Philip Kerr (Edimburgo,
1956) es un escritor escocés que estudió Derecho y trabajó como publicista
antes de publicar esta novela, Violetas de marzo (1989), cuyo éxito le
llevaría a consagrarse a la escritura.
Con Violetas de marzo inició una serie de novela negra denominada Berlin noir, ambientada en el
Berlín nazi de 1936 y protagonizada por un carismático detective privado
llamado Bernie Gunther. Lo que en un principio fue una tetralogía ha acabado
convirtiéndose en una serie de 8 novelas, la última publicada en 2011 (Praga
mortal). También ha escrito otras novelas policíacas ambientadas en otras
épocas.
Bernie Gunther es un ex poli de
la Kripo que trabaja como detective privado en un Berlín convulso dominado
enteramente por los nazis, que abruman de propaganda nacionalsocialista los
días previos a la celebración de los Juegos Olímpicos, aquellos en los que el
norteamericano Jesse Owens les restregó por la cara su victoria en los 100 m a
los corredores arios. Mientras, la Gestapo continúa con su metódica limpieza de
alemanes indeseables: comunistas, socialdemócratas, jueces, abogados, doctores,
maestros, testigos de Jehová, francmasones, sacerdotes católicos, gitanos,
judíos, homosexuales, ladrones y asesinos, enviados todos a los KZ, los campos
de concentración para opositores alemanes al Tercer Reich, principalmente a
Dachau, en Baviera.
En una atmósfera dictatorial,
Gunther, del que sabemos que es viudo, mantiene una independencia y una
peligrosa crítica directa a estos nazis de los que se ríe con fina ironía, a
pesar de los riesgos que eso conlleva. Estamos en 1936, en un Berlín que a
pesar de la opresión de la Gestapo, mantiene todavía un encanto prenazi, con
sus clubs nocturnos, sus cafés atestados de gente, sus calles y avenidas
emblemáticas, una ciudad que está todavía viva y que nos transmite con
auténtica precisión Philip Kerr. Gunther la define así: “Berlín. Yo adoraba
esta vieja ciudad. Pero eso fue antes de que se mirara en su propio reflejo y
le diera por llevar unos corsés tan ajustados que apenas podía respirar. Yo
adoraba las filosofías fáciles y despreocupadas, el jazz barato, los cabarés
vulgares y todos los demás excesos culturales que caracterizaron los años de
Weimar y que hicieron de Berlín una de las ciudades más apasionantes del
mundo”. En este Berlín, los violetas de marzo son aquellos nazis
advenedizos milagrosamente convertidos tras marzo de 1933, cuando Hitler
implantó la dictadura nacionalsocialista, es decir, nuevos nazis que lo son
para medrar y enriquecerse a costa de la insignia del partido, aunque también
los hay que deben esconder sus ideas políticas para sobrevivir.
Gunther es un detective
solitario, sobre todo desde que su fiel secretaria le ha dejado para casarse, y
sus dificultades para encontrar una con cierta estabilidad parecen solucionarse
cuando se presenta Inge Lorenz, una periodista freelance, muy inteligente
y guapa, de la que rápidamente se queda prendado el detective. Éste ya está
trabajando por encargo de un millonario del acero en un caso complejo: la
desaparición de un valiosísimo collar de diamantes de una caja fuerte de una
habitación que ha sido incendiada y con dos cadáveres asesinados en la cama,
los de la hija y el suegro del millonario.
Aprovechando sus contactos en la
policía, y lo que pueden contarle sus soplones habituales, Gunther empieza a
tirar del hilo con minuciosidad siguiendo cada pista nueva que se le
proporciona, mientras huele la presencia de la temible Gestapo detrás de él. El
caso acabará por complicarse con la presencia de la mafia de Berlín y la
intromisión del primer ministro, Hermann Goering, y aquello que parecía de una
manera en un principio terminará con un Gunther sufriendo en sus carnes los
rigores de la dictadura nazi para poder resolver el caso y salvar al mismo
tiempo su vida.
Estamos ante una novela
cautivadora desde la primera línea, cautivadora, fresca en su forma y contenido,
pero al mismo tiempo clásica, como un homenaje al detective Marlowe de
Chandler, con mujeres fatales, tipos duros y pistolas que se disparan
fácilmente. Pero lo especial de esta novela es que Kerr nos sitúa en una ciudad
fascinante en un momento clave de la historia de Alemania, y pone en boca de
Gunther todo aquello que los que no son nazis pueden decir con la boca pequeña,
y como muestra algunas perlas:
“Ahora me dedico a todo, desde
las investigaciones para las aseguradoras hasta vigilar regalos de boda o
buscar personas desaparecidas; es decir, a aquellas de las que la policía
todavía no sabe nada, además de aquellas de las que sí sabe. Sí, ésa es una
parte de mi negocio que ha mejorado notablemente desde que los
nacionalsocialistas tomaron el poder.”
“Escuche, Frau Protze.
Judíos, gitanos, pieles rojas, a mí me da igual. No hay razón alguna para que
me gusten, pero tampoco tengo ninguna razón para odiarlos. Cuando entra por esa
puerta, un judío recibe el mismo trato que cualquiera.”
Habla su nueva secretaria Inge
Lorenz: “Perdí mi empleo durante la campaña del partido “Sacad a las mujeres de
la industria”. Una forma ingeniosa de resolver el problema del desempleo
alemán, ¿no cree? Basta con decir que una mujer ya tiene un empleo, que es
cuidar de la casa y de la familia. Si no tiene marido, más le vale hacerse con
uno, si sabe lo que le conviene”.
Una novela imprescindible que se
disfruta de principio a fin.
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