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jueves, 10 de noviembre de 2011

La campaña afgana, de Steven Pressfield

Después de leer las estupendas novelas Puertas de Fuego (1998) y La conquista de Alejandro Magno (2004), del escritor norteamericano Steven Pressfield, tenía mucha expectación en leer la alabada novela titulada La campaña afgana (2006), que relata la campaña de Alejandro Magno en Afganistán (antiguas Sogdiana y Bactriana) entre el 330-327 a.C.
Si en La conquista de Alejandro Magno se narraban todas la campañas militares del genio militar desde Queronea hasta su muerte, en esta novela, y a través de los ojos de un joven soldado macedonio, Matías, se cuenta con detalle qué significaron para el ejército griego aquellos tres largos años que duró la campaña. Como si estuviera escribiendo para "mostrar" al soldado estadounidense que ha invadido Afganistán la dureza de este tipo de guerra de guerrilla, para decirle "mira lo que la historia nos debería enseñar y no aprendemos", nos cuenta que en la Antigüedad, el mejor ejército con el mejor general necesitó tres años para "pacificar" la región, y que todo aquello que es la guerra en territorio hostil lo padecieron en sus carnes los sufridos soldados macedonios, como mucho después los británicos en el siglo XIX o los rusos en la década de los 80 del siglo pasado. Y es que Afganistán es una tierra inhóspita cuyos pueblos defienden cada palmo de tierra hasta la última gota de sangre, puesto que la invasión significa la pérdida de libertad y la libertad merece el sacrificio de tantas vidas humanas. En la visión del soldado macedonio, de Matías concretamente, la guerra no es lo que se esperaba cuando se alistó, no es gloria y honor, es mas bien lo que ya sabíamos: miedo, vergüenza, cansancio, hastío, odio, asco y muerte. Todo eso siente Matías mientras el ejército macedonio arrasa aldeas, asesina ancianos y niños, esclaviza mujeres, aunque Matías no sea de los soldados que se enorgullecen de matar inocentes. La guerra con su cara más cruel, la guerra para la que los macedonios y Alejandro no están preparados porque el enemigo no plantea una batalla frontal sino que ataca y se esconde, huye y regresa, se rinde y vuelve a levantarse, un enemigo que nunca descansa, del que no puedes fiarte porque no sabes quién es tu amigo, ésa es la guerra de guerrillas. 
El problema es que Pressfield hace hincapié en que para ganar una guerra así solo vale el exterminio, puesto que quien lucha por su libertad nunca dejará de luchar, no es que lo justifique o esté a favor, sino que parece ser el único camino, un camino que ningún ejército debería recorrer. ¿Mensaje para EEUU en su guerra en Afganistán? ¿Está diciendo Pressfield que no vale la pena malgastar vidas de soldados por someter una tierra hostil que nunca se rendirá? Alejandro Magno entendió que después de tres años, podía poner fin a la guerra casándose con una hija de uno de los señores de la guerra, Roxana, con lo que pacificada la región, pudo seguir hacia la India.
En fin, una novela entretenida (incluso el desenlace final cuando Matías va a casarse con una afgana de la que se ha enamorado) que no defraudará porque nos enseña que la guerra puede tener distintos protagonistas pero siempre muestra la misma cara.

viernes, 9 de julio de 2010

La conquista de Alejandro Magno, de Steven Pressfield


The Virtues of War (2004), del escritor nacido en Port of Spain (Trinidad), Steven Pressfield, es una novela fascinante de la primera a la última página. Supongo que el cambio de título en castellano se explica para enganchar más compradores ya que Alejandro Magno es una figura histórica muy atrayente para el lector avezado y para el que no lo es tanto en la historia de la Antigüedad. Cuando leí Puertas de Fuego (1998), sobre la batalla de las Termópilas, cuya reseña puede leerse en este blog, ya dije que había descubierto un excelente narrador de la guerra en el mundo antiguo. Este libro me lo confirma.
Los capítulos están titulados con las virtudes de la guerra: la voluntad de luchar, el afán de gloria, el dominio de sí mismo, la vergüenza ante el fracaso, el desprecio por la muerte, la paciencia, el instinto de matar, el amor por los camaradas y el amor por nuestros enemigos.
La novela cuenta toda la campaña de Alejandro Magno en Asia, aunque comienza con una magistral descripción de la batalla de Queronea. Quien cuenta y describe todo es el propio Alejandro en persona, y además en presente, relatando todo lo que ha pasado desde Queronea hasta el 326 a.C., cuando el ejército de Alejandro se encuentra en el río Hidaspes, dispuesto a entablar su última batalla, y el rey le cuenta a uno de sus pajes, Itanes, todas las peripecias del mejor ejército que haya conocido el mundo antiguo. Por cierto, en 2006 Pressfield publicó La campaña afgana, una novela que todavía no he conseguido y que describe la campaña de Alejandro Magno en Afganistán (el sentido didáctico y la comparación con la forma en la que el ejército estadounidense está haciendo la guerra en ese país es muy oportuna).
Lo más sobresaliente de la novela son sin duda las descripciones de batallas: Queronea, Granico, Iso, Gaugamela. Son un auténtico manual para estudiosos de la historia militar, de la forma de luchar de la falange macedonia, de la disposición en el campo de batalla, del análisis de las fuerzas enemigas, sus puntos débiles, del conocimiento de la capacidad de los generales, tanto propios como enemigos. He disfrutado como un enano con estas batallas, porque Alejandro explica todo lo que hace y por qué lo hace.
Es una novela que se centra en el aspecto más militar de la campaña de Alejandro en Asia, son más bien secundarios las cuestiones políticas y culturales de la conquista de Asia. Es un novelón si lo que uno busca son batallas, y aquí se describen las principales, las que hicieron de Alejandro un genio militar, probablemente el mayo genio militar de la historia hasta Napoleón.
El capítulo 6 (La paciencia) es un auténtico manual del arte de la guerra (como el de Sun Tzu): "No hay ninguna arma en la guerra superior a la velocidad", "todas las tácticas en la guerra convencional buscan obtener un único resultado: abrir una brecha en la línea enemiga", "sé conservador hasta el momento crucial. Luego golpea con toda la violencia de que dispongas", "solo necesitamos ganar en una parte del campo, siempre y cuando esta sea la decisiva".
También encontramos interesantes reflexiones sobre el arte de la guerra:
"El oficial recién nombrado cree que el rey manda a su ejército. ¡Ni de lejos! El ejército lo gobierna. Debe alimentar su apetito de novedad y aventura, mantenerlo en condiciones y confiado (pero no demasiado, so pena de que se vuelva insolente), disciplinarlo, mimarlo, recompensarlo con botines y premios pero hacer todo lo necesario para que se lo gaste en bebidas y mujeres, de forma que esté ansioso por marchar y combatir de nuevo".
"La guerra es teatro, y la esencia del teatro es el artificio. Lo que mostramos es lo que no haremos. Lo que no mostramos es lo que haremos."
"Después de una batalla, un hombre herido se siente solo y abandonado.... Es frecuente que un hombre herido crea que ha fracasado... Un hombre herido se siente disminuido y desconsolado, pero por encima de todo se siente mortal. Ha olido el aliento del infierno y siente que la tierra se abre debajo de él."
Las más interesantes reflexiones son aquellas relacionadas con la guerra de guerrillas entre un ejército convencional y las tribus afganas. Alejandro sabe cómo hacer la guerra a estas tribus y reorganiza el ejército para hacerlo más ligero, móvil y autónomo (como las fuerzas romanas en los siglos IV-V d.C. que deben defender un extenso limes en el Rin y el Danubio). Todo lo referente a Afganistán suena a didáctica para las tropas estadounidenses que no pueden acabar con las tribus afganas. Pressfield está diciendo: "así lo hizo Alejandro". Solo que Alejandro solo contemplaba un camino para lograr la victoria: el exterminio, nunca la negociación. "Para vencer, tienes que ser más terrible que ellos. La persecución es la esencia de la guerra contra el lobo [los afganos], y con esto me refiero a una persecución que solo acaba cuando se acorrala y se mata al último enemigo". Lo que pasa es que en el mundo antiguo el exterminio de pueblos era un hecho aceptado, hoy en día eso es genocidio y es un crimen contra la humanidad.

Decir que esta novela es absolutamente recomendable es quedarme corto, es imprescindible si te gusta la historia de la guerra en el mundo antiguo.

domingo, 26 de abril de 2009

Puertas de fuego, de Steven Pressfield


"Ve a decirles a los espartanos,
extranjero que pasas por aquí,
que, obedientes a sus leyes,
aquí yacemos."

Puertas de fuego, de Steven Pressfield, es una novela histórica escrita en 1998 que narra con cuidado detalle la batalla de las Termópilas entre espartanos y aliados griegos contra persas allá por el 480 a.C. No conocía nada del autor hasta que en la web de Hislibris vi la cantidad de comentarios que había generado este libro, lo cual picó mi curiosidad. Steven Pressfield es un novelista americano que se ha especializado en novelas históricas militares ambientadas en la Antigüedad (Vientos de guerra, La conquista de Alejandro Magno, La campaña afgana, son otros de sus títulos). Hay dos datos de este autor cuando menos curiosos, uno, que fue marine de los EEUU y otro, que este libro es lectura obligatoria en la Academia Militar de EEUU y en el Instituto Militar de Virginia.
El autor no cuenta la batalla a través de sus personajes principales, como Leónidas, el rey de Esparta, o Jerjes, el rey persa, sino a través de los ojos del griego Xeones, que de niño debe abandonar su ciudad natal Astakos al ser saqueada por los argivos, y acaba yendo a Esparta, la polis del Peloponeso, para servir en el ejército espartano. Xeones relata la historia como prisionero de los persas al rey Jerjes mientras se encuentra malherido, después de la batalla de las "Puertas Calientes" (como se conoce a las Termópilas porque existían en ese lugar del norte de Grecia unos baños de agua caliente). Eso le permite al autor comenzar mucho antes de la batalla, cuando Xeones va describiendo las severas costumbres de la sociedad espartana, el entrenamiento durísimo al que son sometidos los jóvenes espartíatas, la estructura social de Esparta (con sus esclavos ilotas), las leyes, etc. Porque el autor es consciente que no es posible entender el sacrificio de las Termópilas sin conocer antes los valores de los espartanos, y en eso, el autor se explaya durante gran parte de la novela. Asistimos así en boca de uno de los oficiales espartanos, Polínices, a una defensa de los valores militares, de la guerra, de la disciplina, del compañerismo, del valor, en el sentido de que es la guerra lo que extrae del hombre lo mejor de sí mismo, aunque también lo peor. Ese pasaje sobre el valor de la guerra me ha recordado algunos puntos ideológicos de la ideología nazi, que vio en Esparta un modelo a seguir. Pero ojo, Esparta y su sociedad guerrera, con sus valores de exaltación de la disciplina y el valor no son más que manifestaciones del mundo antiguo, donde la guerra, los saqueos, las masacres, forman parte de una realidad que no podemos extrapolar al presente. Que el autor ponga en palabras de un espartano la defensa de los valores militares como virtud tiene lógica en el mundo antiguo. Además de Xeones, otros personajes adquieren protagonismo a lo largo de la novela, como Alexandros, Gallo, y sobre todo Dienekes, el cual hace una definición del phobos, del miedo, y de cómo un espartano debe vencerlo, muy interesante. El miedo forma parte del soldado y cuando los griegos defienden el paso de las Termópilas (que no son únicamente los 300 Iguales espartanos, también hay atenienses, tespios, micénicos, etc., que luchan con un valor igual a los espartanos, hasta un total de 4000 soldados aproximadamente), tienen miedo (algunos incluso se mean encima antes de la batalla), piensan en sus familias, en aquello que dejan atrás para salvaguardar Grecia del yugo persa. Tal vez el autor hace demasiado hincapié en que el sacrificio espartano es en aras de la libertad que defiende Grecia frente a la tiranía que viene de Oriente, es cierto, pero no olvidemos que en Grecia existe la esclavitud y que las polis están gobernadas por la aristocracia.
Sobre las cifras que el autor proporciona tengo que decir que son bastante realistas en cuanto a los griegos pero totalmente fantasiosas en cuanto a los persas, como si elevar las cifras de las hordas persas que invadieron Grecia diera más valor a la resistencia durante 6 días en las Termópilas, ya que el autor habla de dos millones de soldados al servicio de Jerjes (soldados de muchas naciones subyugadas por el rey persa). No creo posible que en la Antigüedad un rey pudiera movilizar tal magnitud de hombres, en cambio, algunos historiadores hablan de una fuerza de 200 mil hombres, que siendo una cifra increíble para las que se manejan en la Antigüedad, resulta más aceptable.
Por otro lado, el estilo narrativo es muy bueno, los personajes están bien caracterizados, sobre todo Xeones, Alexandros y Dienekes, aunque no son los personajes femeninos (Diómaca, Aretes) el fuerte de Steven Pressfield, la historia engancha a medida que llega la batalla famosa, y es sin duda en la batalla donde el autor echa el resto y hace un relato en el que la sangre, el sudor y el esfuerzo de cada soldado griego acabas por sentirlo en tu misma piel y el deseo de que los espartanos sobrevivan a la batalla crece a medida que la batalla se desarrolla. Es magnífico el relato de la batalla y solo por esto merece la pena esta novela. Además, el autor no convierte a los espartanos en héroes casi invencibles como Heracles o Aquiles, sino en magníficos soldados que conocen su oficio y que lucharán y morirán como héroes, como hombres que durante 6 días resistieron para que Grecia tuviera un futuro "libre" del yugo persa.
Es una novela muy recomendable que he disfrutado y que convierte a Steven Pressfield en un gran narrador de la guerra y sobre todo de qué es lo que pasa por la mente del soldado cuando está a punto de luchar. Si tienes oportunidad de leerla, no lo dudes, no defrauda.
"El zorro conoce muchos trucos; el erizo solo conoce uno, pero es muy bueno." Arquíloco.