Decimosexta novela de la famosa
saga de Aubrey y Maturin ambientada en las guerras napoleónicas (1792-1815), y
que recrea con precisión quirúrgica la apasionante vida en el mar, tan distinta
de la vida “tierra adentro”. Publicada en 1993, si como lector has llegado
hasta aquí (la saga la componen 20 libros), y has sobrevivido al ingente
aluvión de términos náuticos sin marearte, enhorabuena. Lo digo sin ningún
sarcasmo, puesto que yo mismo soy fan de las aventuras del capitán Jack Aubrey
y del doctor y espía irlandés Stephen Maturin, y no me considero un experto en
cuestiones marinas, y me conformo con distinguir donde está estribor, babor,
popa, proa, y los mástiles principales de una fragata.
En una época apasionante de la
navegación en la que el viento y las corrientes marinas son motores fundamentales
de los barcos, es lógico que la descripción del trabajo de los marineros a
bordo de un barco siga una rutinaria tarea de arrizar velas, limpiar cubiertas,
hacer mediciones de la posición del barco, etc., etc., y esta “ambientación” es
necesaria en toda novela de Patrick O’Brian, aunque creamos que genera pesadez
y aburrimiento. Las cosas pasan aunque con un ritmo distinto y cuando se
entiende esto, entonces se disfrutan mucho estos libros.
En esta entrega, la fragata
Surprise, con patente de corso otorgada por el gobierno británico, navega por
aguas del Pacífico sur con dirección a Callao (Perú), en la que Stephen Maturin
debe desempeñar una misión secreta que posibilite la vía de la revolución y
posible independencia de la colonia española (curiosamente en un momento,
suponemos que 1812-13, aunque no se especifica, en que los británicos son
aliados de los españoles en la guerra peninsular contra los franceses). Los
franceses también están interesados en lo mismo, en destruir el imperio español
en América, y de paso arruinar la estrategia británica. Sabemos que la
revolución de las colonias españolas en América ya estaba en marcha en algunos
territorios desde 1810, como Chile, aunque no en Perú, último territorio en
permanecer bajo el dominio español. A nivel político podríamos diferenciar los
modelos que tanto ingleses como franceses querían implantar: abolicionismo,
libertades, monarquía o república, etc., pero realmente de lo que se trata es
de aumentar la influencia económica de estas metrópolis, y a nivel interno, que
la burguesía criolla obtenga el poder político y el prestigio que España le
niega (“Por lo que respecta a la opinión pública aquí en Perú, creo que está
bastante a favor de la independencia, especialmente porque el actual virrey ha
tomado algunas medidas impopulares que favorecen a los nacidos en España y van
en detrimento de los nacidos aquí”).
Si de camino a Perú, la Surprise
ejerce como barco corsario, mejor que mejor, y como Jack Aubrey sigue siendo
“el afortunado”, caerán varias presas, entre ellas un barco corsario
norteamericano, el Franklin, y un barco pirata, el Alastor. Realmente hacer el
corso no es más que robar a otros barcos mercantes o de guerra con permiso de
un gobierno, una actividad de la que Maturin encuentra objeciones: “Es
vergonzoso sentir placer en quitar a otros hombres sus pertenencias a la
fuerza, abiertamente, legalmente y recibir felicitaciones e incluso condecoraciones…”.
Por cierto, uno lee la sinopsis
de la contraportada, donde se dice que el gran momento de la novela es el paso
de la fragata Surprise por el cabo de Hornos, e imagina que esto ocurrirá
pronto, cuando ocurre al final, aunque tengo que reconocer que está muy bien
narrado porque al peligro de un barco de guerra norteamericano que se cruza con
la fragata, se une la amenazante presencia de bloques de hielo capaces de
perforar el casco del barco y acabar con la afortunada travesía de la Surprise.
Lo cierto es que después de un larguísimo viaje, la fragata pone rumbo por fin
a Inglaterra para tomar un breve descanso, porque la guerra contra los
franceses continúa y las aventuras de Aubrey y Maturin, aunque están pronto a
terminar, nos siguen esperando en el horizonte.
¿Cómo lo descargo?
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