culto y reservado, más cercano a lo que pudo ser un espía de la Guerra Fría.
John Le Carré sorprendió por su buen hacer con esta primera novela y rápidamente enganchó a millones de lectores con sus novelas de espías, y sobre todo con un personaje superlativo como Smiley, aunque no le gusten los elogios.
No es una novela excesivamente pretenciosa pero Le Carré apuntaba buenas maneras, un estilo narrativo absolutamente absorbente que después puliría y unos personajes con carisma y atractivos; a esto le sumamos la maestría para crear tramas y saber transmitir el mundo del espionaje. Nos sale un género y un autor verdaderamente imprescindible que conviene leer con deleite.

martes, 24 de junio de 2014

Las guerras silenciosas, de Jaime Martín

Con la recomendación del dibujante de cómic Carles Esquembre, cogí esta obra gráfica sabiendo que me gustaría pero no esperaba que me enganchara tanto como para desear pasar las páginas y al mismo tiempo que no se acabara el cómic. 
Las guerras silenciosas (2014) es la última obra del dibujante catalán Jaime Martín (1966), del que también he leído (y disfrutado) Lo que el viento trae. El cómic comienza con una introducción que resume con claridad la guerra de Ifni (1957-1958), la llamada guerra silenciosa puesto que el régimen de Franco solo la calificó como de "incidente". Con esta información tan necesaria, uno ya empieza el cómic con interés, puesto que el propio dibujante, Jaime Martín, se convierte en un personaje más de la obra, tal vez el principal si no fuera porque realmente Jaime quiere contar la "mili" que su padre hizo en Ifni entre 1962-1964, cuando la situación en la zona seguía siendo peligrosa. Asistimos a un viaje al pasado franquista a través de la memoria del padre de Jaime, transcrita en unos diarios, de una experiencia que fue muy difícil pero que al mismo tiempo "le gustó hacerla". Lo que me ha gustado del cómic es la capacidad para trasladar a imágenes y textos los años 50 de la España franquista, en la que el hambre y la miseria eran los problemas que afrontaban la mayoría de los españoles, silenciados por la desinformación de la Dictadura. 
Porque en la historia de cómo se conocen Pepe y Encarna (los padres de Jaime) uno reconoce las historias que contaba mi abuela o mi tía de cómo era la vida en aquella época y de lo difícil que era salir adelante, en la que todos los hijos tenían que arrimar el hombro, y donde las chicas se veían abocadas al trabajo desde muy pequeñas y cuando ya tenían edad de tener novio, se tenía uno y era para casarse, "después de la mili". Ese era uno de los objetivos machacones del franquismo: casarse y formar una familia "para dar trabajadores a España".
La vida en el ejército, uno de los baluartes del franquismo, era fiel reflejo de la miseria económica e hipocresía del régimen. Al lavado ideológico se le añadían unas condiciones muy duras que incluían pasar hambre, castigos físicos continuos y degradación moral. El ejército daba pena, utilizaba material de deshecho de la II Guerra Mundial, vestía fatal y la tropa sufría abusos constantes de unos mandos embrutecidos. Era obsesión acabar la mili, volver y casarse con la novia, si te estaba esperando.
El cómic también ofrece la mirada femenina de la madre de Jaime, cuya educación tenía como objetivo casarse joven y tener hijos, no había otra salida para la mujer. Y después estaba el sueño de emanciparse y tener vivienda propia. Hay cosas que no han cambiado.
Estamos ante un cómic excepcional por las cosas que cuenta y cómo las cuenta, que es nuestra historia, no la de las grandes batallas, sino la microhistoria, la que nos permite revisitar el pasado reciente con una mirada que nos es cercana por lo que nos han contado nuestros familiares. En este sentido, aplaudo los cómics en los que se reivindica la memoria de los hechos históricos a través de personas normales que las vivieron y sufrieron (véase el Maus de Art Spiegelman, que cuenta el holocausto). Esa es la historia que está por contar...
En el apéndice del libro nos encontramos alguna "sorpresa": una ficha de adoctrinamiento de los soldados de 1987 en la que se lee: 
"P- ¿Franco?
R- Caudillo, guía y salvador de España. El definió la disciplina, el honor y el deber. Jefe del Estado Español que ha sabido conducir a España por caminos de paz y trabajo."

Lo dicho, en España las cosas cambian tan lentamente...

domingo, 8 de junio de 2014

300, de Frank Miller y Lynn Varley

Novela gráfica convertida en obra imprescindible de la mano de un Frank Miller (nacido en 1957) que aporta el guión y el dibujo, mientras que Lynn Varley pone el color. Publicada en 1998 por el dibujante norteamericano, pronto obtuvo el aplauso del público junto a las más aceradas críticas de los que vieron el cómic como un simplista choque de civilizaciones: occidental-democracia vs. oriental-tiranía.
Frank Miller empezó muy joven a trabajar para Marvel en las historias de Daredevil a principios de los 80. Después trabajó para DC Comics creando el personaje de Ronin o trabajando en las aventuras de Batman. También consigue en los años 90 uno de sus mejores trabajos: Sin City, que sería llevada al cine por Robert Rodríguez. En este sentido, y a diferencia de Alan Moore, es un autor que colabora estrechamente en la escritura de los guiones de sus cómics para el cine, e incluso ha hecho cameos en algunas películas como Daredevil (2003) y Sin City (2005).
Y es que el cómic cuenta el dramático episodio de la batalla de las Termópilas (480 a.C.), que enfrentó a  los espartanos, 300 soldados escogidos junto a su rey Leónidas, frente a los miles de persas dirigidos por el rey Jerjes I que habían iniciado la invasión de Grecia (Segunda Guerra Médica). La heroicidad de la gesta, el sacrificio de los espartanos para ralentizar el avance persa, tiene unos ingredientes ideales para ser narrados en un cómic (historia que también fue llevada de manera más o menos fiel al cine en 2007). Para los que piensan que fue un acto inútil, decir que los persas acabaron saqueando Atenas, para luego ser derrotados por 40 mil griegos, entre ellos el ejército espartano al completo, en la batalla de Platea (479 a.C.), poniendo fin a su invasión. Episodios bélicos de sacrificio inútil hay infinidad en la historia de las guerras (véase la Primera Guerra Mundial), pero éste es uno de los más significativos.
De acuerdo que estamos ante una puesta en escena original, una manera de narrar la historia de forma maestra, con diálogos cortos pero impactantes, unos colores espectaculares, una presentación de los espartanos como guerreros indestructibles que no tienen miedo a la muerte y que hacen de las palabras honor, valentía y disciplina, los pilares en los que la educación espartana se basaba, y que son los ideales que cualquier ejército busca. Leónidas es el rey-héroe que dará su vida por Esparta (y por Grecia), dando ejemplo a sus soldados de lo que debe ser un líder. Y su sacrificio y el de sus 300 soldados, es un ejemplo para los 7 mil soldados griegos que en realidad estuvieron en la batalla de las "Puertas Calientes", griegos de Tegea, Mantinea, Tespia y Tebas, que compartieron con espartanos la gesta de mantener a raya a un gran ejército persa que debía pasar por el embudo de las Termópilas para continuar hacia el sur de Grecia.
Presenta el cómic un solo aspecto de la guerra, el de la valentía y la abnegación por la causa que se defiende, pero ¿acaso están presentes el miedo natural del soldado a la muerte, la nostalgia por la familia o la cobardía? No, al menos en los espartanos, y esto, a mi parecer, hace irreal la historia. No obstante, Esparta era una polis distinta en el siglo V a.C.: esclavista (como todas las polis griegas), monárquica (tenía dos reyes), aristocrática, y con una educación estricta, cruel y selectiva (se eliminaba a los débiles al nacer). Esto ha llevado a algunos a cometer los típicos errores de extrapolación entre época antigua y el siglo XX y hablar claramente de una sociedad "fascista". Ni que decir tiene que para la Italia fascista de Mussolini y para la Alemania nazi de Hitler, la sociedad militarizada de Esparta y sus ideales guerreros eran un modelo educativo a copiar.
De hecho, el propio Frank Miller, criticado porque el cómic supuestamente hace una alabanza de los ideales fascistas, dijo al respecto: "Los espartanos eran un pueblo paradójico. Eran los dueños de esclavos más grandes de Grecia. Pero, al mismo tiempo, las mujeres espartanas tenían un nivel inusual de derechos. En muchos aspectos eran fascistas, pero eran el baluarte contra la caída de la democracia. La comparación más cercana que se puede dibujar en términos de nuestro propio ejército de hoy es pensar en los espartanos con capa de color rojo como si fueran nuestras Fuerzas de Operaciones Especiales."
Por otro lado, también el cómic ha recibido lecturas muy críticas respecto a la xenofobia latente en la historia: los persas son unos salvajes que vienen a esclavizar a la Grecia libre (cuando en Grecia la esclavitud era normal), y traerán la tiranía a una tierra donde las ciudades-estado desarrollan la filosofía, el arte, la democracia, etc. Esa dualidad salvajismo oriental-civilización occidental es muy recurrente en la literatura desde la propia Antigüedad, pero hoy en día ha quedado desfasada. Nuestro insistente eurocentrismo, o grecocentrismo, nos deja ciegos hasta el punto de creer que todo lo que viene de Oriente es negativo (religión, sistema político, filosofía, etc.).
Ya os digo que es un cómic tan interesante porque se presta a muchas lecturas políticas e ideológicas respecto al llamado "choque de civilizaciones" que Huntington definió en 1996 basándose en un criterio religioso. 
En conclusión, puedes leerlo como una exaltación de las virtudes de la vida militar, como una crítica/alabanza de los ideales fascistas, o como una defensa de la cultura occidental frente al fanatismo oriental (como lo entendió el gobierno de Irán), pero de lo que estoy seguro es que no te dejará indiferente, aunque, eso sí, no sea un documento histórico riguroso.

domingo, 18 de mayo de 2014

Quedaos en la trinchera y luego corred, de John Boyne

Quedaos en la trinchera y luego corred (2013) es la última novela publicada por el irlandés John Boyne, mundialmente conocido por el bombazo literario que supuso El niño con el pijama de rayas (2006). De hecho, esta nueva novela supone una vuelta a los orígenes y a la fórmula exitosa de aquella obra, puesto que de nuevo nos encontramos a un niño de nueve años en el contexto de una guerra. 
Alfie Summerfield tiene cinco años cuando estalla la I Guerra Mundial y vive en un barrio de Londres junto a sus padres Georgie y Margie. Entonces el padre se alista como voluntario con la vana esperanza de que "todo habrá acabado antes de Navidad". Sin embargo, cuatro años después, cuando Alfie tiene nueve años y en vez de ir a la escuela, trabaja como limpiabotas en la estación de King's Cross, un hecho fortuito le pone sobre la pista de su padre, del que nunca se supo y que él creía muerto. A partir de ahí, comenzará su "misión secreta" para saber qué le ocurrió a su padre y traerlo a casa.
La novela sirve de nuevo al escritor para mostrar los horrores de la guerra, aunque no tanto en los detalles de los combates, totalmente ausentes, sino en las secuelas que ésta provoca en los soldados. De hecho, fue en la I Guerra Mundial cuando empezaron a aflorar casos de "neurosis de guerra", traumas psicológicos que en muchos casos provocaban daños irreparables y en otros una lenta mejoría en hospitales especializados para enfermos mentales. Sin embargo, la sociedad civil inglesa entendió estos casos como ejemplos de vergonzosa cobardía, al igual que fueron señalados (con una pluma blanca) aquellos que se negaron a alistarse alegando objeción de conciencia. El castigo para estos fue de dos años de cárcel y la marginación social, como le sucede al mejor amigo de Georgie, Joe Patience.
Por otro lado también encontramos esas situaciones de rechazo hacia los vecinos extranjeros que aunque lleven años viviendo en el barrio y sean como de la familia, se convierten de la noche a la mañana en sospechosos espías, como le sucede a los Janácek, una familia checa (y por tanto del Imperio austrohúngaro, enemigo de Inglaterra). Estos serán deportados a una isla hasta que acabe la guerra.
Alfie, que no entiende de la guerra que hacen los adultos, ni sabe lo que es la neurosis de guerra o la objeción de conciencia, solo trata de ayudar a su madre a sobrevivir. Pero cuando su padre parecía olvidado, todo cambia de manera repentina. Es entonces cuando la novela gana interés, la lucha de un niño por recuperar a su padre. De hecho, en conjunto es una obra que se lee de una sentada.
En mi opinión, estamos ante una buena novela pero que para nada está a la altura de El niño con el pijama de rayas. Eso sí, muy recomendable como lectura escolar, puesto que la prosa es sencilla y el relato muy ágil, perfecta para enganchar a los alumnos. 

domingo, 11 de mayo de 2014

Una primavera per a Domenico Guarini, de Carme Riera

Carme Riera Guilera (Palma de Mallorca, 1948) és narradora, assagista i guionista, a més d’exercir com a professora universitària. Al llarg de la seua trajectòria ha obtingut diversos guardons –Ramon Llull en 1989, el Josep Pla en 1994, el Nacional de Narrativa, el Joan Crexells i el Lletra d’Or, tots tres en 1995, la Creu de St. Jordi en 2000 o el Nacional de Literatura en 2001-, i convé destacar que l’any 2013 va ser escollida membre de la RAE.
Amb la primera novel·la de l’autora, Una primavera per a Domenico Guarini, aquesta va guanyar l’any 1980 el premi Prudenci Bertrana. L’obra ens mostra una pràctica molt acurada del llenguatge on alterna un de més col·loquial amb altre més estàndard i un altre d’assagístic.
A Una primavera per a Domenico Guarini la periodista Isabel Clara Alabern –la seua protagonista-, que treballa per al diari català “La Nació”, va a Florència per a cobrir el cas de Domenico Guarini qui va atemptar contra el conegut quadre de Sandro Botticelli La primavera. Durant el trajecte fins a la capital de la Toscana reflexiona sobre emocions, sensacions i situacions que l’afecten i l’envolten. Un cop a la ciutat italiana s’allotja a casa d’un amic –Albert- amb qui manté una relació molt estreta i des d’allà anirà enviant les cròniques del judici a Guarini a la redacció del seu periòdic. El cas que intenta entendre i resoldre és què va dur a Guarini a atemptar contra l’obra d’art al temps que s’endinsa en el passat i el present de la protagonista. Mitjançant el seguiment del procés judicial, i l’anàlisi acurada de l’obra de Botticelli, la protagonista fa un viatge intern i reflexiona sobre la seua vida. És tracta de dues històries diferents i aparentment inconnexes, on segons va avançant el relat ens adonem de la correlació i de la complexitat de l’ànima humana.

La lectura de la novel·la m’ha resultat interessant i m’ha agradat, perquè combina el relat intimista i reflexiu –decisions que afecten i condicionen la vida- amb una part més pròpia de les històries de detectius i la novel·la negra, tot al voltant d’un tema tant estimat i estimulant com és l’art i la història.

jueves, 24 de abril de 2014

El azul es un color cálido, de Julie Maroh


Reconec que vaig arribar a aquest còmic gràcies al magnífic film “La vida de Adèle” tot un èxit per part de la crítica i premis aconseguits, entre els quals la Palma d’Or a Cannes en 2013 com a millor pel·lícula i interpretació de les dues actrius protagonistes (Adèle Exarchopoulos i Léa Seydoux). A mi em va seduir des del primer minut –tot i durar 3 hores- perquè la història d’aquestes dues dones, molt ben contada, enganxa i t’endinsa en el seu univers sentimental, en la passió amb la qual viuen la seua relació i com aquesta es desenvolupa i creix. També mostra els entrebancs de fer visible, davant els prejudicis individuals i socials, un amor intens entre dues persones del mateix sexe. Pel que sembla l’autora del còmic no va quedar massa satisfeta amb l’adaptació cinematogràfica. Tot s’ha de dir, la novel·la gràfica inspira el film però hi ha moltes diferències, encara que sota el meu punt de vista capta l’essència de la història contada evidentment amb visions diferents.
Però deixem de banda la pel·lícula, que recomane, i passem al llibre. La jove autora francesa Julie Maroh (Lens, 1985) va publicar en 2010 al seu país la novel·la gràfica Le bleu est une couleur chaude pel qual va guanyar també diversos guardons (Premi autor novell en el Saló del Còmic i de les Arts Gràfiques de Roubaix i Premi del Consell Regional del Festival de Blois –França- tots dos en l’any 2010 a banda del Premi del Públic en el Festival d’Angoulême –França- en 2011). La il·lustració de Maroh és elegant i subtil, construint una història on diferència els tempos, mostrant-nos el present en colors apagats i el passat en tons grisos –llevat dels cabells blaus d’Emma i dels diaris de Clementine. Hi ha delicadesa i molta tendresa en cada traç de l’autora al llarg del relat.


El azul es un color cálido es desenvolupa durant els primers anys del segle XXI i comença quan Emma es dirigeix a casa dels pares de Clementine, després de la mort d’aquesta, per a complir les últimes voluntats de la seua companya: accedir als seus diaris íntims. En aquests Emma recordarà de mans de Clementine la història de la seua parella, des de l’adolescència, passant per la relació i fins a la mort. En el diari Clementine ens mostra l’arribada a l’institut, les seues amistats durant aquell temps, la relació amb un xic i la trobada fortuïta pel carrer amb una parella de xiques. Una d’elles –amb els cabells tenyits de blau- li somriu, a partir d’aquest moment res tornarà a ser igual a la seua vida. Aquest instant serà determinant pels dubtes, la relació amb els altres –familiars i amics-, l’acceptació personal, la sexualitat, les prioritats, etc. La història ens mostra que mai sabem quan ni per on pot arribar l’amor, quan les sensacions d’aquest ens fan vibrar i dins l’estomac ronden papallones, quan fa mal i els obstacles ens fan forts per a superar-los, quan les cicatrius semblen que no acaben mai de tancar-se, en definitiva tot allò que aporten les relacions i la vida: estimar, aprendre i créixer.

La història m’ha agradat molt, si bé narra l’amor homosexual de dues dones davant les dificultats i els prejudicis de la societat actual la identificació amb les protagonistes en algun moment o situació de les seues vides és inevitable. Totalment recomanable.

miércoles, 16 de abril de 2014

La muerte visita al dentista, de Agatha Christie

Agatha Mary Clarissa Miller (1890-1976), más conocida como Agatha Christie, consagró el reinado del género detectivesco durante buena parte del siglo XX gracias a sus inmortales Hércules Poirot y Miss Marple. Cuando en 1920 escribe su primera novela, ya se nos presenta a un distinguido belga con una intuición innata y un don para estar en el lugar indicado, que normalmente suele ser el escenario del crimen. Poirot se hizo imprescindible en muchas de sus novelas más exitosas pero llegó un momento en que incluso el personaje le resultó "insufrible". Poirot "trabajó" como detective accidental hasta 1975, la última novela en la que apareció, pero si no supiera este dato no me sorprendería ver en La muerte visita al dentista (1940) un Poirot crepuscular que recibe críticas por doquier, como si su creadora se vengara de la esclavitud a la que le somete su personaje. Poirot se comporta como un "detective burgués y reaccionario", "superior en muchos aspectos a los demás mortales". 
El egocentrismo de Poirot le lleva a plantearse con suma tranquilidad la resolución de un caso del que el propio investigador acaba reconociendo que le desconcierta. Agatha Christie, que siempre manifiesta un humor muy british, nos pone ante la tesitura de "alegrarnos" de la muerte de un dentista, como si se tratara de una dulce venganza de todos aquellos que acobardados vamos al dentista esperando noticias malas o deseando sufrir solo lo justo. Hasta Poirot tiene que reconocer que el dentista le acongoja. Casualidades de la vida, o no, el día que se arma de valor para visitar al médico, éste aparece asesinado. Como en muchas de las novelas de Agatha Christie, el caso es el típico de "habitación cerrada", es decir, el asesino solo puede estar entre los que estuvieron en la consulta ese día (véase otros ejemplos de "espacio cerrado" como la magistral Asesinato en el Orient Express). Seguidamente toca la ronda de entrevistas con los sospechosos, de los que Poirot extrae sus datos: horas, vestimenta, estado de ánimo, etc. Todo interesa a Poirot, aunque a nosotros como lectores no nos parezca interesante (normalmente Christie juega también con nosotros y nos pone delante detalles importantes camuflados entre datos insignificantes para que nos devanemos los sesos). Normalmente, la autora suele jugar al despiste, presentándonos con luces de neón al principal sospechoso cuyos indicios son bien claros. Sin embargo, Poirot siempre duda, siempre cuestiona, siempre se plantea el siguiente axioma: si los indicios no encajan en una teoría perfecta, la teoría es falsa.
Así, poco a poco, se nos conduce de la mano hacia el desenlace, como casi siempre, desconcertante y sorprendente para el lector, aunque no para Poirot. Está claro que el refinado detective belga no ha perdido facultades pero falta algo de frescura en la metodología, y por si fuera poco la trama es más mundana (aunque se mencione el espionaje y se hable del peligro de fascismo y comunismo), no se produce en un tren recorriendo los Balcanes, o en un barco navegando por el Nilo, o visitando las ruinas de Petra, esa época dorada que Poirot y nosotros anhelamos porque al fin y al cabo Agatha Christie nos ponía en ese tren y en ese barco para compartir la aventura de los grandes viajes.
En suma, estamos ante una novela que no puedo considerar de las fundamentales de la autora, pero sirve para pasar un buen rato.

miércoles, 19 de marzo de 2014

Bruixa de dol, de Maria-Mercè Marçal


Maria-Mercè Marçal (Barcelona, 1952-1998), poeta, traductora, narradora, professora de Llengua i Literatura Catalanes, feminista, dona compromesa amb el seu país,... va ser cofundadora l’any 1973 juntament amb una colla d’amics –també poetes joves com ella- de l’editorial Llibres del Mall, que va treure a la llum l’obra d’aquests autors i la d’altres poetes com J. Brossa o M. Martí i Pol i traduccions de l’obra de Baudelaire.
Coneguda és la seua divisa presentada en el seu primer llibre de poemes (Cau de llunes) on parla del seu triple compromís polític: “A l’atzar agraeixo tres dons: haver nascut dona,/ de classe baixa i nació oprimida./ I el tèrbol atzur de ser tres voltes rebel.” Si en aquesta primera obra s’hi fan referències a qüestions polítiques i socials, a Bruixa de dol ho seran quasi de manera exclusiva de temàtica feminista.
Després de Cau de llunes (1977), el segon llibre de poemes publicat per l’autora va ser Bruixa de dol (1979). Si bé la producció de Marçal és majoritàriament de tipus poètic: Sal oberta i Terra de mai (1982), La germana, l’estrangera (1985), o Llengua abolida (1973-1988) obra completa publicada en 1989 on es fa un recull de la seua obra al temps que s’inclouen els llibres inèdits Escarsers (1980-1982) i Desglaç (1984-1988), i l’obra Raó del cos publicada de manera pòstuma (2000), convé destacar que també va conrear gèneres com la novel·la, La passió segons Renée Vivien (1994), l’assaig amb el recull Sota el signe del drac (2004) o la traducció. Va rebre diferents guardons al llarg de la seua carrera: premi Carles Riba (1976), premi Carlemany (1994), Crítica Serra d’Or (1995), Joan Crexells (1995), Prudenci Bertrana (1995), Institució de les Lletres Catalanes (1996), tots aquests últims per la seua novel·la.
El títol del llibre de poemes (molts d’ells sonets) Bruixa de dol, està influenciat pel llibre de sonets de J. V. Foix Sol, i de dol però també de les cançons populars. Els temes dels quals tracta l’obra són: l’experiència amorosa i sexual, la solitud, la reivindicació del moviment feminista i la denúncia de les desigualtats entre homes i dones. La lluna, la pluja, l’ombra, però sobretot la bruixa, són elements femenins dins el llibre. Aquesta última va de dol per les repressions patides al llarg de la història.


El llibre està dividit en diversos blocs: “Foc de pales”, “Tombant”, “Foguera joana”, “Bruixa de dol”, “Avui les fades i les bruixes s’estimen”, “Els núvols duien confetti a les butxaques”, “Sense llops ni destrals” i “Vuit de març”. La lectura dels poemes ha estat un plaer que recomane i del qual, estic segura, tornaré a gaudir en pròximes relectures, per aquesta raó vull compartir alguns dels seus versos:

Com un peix sense bicicleta
cerco el meu cor entre les ones.
Alço la copa on mor la lluna
en vi molt dolç.

M’he emborratxat de solitud.


Perquè venies sense armes
t’he obert les set portes del castell
i cap guaita no he deixat rere els merlets.
I he llençat l’anell a l’aigua
perquè un peix, o la lluna,
el guardi en el seu ventre.


Per a acabar m’agradaria recomanar, a banda de la lectura del present llibre, el film col·lectiu Ferida arrel: Maria-Mercè Marçal fet per diferents realitzadores i sota la direcció de Fran Ruvira que es va presentar l’any 2012 a la Mostra Internacional Films Dones Barcelona, un film col·lectiu que ens fa reflexionar sobre “la construcció de la mirada i la identitat femenina”.

jueves, 20 de febrero de 2014

Pompeya, de Robert Harris

Un reportero reconvertido en novelista de éxito, especializado en la novela histórica. No hablamos de Arturo Pérez-Reverte sino del inglés Robert Harris (Nottingham, 1957), quien trabajó para la BBC y para el diario Observer. Comenzó a destacar con la novela titulada Patria (1992), planteando una narración distópica en la que Alemania había ganado la Segunda Guerra Mundial. Le siguió Enigma (1995), la única novela que había leído (hasta ésta que reseño), y que me resultó muy interesante porque hablaba de la famosa máquina de encriptación que los submarinos alemanes llevaban para realizar los mensajes cifrados, y que tantos quebraderos de cabeza dieron al servicio de inteligencia británico. Tiene una adaptación cinematográfica más que aceptable.
A partir de 2003 se mete de lleno en la novela histórica romana, con todo el riesgo que supone ambientar correctamente el mundo romano sin caer en los viejos tópicos. Es en ese año cuando publica Pompeya, la novela que narra la famosa erupción del Vesubio del año 79 d.C., hecho bien documentado por las fuentes literarias (Plinio el Joven) y arqueológicas (excavaciones en Pompeya, Herculano, etc.). Después vendría Imperium (2006), sobre la vida de Cicerón. 
En 2007 publica El poder en la sombra (The Ghost en inglés, sobre un "negro" o escritor contratado para escribir unas memorias), que dio pie a una excelente adaptación cinematográfica dirigida por Roman Polanski titulada The ghost writer.
Volviendo a Pompeya, he de decir que cogía la novela con mucho escepticismo porque no todas las incursiones en la novela histórica ambientada en la Antigüedad son exitosas (recuerdo alguna novela de Manfredi olvidable), pero algo tienen los escritores británicos para aunar una rigurosidad en la documentación y un estilo narrativo muy correcto (Lindsey Davis, Simon Scarrow, etc.).
El argumento se centra en la figura del ingeniero Marco Atilio Primo, responsable del Aqua Augusta, el acueducto que provee de agua a toda la bahía de Nápoles, y que por circunstancias desconocidas no funciona. El problema surge tres días antes del famoso 24 de agosto del 79 d.C. Además, Atilio debe averiguar por qué su predecesor en el cargo ha desaparecido, y lidiar al mismo tiempo con las corruptelas de la oligarquía de Pompeya, encarnada en el constructor (qué oportuno) Ampliato, un liberto que con maneras de cacique dicta la ley en la ciudad y controla a los políticos locales de turno, los Popidio, Cuspio, Holconio y Britio.
Muy bien documentada la parte relacionada con el funcionamiento de los acueductos, y se narran con precisión las sucesivas fases de la erupción del Vesubio (la energía térmica liberada durante la erupción supuso unas 100.000 veces la de la bomba atómica de Hiroshima), a saber, la caída de piedra pómez sobre las calles de Pompeya, la llegada de los gases tóxicos a altas temperaturas: "la marea de fina ceniza de un metro de altura que viajaba tras la ola de fuego inundó la ciudad cubriendo el paisaje y amoldándose a cada detalle de las víctimas. La ceniza se endureció y llovió más piedra pómez. En sus cobijos los cuerpos se descompusieron y con ellos, a medida que pasaban los siglos, también el recuerdo de que alguna vez hubiera existido una ciudad en ese lugar".
En 1748 fue redescubierta la ciudad, siendo el futuro Carlos III rey de Nápoles, y comenzaron las excavaciones para fortuna de los arqueólogos, que pudieron conocer de primera mano cómo era una ciudad romana provinciana que llegó a albergar a 20.000 habitantes. Dos mil murieron aquel 24 de agosto.
En definitiva, una narración entretenida en la que de nuevo, a mi parecer, vuelve a sobrar esa historia romántica que muchos escritores están empeñados en colarnos con calzador. No esperes una gran novela.