Animado por el buen sabor de boca que me dejó la primera entrega del comisario Montalbano, decidí leer el segundo volumen de la saga, El perro de terracota. Tengo que decir que Camilleri vuelve a engancharme desde la primera página a través de diversas tramas que se van entrelazando a lo largo de la novela (un robo absurdo en un supermercado, un asesinato cometido durante la Segunda Guerra Mudial). Armado como siempre de su natural perspicacia para los casos complejos Montalbano va tirando poco a poco del hilo hasta que nos lleva a un final sorprendente. Porque los casos en los que trabaja el comisario tienen una presentación, un nudo y un desenlace, se resuelve la trama como si de Agatha Christie se tratara pero sin reunir a los sospechosos en una sala, vamos. Algunos personajes que rodean a Montalbano comienzan a tener más presencia de la que tenían en la primera novela, como su novia Livia o los miembros de la comisaría de Vigata, y por supuesto siempre está la mafia (cuya presencia testimonial aunque con trágicas consecuencias sirve para encaminar la historia por donde a Camilleri le interesa).
Montalbano cae bien porque es un comisario tranquilo que pocas veces recurre a su pistola o a sus puños (no es un Philip Marlowe), salvo cuando es necesario, vive la vida de forma pausada, come bien, duerme eso sí poco y piensa mucho, un detective en el que se puede confiar.
Espero que los libros siguientes de la saga sigan siendo tan interesantes como los dos primeros.
Montalbano cae bien porque es un comisario tranquilo que pocas veces recurre a su pistola o a sus puños (no es un Philip Marlowe), salvo cuando es necesario, vive la vida de forma pausada, come bien, duerme eso sí poco y piensa mucho, un detective en el que se puede confiar.
Espero que los libros siguientes de la saga sigan siendo tan interesantes como los dos primeros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario