viernes, 26 de julio de 2013

Odessa, de Frederick Forsyth

Odessa o El expediente Odessa (The Odessa file, 1972) fue la segunda novela del británico Frederick Forsyth (1938), también un éxito rotundo de ventas, tras el bombazo que fue Chacal (1970). El éxito de la novela está cimentado en un tema delicado en la Alemania occidental de los años 70, la persecución de los nazis, concretamente de los criminales de las SS desperdigados por el mundo (principalmente Argentina, Brasil y Egipto) o viviendo en Alemania bajo una identidad falsa.
Para escapar y ocultarse, evitando los procesos judiciales, y al mismo tiempo para introducirse paulatinamente en las diferentes capas del poder político, económico y social de la Alemania occidental, existía una organización secreta de ex nazis llamada ODESSA, a que Forsyth puso en el candelero con esta novela.
El personaje principal de la novela, el periodista Peter Miller se encuentra por accidente con el Diario de un judío que sobrevivió al holocausto en el guetto de Riga, y sufrió en sus carnes al criminal comandante del guetto, el SS Eduard Roschmann, más conocido como el Carnicero de Riga (personaje real). En seguida, Miller se toma como un trabajo personal y con una motivación que solo conocemos al final, la captura de Roschmann, que vive en Alemania bajo otra identidad, y que junto a otros miembros de ODESSA, preparan unos misiles para que Egipto pueda atacar a Israel. La investigación se desarrolla entre noviembre de 1964 (comienza el día del asesinato de Kennedy) y llega a principios de 1965, y Miller va tirando del hilo con excesivas dificultades (las trabas burocráticas y judiciales para poder investigar a los criminales de las SS son insalvables, y esto no es un recurso novelesco de Forsyth, era la realidad en la Alemania de entonces). Recomiendo fervientemente el documental “La persecución de los nazis”, donde Simón Wiesenthal, y por otro lado Beate Klarsfeld y su marido Serge Klarsfeld, cazanazis, se las ven y se las desean para poder llevar a la justicia a criminales que viven impunemente en Alemania o en otros lugares del mundo. Precisamente el judío vienés, Wiesenthal, otro personaje real introducido en el relato de ficción, abrirá los ojos a Miller sobre la causa de las trabas para conseguir localizar a miembros de las SS: instituciones como la policía, los partidos políticos, incluso el poder judicial, admitió a antiguos nazis en sus filas a modo de reinserción en la vida civil. Wiesenthal había descubierto el paradero en 1960 de Adolf Eichmann, uno de los responsables de los “trenes de la muerte” y proporcionó la información al servicio secreto israelí, el Mossad, que fue a Argentina, lo llevó a Jerusalén y fue condenado a muerte por crímenes de guerra. El procedimiento fue más rápido que si hubiera dado parte a la justicia alemana.
Eichmann siempre dijo en su defensa que él solo cumplía órdenes, y es precisamente lo que los miembros de las SS, el cuerpo encargado de custodiar los campos de exterminio y de hacer la “limpieza” de judíos en toda Europa, siempre argumentaron, a saber: ellos solo cumplían órdenes y no las cuestionaban moralmente, aunque enviaran a la muerte a millones de judíos.
Forsyth incide sobre la idea extendida en Alemania sobre la culpa colectiva de todos los alemanes por haber permitido o perpetrado el Holocausto, la masacre de 6 millones de judíos. Al repartirse la culpa entre todos los alemanes (tal como se insistía en las escuelas alemanas de la posguerra) se incidía en la idea de que el alemán que no había hecho nada por evitar los actos criminales y había mirado para otro lado era tan culpable como los que activaban las cámaras de gas. Sin embargo hoy sabemos que hubo una fuerte oposición dentro de Alemania a las atrocidades de los nazis (se calcula que un millón de opositores alemanes murieron o fueron hechos prisioneros, inaugurando el campo de concentración de Dachau para ellos, para los que eran comunistas, socialdemócratas o simplemente aquellos que no se plegaban al régimen nazi; véase el caso de Sophie Scholl). Por tanto la labor persecutoria de toda oposición por parte de la Gestapo eliminó cualquier atisbo de protesta ante los crímenes de guerra. Incluso las purgas en el ejército alemán (con varios intentos de asesinar a Hitler) se hicieron para evitar cualquier disidencia hacia el régimen nazi (como había hecho Stalin en los años 30).
Forsyth prefiere en cambio acabar con el mito de la culpa colectiva y señalar con el dedo a los verdaderos culpables, aquellos miles de criminales de las SS que deben ser llevados ante la justicia y pagar por sus crímenes. El escritor centra la novela en la figura siniestra del SS Eduard Roschmann, y la verdad es que conocer la vida de este nazi real responsable de la muerte de miles de judíos en los campos de concentración cercanos a Riga es espeluznante. En la vida real, este austríaco murió en 1977 en Asunción (Paraguay), a pesar de tener una orden de extradición expedida por el gobierno alemán a las autoridades argentinas, donde había vivido.
Es precisamente la aparición en esta novela lo que lo convierte en un siniestro SS famoso para la opinión pública internacional y es cuando se le apoda como el Carnicero de Riga al conocerse las cifras de las matanzas de judíos (tanto alemanes como letones) que él ordenó como comandante de un campo en Kaiserwald.
Desgraciadamente, los “patriotas” de las SS, mientras alentaban a los soldados alemanes, muchos ya niños, que defendieran hasta la última gota de sangre la capital (batalla de Berlín) ante las hordas rusas, llevaban preparando desde hacía meses su huida de Alemania, a través de la llamada “ruta de las ratas”. Esta ruta iba por Suiza (donde las SS habían depositado en los bancos suizos miles de lingotes de oro producto del saqueo de las posesiones de los judíos que les servirían para darse la buena vida después de la guerra) hasta Italia, y de ahí, con pasaporte de Cruz Roja o ayuda de algún obispo católico, pasando por la España de Franco (donde algunos se quedaron en la costa alicantina), terminar en la Argentina de Perón, abiertamente pronazi y refugio tranquilo de muchos criminales de las SS. Incluso Evita Perón utilizaba el avión presidencial para ir a Suiza y recoger los lingotes de oro para los nazis, cobrando comisión por ello, claro. Otros huyeron al Egipto del dictador Nasser, evidentemente país antijudío. Se calcula que unos 7 mil criminales de las SS escaparon de Alemania para llevar una nueva vida, entre los más tristemente famosos el médico de Auschwitz, el doctor Joseph Mengele (escondido en Brasil) o el médico de Mathausen, Aribert Heim (supuestamente fallecido en 1992 en Egipto). Estos nunca fueron capturados, a pesar de los esfuerzos de cazanazis como Wiesenthal, aunque sí otros como Eichmann. Realmente en los juicios de Nuremberg celebrados en 1945-1946 para juzgar a los criminales nazis, solo estaban aquellos que no habían preparado bien su huida, y solo eran unos pocos en comparación con los que huyeron.
Aunque me he extendido en la contextualización histórica, creo que era necesario para comprender la novela de Forsyth, que para mí es una abierta crítica a la lentitud de la justicia para capturar a los nazis prófugos y un ácido ataque al victimismo del pueblo alemán.

La novela vale mucho la pena e invita a reflexionar sobre la impunidad de la que muchos criminales del pasado, y otros del presente (dictadores africanos o sudamericanos; crímenes del franquismo nunca revisados en España) disfrutan gracias a una justicia que dista mucho de ser justa por ser lenta y arbitraria. Los crímenes que comete una dictadura nunca deben ser olvidados y no prescriben nunca, no valen leyes de silencio y amnistía, hay que saber qué pasó y que aquellos que cometieron asesinatos paguen por ello.

domingo, 21 de julio de 2013

Violetas de marzo, de Philip Kerr

Philip Kerr (Edimburgo, 1956) es un escritor escocés que estudió Derecho y trabajó como publicista antes de publicar esta novela, Violetas de marzo (1989), cuyo éxito le llevaría a consagrarse a la escritura.
Con Violetas de marzo inició una serie de novela negra denominada Berlin noir, ambientada en el Berlín nazi de 1936 y protagonizada por un carismático detective privado llamado Bernie Gunther. Lo que en un principio fue una tetralogía ha acabado convirtiéndose en una serie de 8 novelas, la última publicada en 2011 (Praga mortal). También ha escrito otras novelas policíacas ambientadas en otras épocas.
Bernie Gunther es un ex poli de la Kripo que trabaja como detective privado en un Berlín convulso dominado enteramente por los nazis, que abruman de propaganda nacionalsocialista los días previos a la celebración de los Juegos Olímpicos, aquellos en los que el norteamericano Jesse Owens les restregó por la cara su victoria en los 100 m a los corredores arios. Mientras, la Gestapo continúa con su metódica limpieza de alemanes indeseables: comunistas, socialdemócratas, jueces, abogados, doctores, maestros, testigos de Jehová, francmasones, sacerdotes católicos, gitanos, judíos, homosexuales, ladrones y asesinos, enviados todos a los KZ, los campos de concentración para opositores alemanes al Tercer Reich, principalmente a Dachau, en Baviera.
En una atmósfera dictatorial, Gunther, del que sabemos que es viudo, mantiene una independencia y una peligrosa crítica directa a estos nazis de los que se ríe con fina ironía, a pesar de los riesgos que eso conlleva. Estamos en 1936, en un Berlín que a pesar de la opresión de la Gestapo, mantiene todavía un encanto prenazi, con sus clubs nocturnos, sus cafés atestados de gente, sus calles y avenidas emblemáticas, una ciudad que está todavía viva y que nos transmite con auténtica precisión Philip Kerr. Gunther la define así: “Berlín. Yo adoraba esta vieja ciudad. Pero eso fue antes de que se mirara en su propio reflejo y le diera por llevar unos corsés tan ajustados que apenas podía respirar. Yo adoraba las filosofías fáciles y despreocupadas, el jazz barato, los cabarés vulgares y todos los demás excesos culturales que caracterizaron los años de Weimar y que hicieron de Berlín una de las ciudades más apasionantes del mundo”. En este Berlín, los violetas de marzo son aquellos nazis advenedizos milagrosamente convertidos tras marzo de 1933, cuando Hitler implantó la dictadura nacionalsocialista, es decir, nuevos nazis que lo son para medrar y enriquecerse a costa de la insignia del partido, aunque también los hay que deben esconder sus ideas políticas para sobrevivir.
Gunther es un detective solitario, sobre todo desde que su fiel secretaria le ha dejado para casarse, y sus dificultades para encontrar una con cierta estabilidad parecen solucionarse cuando se presenta Inge Lorenz, una periodista freelance, muy inteligente y guapa, de la que rápidamente se queda prendado el detective. Éste ya está trabajando por encargo de un millonario del acero en un caso complejo: la desaparición de un valiosísimo collar de diamantes de una caja fuerte de una habitación que ha sido incendiada y con dos cadáveres asesinados en la cama, los de la hija y el suegro del millonario.
Aprovechando sus contactos en la policía, y lo que pueden contarle sus soplones habituales, Gunther empieza a tirar del hilo con minuciosidad siguiendo cada pista nueva que se le proporciona, mientras huele la presencia de la temible Gestapo detrás de él. El caso acabará por complicarse con la presencia de la mafia de Berlín y la intromisión del primer ministro, Hermann Goering, y aquello que parecía de una manera en un principio terminará con un Gunther sufriendo en sus carnes los rigores de la dictadura nazi para poder resolver el caso y salvar al mismo tiempo su vida.
Estamos ante una novela cautivadora desde la primera línea, cautivadora, fresca en su forma y contenido, pero al mismo tiempo clásica, como un homenaje al detective Marlowe de Chandler, con mujeres fatales, tipos duros y pistolas que se disparan fácilmente. Pero lo especial de esta novela es que Kerr nos sitúa en una ciudad fascinante en un momento clave de la historia de Alemania, y pone en boca de Gunther todo aquello que los que no son nazis pueden decir con la boca pequeña, y como muestra algunas perlas:
“Ahora me dedico a todo, desde las investigaciones para las aseguradoras hasta vigilar regalos de boda o buscar personas desaparecidas; es decir, a aquellas de las que la policía todavía no sabe nada, además de aquellas de las que sí sabe. Sí, ésa es una parte de mi negocio que ha mejorado notablemente desde que los nacionalsocialistas tomaron el poder.”
“Escuche, Frau Protze. Judíos, gitanos, pieles rojas, a mí me da igual. No hay razón alguna para que me gusten, pero tampoco tengo ninguna razón para odiarlos. Cuando entra por esa puerta, un judío recibe el mismo trato que cualquiera.”
Habla su nueva secretaria Inge Lorenz: “Perdí mi empleo durante la campaña del partido “Sacad a las mujeres de la industria”. Una forma ingeniosa de resolver el problema del desempleo alemán, ¿no cree? Basta con decir que una mujer ya tiene un empleo, que es cuidar de la casa y de la familia. Si no tiene marido, más le vale hacerse con uno, si sabe lo que le conviene”.

Una novela imprescindible que se disfruta de principio a fin.

lunes, 15 de julio de 2013

The body, de Carles Esquembre

El joven dibujante Carles Esquembre (Valencia, 1985) es el autor de un cómic intrigante de ciencia-ficción que nos lleva de viaje por... nuestro propio cuerpo. 
The body. Una historia difícil de digerir (2013) es una obra gráfica en color realizada con meticulosidad y paciencia de cirujano. Esto último me viene como anillo al dedo puesto que la historia trata de unos diminutos "hombrecitos" sanitarios que se introducen en la boca de un paciente con la misión de extirpar unos tumores estomacales que afectan al sujeto. Lo cierto es que la aventura se tuerce desde el principio porque digamos que incluso los atípicos sanitarios también han sido objeto de los recortes y sus medios de trabajo han ido empeorando.
Como no me gusta "destripar" las historias, y en este caso menos, porque el cómic es corto y se "devora" en un santiamén, solo diré que las cosas se van a complicar mucho ahí dentro porque, entre otras razones, el paciente está peor de lo que parecía, llevándonos sin querer a un final que es sin duda totalmente inesperado.
El propio autor menciona al final del libro a modo de un "cómo se hizo" algunas de las influencias más importantes, entre ellas la serie Érase una vez la vida, pero sobre todo la película Un viaje alucinante (1966).
Carles Esquembre consigue con un realismo bastante inquietante (en más de una ocasión pensé qué podía tener yo dentro que fuera malo) que nos zambullamos de lleno en una aventura con mayúsculas en un espacio claustrofóbico como es el cuerpo humano, que nos riamos al mismo tiempo con ese barniz de humor negro que impregna la historia, y sobre todo que nos angustiemos con el destino de nuestros amigos impersonales de los que no conocemos nada, salvo que tienen un trabajo muy arriesgado y poco valorado.
Para mí lo mejor de la historia es su propuesta narrativa y formal (el uso de la paleta de colores es muy acertado), y lo peor, que desgraciadamente se acaba pronto y hubiera deseado que la exploración hubiera durado mucho más. Creo que este dibujante tiene muchas cosas que contar y muy interesantes.

Para saber más de The body, visita http://thebodycomic.blogspot.com.es/


domingo, 7 de julio de 2013

Traición, de Anthony Riches

Si encuentras una fórmula que funciona, cópiala. Eso es lo que debió pensar el escritor británico Anthony Riches (1961), graduado en Estudios Militares (interesante) para escribir esta novela titulada Traición (Wounds of Honour, 2009). Me explico: que Simon Scarrow ha hecho fortuna con su pareja de soldados, el centurión Macro y su optio Cato luchando contra las tribus britanas en época del emperador Claudio, y le ha ido tan bien que ya va por diez entregas si no me equivoco; pues me invento también una pareja de soldados, a ser posible centurión y optio, los pongo en Britania y cambio la época, por ejemplo, el reinado de Cómodo (182 d.C. para ser exactos), y ya tengo una historia con la que hacer una serie y hacerme de oro.
Éste es el caso de Traición, la primera entrega de las peripecias de Marco Valerio Aquila (lleva cinco libros publicados y he leído que planea 25 volúmenes, ahí es nada, hasta llegar al reinado de Septimio Severo), ¡guardia pretoriano con 19 años! (por enchufe), luego destinado a Britania, concretamente al Muro de Adriano, y tras ser acusado de traición a Roma (y asesinados sus padres por orden de Cómodo), se enrola en una cohorte auxiliar, la I de tungros, que tiene como misión vigilar el Muro y evitar incursiones de las tribus del norte. A pesar de su juventud, es nombrado centurión de la IX centuria de la cohorte (algo que no es posible en el ejército romano puesto que los centuriones debían acreditar una larga trayectoria en el servicio militar y experiencia de combate para acceder a ese cargo), también por enchufe, y por tanto debe demostrar a los demás centuriones y a sus soldados que es merecedor del cargo, dando muestras de su inteligencia, habilidad con las armas y mano izquierda. 
Al joven Marco lo acompañan secundarios que le protegen: un viejo centurión llamado Rufio, el optio Dubno o Antenoch, su secretario.
Pronto llega el peligro con una coalición de tribus bárbaras al mando del rey Calgo, que se introducen al sur del Muro para causar estragos en territorio romano. Después de diversas vicisitudes, un exiguo ejército romano y los britanos se enfrentan al norte del Muro en una batalla desigual en la que la cohorte de los tungros y en particular la IX centuria tienen un papel destacado. La derrota ronda a los romanos debido a la traición del tribuno Perennis, que ansía lograr el cargo de legado de la VI legión.
A pesar de la sospechosa similitud al esquema de Scarrow, con descriptivas batallas y escaramuzas y un ritmo rápido, tengo que decir que el autor sale bien parado del envite, su prosa es correcta y obviando algunos detalles raros (¿los astures son germanos?), la novela es muy entretenida. Vamos, si te gusta la novela histórica de temática militar. Eso sí, la "historia" con una mujer romana que ejerce de ¡médico! en el Muro, Felicia Clodia Drusila, está metida con calzador y me ha resultado muy artificial.
Una buena novela y otra saga más que seguir, de nuevo situada en Britania, como no podía ser menos viniendo de un escritor británico. ¿Para los ingleses no existe Imperio Romano más allá de Britania?

martes, 2 de julio de 2013

Guerra Mundial Z, de Max Brooks

Max Brooks (Nueva York, 1972) es hijo del director Mel Brooks y de la actriz Anne Bancroft. Con estos progenitores lo tuvo fácil para entrar como guionista en un show televisivo de gran audiencia y trabajar en algunas películas y series de televisión. Publica en 2003, Zombi - Guía de supervivencia, un manual para sobrevivir a una pandemia zombi. En 2006 llega Guerra Mundial Z: Una historia oral de la guerra zombi.
Este segundo libro se estructura como un conjunto de entrevistas a supervivientes de la guerra zombi que durante 10 años ha azotado el planeta, y que le sirve de base al protagonista para realizar un informe a la Comisión de Posguerra de Naciones Unidas. Buena parte del material recopilado, demasiado bueno para no publicarlo, acaba saliendo a la luz.
El relato se estructura en los testimonios de distintos personajes de todo el planeta pero con un sentido cronológico, siguiendo las etapas de la guerra: 
1. Alarma: se cuentan los primeros casos registrados de infección, que parecen producirse en China, y cómo se extendió la plaga a través del mercado negro de órganos. De ese modo empiezan a surgir otros brotes de la infección en otros lugares del planeta, como en Sudáfrica.
Resulta interesante en este capítulo la reacción de Israel, que consigue frenar la pandemia en su territorio declarando la cuarentena, retirándose de los territorios ocupados de Gaza y Cisjordania y construyendo un muro exterior. Curiosamente los palestinos pueden entrar si no están infectados.
2. Culpa: en esta parte aparecen los testimonios de aquellos que cometieron graves errores en sus decisiones (inacción, exceso de confianza) o que se lucraron aprovechando el miedo de la población (venta de un fármaco que podía prevenir de la "rabia africana" pero que en realidad no hacía nada).
3. El Gran Pánico: etapa en la que la pandemia se extiende tan rápidamente que la población, sin medios y sin información, es infectada masivamente, produciéndose las típicas situaciones de saqueo, caos, embotellamientos en las salidas de las ciudades. Vamos, el mundo sin control.
4. El cambio de marea: cuando los gobiernos asumen cuál es la realidad y comienza la resistencia de manera organizada en las zonas seguras. El abastecimiento de alimentos y agua, el realojamiento de la población, los métodos para elevar la moral de la población superviviente (y superar el Síndrome de Desesperación Apocalíptica). El relato de este nuevo comienzo se extiende a diversos lugares del mundo, huyendo en muchos momentos del "americanocentrismo". Supervivientes de Europa, Micronesia, Corea del Sur, Japón, Cuba, Australia, Chile, aportan diferentes visiones de la supervivencia y la reorganización social y política.
5. Guerra Total: comienza la etapa de la ofensiva y la limpieza y barrido de las zonas infectadas en todo el planeta, a raíz de un discurso del presidente norteamericano que se niega a rendirse (a lo Churchill cuando se negó a la rendición ante Hitler). La guerra comporta, como en todas las guerras, un sinfín de batallas "heroicas" que serán recordadas y relatadas en los libros de historia, y hazañas personales que crearán un buen número de héroes a los que recordar.
6. Despedidas: en este último apartado, los entrevistados realizan reflexiones sobre qué es lo que había hecho mal el Hombre, y qué es lo que se puede aprender de toda esta guerra (finalizada oficialmente aunque todavía con zonas infectadas por limpiar en algunas islas). Se alude al egoísmo de la sociedad y al excesivo consumismo. Un mundo más solidario y más consciente de la fragilidad de la vida humana parece ser lo deseable por los supervivientes, pero pronto todo parece estar volviendo a la "normalidad": los estados fundamentalistas, los grupos económicos que presionan a los gobiernos, el incipiente consumo y el miedo, el factor fundamental, porque el miedo te incita a comprar, a tener lo que te dicen que te hace falta o que te salvará. Y siempre habrá quienes manejen el miedo de la masa para su beneficio personal.
Es una novela que me ha dejado unas reflexiones interesantes, no muy pretenciosa, que no incide en personajes concretos (son lo de menos), es una novela mas bien coral, donde lo importante es contar cómo se sobrevivió a la pandemia, eso hace que a veces uno no sepa quién está dando su testimonio o a qué se dedica. Los personajes, incluido el entrevistador, pierden importancia y por eso mientras leía acabé por centrarme en lo que dicen y no tanto en quiénes lo dicen. Tal vez, de todas las historias me quedo con la de Kondo Tatsumi, un adolescente japonés encerrado en su habitación y enganchado a los videojuegos que afronta salir de su pequeño "castillo" para poder sobrevivir y entonces descubre cómo es el mundo en realidad. Este caso no es una invención del autor, existen hoy en día jóvenes japoneses que nunca salen de su habitación y su conexión con el mundo exterior es a través de Internet, son los hikikomori. Y estos inadaptados sociales se están extendiendo.