jueves, 20 de febrero de 2014

Pompeya, de Robert Harris

Un reportero reconvertido en novelista de éxito, especializado en la novela histórica. No hablamos de Arturo Pérez-Reverte sino del inglés Robert Harris (Nottingham, 1957), quien trabajó para la BBC y para el diario Observer. Comenzó a destacar con la novela titulada Patria (1992), planteando una narración distópica en la que Alemania había ganado la Segunda Guerra Mundial. Le siguió Enigma (1995), la única novela que había leído (hasta ésta que reseño), y que me resultó muy interesante porque hablaba de la famosa máquina de encriptación que los submarinos alemanes llevaban para realizar los mensajes cifrados, y que tantos quebraderos de cabeza dieron al servicio de inteligencia británico. Tiene una adaptación cinematográfica más que aceptable.
A partir de 2003 se mete de lleno en la novela histórica romana, con todo el riesgo que supone ambientar correctamente el mundo romano sin caer en los viejos tópicos. Es en ese año cuando publica Pompeya, la novela que narra la famosa erupción del Vesubio del año 79 d.C., hecho bien documentado por las fuentes literarias (Plinio el Joven) y arqueológicas (excavaciones en Pompeya, Herculano, etc.). Después vendría Imperium (2006), sobre la vida de Cicerón. 
En 2007 publica El poder en la sombra (The Ghost en inglés, sobre un "negro" o escritor contratado para escribir unas memorias), que dio pie a una excelente adaptación cinematográfica dirigida por Roman Polanski titulada The ghost writer.
Volviendo a Pompeya, he de decir que cogía la novela con mucho escepticismo porque no todas las incursiones en la novela histórica ambientada en la Antigüedad son exitosas (recuerdo alguna novela de Manfredi olvidable), pero algo tienen los escritores británicos para aunar una rigurosidad en la documentación y un estilo narrativo muy correcto (Lindsey Davis, Simon Scarrow, etc.).
El argumento se centra en la figura del ingeniero Marco Atilio Primo, responsable del Aqua Augusta, el acueducto que provee de agua a toda la bahía de Nápoles, y que por circunstancias desconocidas no funciona. El problema surge tres días antes del famoso 24 de agosto del 79 d.C. Además, Atilio debe averiguar por qué su predecesor en el cargo ha desaparecido, y lidiar al mismo tiempo con las corruptelas de la oligarquía de Pompeya, encarnada en el constructor (qué oportuno) Ampliato, un liberto que con maneras de cacique dicta la ley en la ciudad y controla a los políticos locales de turno, los Popidio, Cuspio, Holconio y Britio.
Muy bien documentada la parte relacionada con el funcionamiento de los acueductos, y se narran con precisión las sucesivas fases de la erupción del Vesubio (la energía térmica liberada durante la erupción supuso unas 100.000 veces la de la bomba atómica de Hiroshima), a saber, la caída de piedra pómez sobre las calles de Pompeya, la llegada de los gases tóxicos a altas temperaturas: "la marea de fina ceniza de un metro de altura que viajaba tras la ola de fuego inundó la ciudad cubriendo el paisaje y amoldándose a cada detalle de las víctimas. La ceniza se endureció y llovió más piedra pómez. En sus cobijos los cuerpos se descompusieron y con ellos, a medida que pasaban los siglos, también el recuerdo de que alguna vez hubiera existido una ciudad en ese lugar".
En 1748 fue redescubierta la ciudad, siendo el futuro Carlos III rey de Nápoles, y comenzaron las excavaciones para fortuna de los arqueólogos, que pudieron conocer de primera mano cómo era una ciudad romana provinciana que llegó a albergar a 20.000 habitantes. Dos mil murieron aquel 24 de agosto.
En definitiva, una narración entretenida en la que de nuevo, a mi parecer, vuelve a sobrar esa historia romántica que muchos escritores están empeñados en colarnos con calzador. No esperes una gran novela.

2 comentarios:

  1. Fa temps que el vaig llegir i em va agradar. la part històrica de la descripció del clavegueram és força curiosa, en el seu dia em va sembla ben documentada. M'ho vaig passar bé llegint-la.

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  2. Jo en canvi no l'he gaudit tant. No està mal, aprova, però no és per a un notable, diguem...

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