En busca del fuego es el título en castellano de la novela francesa La guerre de feu, una novela ambientada en la prehistoria escrita por el francés J.H. Rosny en 1909, que ya conoció en su época un gran éxito y que puede considerarse la primera del género de la novela prehistórica. Se hizo famosa a raíz de su adaptación para el cine por Jean-Jacques Annaud en 1983, aunque la película no es del todo fiel al libro.
El argumento es sencillo: la tribu de los Ulhamr pierde el fuego y puesto que es vital para su supervivencia, dos expediciones salen en su busca. La historia se centra en una de ellas, la que protagonizan tres hombres, Naoh, Nam y Gau, que vivirán en su periplo innumerables peligros (un enfrentamiento con el oso cavernario, los Devoradores de Hombres, los Enanos Rojos, el león-tigre, etc.) con tal de lograr tan preciado elemento. Además, el viaje proporciona algo muy valioso a los protagonistas, y es la experiencia en sí, el descubrimiento de valiosos conocimientos que después se transmitirán de generación en generación, porque los viajes se cuentan alrededor del fuego en las largas noches de invierno.
Todo lo que había leído de novela prehistórica son las apasionantes 5 novelas de la saga Los Hijos de la Tierra, de Jean M. Auel, que comienza con un libro que leí en primero de carrera y que luego he vuelto a leer: El Clan del Oso Cavernario, un libro imprescindible en mi lista de preferidos que me emocionó mucho. Si has leído a Auel sabrás que sus descripciones del paisaje, vegetación y fauna son exhaustivas, y me quedo corto. ¿Pero cómo entender la interrelación del hombre con la naturaleza sin comprender cómo es ésta?
Rosny también hace uso de descripciones muy detalladas, pero con el valor añadido de hacerlo en 1909, cuando el conocimiento de la Prehistoria no era tan completo como ahora. La novela parece empezar dubitativa, como si costara "ambientarse" en ella, pero cuando avanza la historia, sufres con las aventuras de los protagonistas, comprendes sus anhelos por conseguir el fuego y esperas que lo consigan y que además vuelvan los tres sanos y salvos a casa. Porque una novela en la que el hilo argumental se basa en un viaje siempre tiene esa emoción de conseguir un objetivo y de volver a casa (véase la Odisea).
El fuego es ese objetivo y tiene un valor incalculable para los pueblos primitivos, da vida, calor, luz, pero sobre todo protege al hombre de aquellas criaturas con las que tiene que enfrentarse para sobrevivir. El hombre aquí está en desventaja, compite por su supervivencia pero sale airoso porque tiene inteligencia, relaciona las causas con los efectos y aunque no comprende los fenómenos de la naturaleza, como el origen del fuego, acaba aprendiendo que el fuego se puede dominar, se puede crear, y este conocimiento marca la diferencia definitiva entre el hombre y los seres vivos que le rodean.
Me ha gustado mucho la novela y creo que, aunque evidentemente no pueda compararse a los novelas de Auel, y aunque el vocabulario de la novela llega a ser muy barroquizante en muchos momentos para nuestro gusto actual, es un relato que no puedes perderte. En la valentía del guerrero Naóh vemos el esfuerzo del hombre por comprender la naturaleza y por dominarla poco a poco.
El argumento es sencillo: la tribu de los Ulhamr pierde el fuego y puesto que es vital para su supervivencia, dos expediciones salen en su busca. La historia se centra en una de ellas, la que protagonizan tres hombres, Naoh, Nam y Gau, que vivirán en su periplo innumerables peligros (un enfrentamiento con el oso cavernario, los Devoradores de Hombres, los Enanos Rojos, el león-tigre, etc.) con tal de lograr tan preciado elemento. Además, el viaje proporciona algo muy valioso a los protagonistas, y es la experiencia en sí, el descubrimiento de valiosos conocimientos que después se transmitirán de generación en generación, porque los viajes se cuentan alrededor del fuego en las largas noches de invierno.
Todo lo que había leído de novela prehistórica son las apasionantes 5 novelas de la saga Los Hijos de la Tierra, de Jean M. Auel, que comienza con un libro que leí en primero de carrera y que luego he vuelto a leer: El Clan del Oso Cavernario, un libro imprescindible en mi lista de preferidos que me emocionó mucho. Si has leído a Auel sabrás que sus descripciones del paisaje, vegetación y fauna son exhaustivas, y me quedo corto. ¿Pero cómo entender la interrelación del hombre con la naturaleza sin comprender cómo es ésta?
Rosny también hace uso de descripciones muy detalladas, pero con el valor añadido de hacerlo en 1909, cuando el conocimiento de la Prehistoria no era tan completo como ahora. La novela parece empezar dubitativa, como si costara "ambientarse" en ella, pero cuando avanza la historia, sufres con las aventuras de los protagonistas, comprendes sus anhelos por conseguir el fuego y esperas que lo consigan y que además vuelvan los tres sanos y salvos a casa. Porque una novela en la que el hilo argumental se basa en un viaje siempre tiene esa emoción de conseguir un objetivo y de volver a casa (véase la Odisea).
El fuego es ese objetivo y tiene un valor incalculable para los pueblos primitivos, da vida, calor, luz, pero sobre todo protege al hombre de aquellas criaturas con las que tiene que enfrentarse para sobrevivir. El hombre aquí está en desventaja, compite por su supervivencia pero sale airoso porque tiene inteligencia, relaciona las causas con los efectos y aunque no comprende los fenómenos de la naturaleza, como el origen del fuego, acaba aprendiendo que el fuego se puede dominar, se puede crear, y este conocimiento marca la diferencia definitiva entre el hombre y los seres vivos que le rodean.
Me ha gustado mucho la novela y creo que, aunque evidentemente no pueda compararse a los novelas de Auel, y aunque el vocabulario de la novela llega a ser muy barroquizante en muchos momentos para nuestro gusto actual, es un relato que no puedes perderte. En la valentía del guerrero Naóh vemos el esfuerzo del hombre por comprender la naturaleza y por dominarla poco a poco.
No hay comentarios:
Publicar un comentario