Maus, relato de un superviviente (1977-1991), es una novela gráfica del dibujante norteamericano Art Spiegelman (1948). Cuenta en sus casi 300 páginas, el relato de supervivencia de su padre Vladek Spiegelman, quien sobrevivió al campo de exterminio de Auschwitz después de haber pasado un calvario, junto a su mujer, desde que en 1939 los alemanes invadieran Polonia.
Existen muchos relatos autobiográficos en los que los supervivientes a los campos de exterminio cuentan su experiencia (recomiendo el de Primo Levi, Si eso es un hombre), pero nunca me había acercado al tema del Holocausto desde una mirada gráfica, ya que las cámaras de gas o los hornos crematorios no son imaginados sino visualizados con todo detalle.
La historia fue publicada por capítulos en la revista RAW entre 1980 y 1991, y luego publicada en dos partes, la primera salió a la luz con el título de "Mi padre sangra historia" en 1986, y la segunda, "Y aquí comenzaron mis problemas", en 1991, pero las dos partes fueron agrupadas con el título de Maus, que significa ratón en alemán. Premio Pulitzer en 1992, es un relato que pone los pelos de punta porque describe, a través de los ojos de Vladek, testimonio directo, y con un realismo descarnado, todo el proceso de limpieza y exterminio judío por parte de los nazis desde 1939 hasta 1945 en Polonia. Al mismo tiempo, y mientras que las experiencias de Vladek y su mujer Anja son contadas a modo de flashbacks, asistimos, en el presente, a la relación entre el anciano y maniático Vladek y su hijo Art, quien está muy interesado en la historia de su familia para poder hacer una historia gráfica y poder visualizar la muerte de su hermano durante la guerra y entender el suicido de su madre en 1968. Vladek tiene problemas de corazón, es increíblemente tacaño y muestra unas "manías" propias del que ha sobrevivido a unas condiciones muy duras, y a través de las preguntas de su hijo, va reconstruyendo su pasado con admirable detallismo.
Un acierto de la novela es la "animalización" de los grupos étnicos o políticos: los nazis son gatos, representados de forma impersonal, nunca aparece un nombre, un individuo, todos son un grupo porque todos representan lo mismo, el mal; los judíos son ratas; los polacos son cerdos; los franceses, ranas; los norteamericanos, perros; los suecos, ciervos.
La historia comienza en Sosnowiec (Polonia), donde un joven Vladek se casa con Anja Zylberberg, de familia burguesa judía, y prospera en el negocio textil, pero estalla la guerra y es llamado a filas. Hecho prisionero por los alemanes, comienza su calvario, se libra de ser fusilado alegando que tiene familiares en una localidad cercana a donde está confinado, y esa "suerte" ya no le va a abandonar nunca, siempre surgirá algo que lo haga imprescindible, como por ejemplo saber alemán e inglés.
De vuelta a Sosnowiec empieza a conseguir algo de dinero en el mercado negro, ya que los judíos ya no pueden regentar fábricas, y cuando en 1941 los judíos empiezan a ser enviados a los campos, Vladek lo evita consiguiento un permiso "de trabajo prioritario". Después, en 1942, Vladek y Anja serán confinados en guetos, que poco a poco serán vaciados, primero los ancianos y luego todos. Ante los rumores de deportaciones a campos de los que no se volvía, los judíos supervivientes de los guetos comienzan a construir improvisados búnkeres en los que esconderse.
En 1943 ya no quedaban judíos de más de noventa años. Los guetos fueron vaciados y los judíos enviados a Auschwitz. Tras buscarse un búnker donde esconderse, un judío desvelará a la Gestapo el paradero de Vladek, pero podrá sobornar con oro y joyas al jefe de la policía judía para ser sacado del grupo que iba a ser enviado al campo de exterminio, en cambio los padres de Anja, habiendo pagado también, no podrán evitarlo y morirán en las cámaras de gas. Este jefe judío de la policía jugaba a las cartas con los de la Gestapo y por tanto tenía contactos, y en esos momentos ser amigo de un "kombinator", un judío "intrigante o pillo" bien relacionado con los alemanes podía salvarte.
Escondidos de nuevo en otro búnker gracias a estos "kombinator", salen de él cuando el gueto ha sido completamente abandonado por los alemanes, y para sobrevivir Vladek volverá al mercado negro cambiando joyas por comida. Se alojarán en casa de una polaca que ganaba dinero vendiendo comida en el mercado negro a los judíos supervivientes, incluso cobra el alquiler a Vladek y Anja, nadie hacía nada por nada.
Finalmente, pensando que los judíos húngaros no estaban sufriendo lo mismo que los polacos, Vladek y Anja pagan una fortuna a unos contrabandistas para huir a Hungría, pero son apresados por la Gestapo, tras ser avisada por los propios contrabandistas (que acabarán también en Auschwitz), y son enviados al temible campo de exterminio. Estamos en 1944. Así acaba la primera parte.
En la segunda parte se cuenta el proceso de supervivencia de Vladek en Auschwitz, y aquí cualquier cosa que imaginemos no supera a la realidad. Vladek sobrevive haciéndose imprescindible para los kapos, porque esa es la clave, ser imprescindible, ya sea enseñando inglés, arreglando zapatos o tejados de hojalata. Sorprendentemente, su mujer, en el vecino campo de Auschwitz-Birkenau, donde están las temibles cámaras de gas, también sobrevivirá. Sabremos que 3 cigarrillos equivalen a un mendrugo de pan y que todo se compra en el campo con mendrugos de pan (algo que ya había leido en el libro de Levi).
La liberación del campo de Auschwitz no supone el final de la historia porque Vladek será enviado a Alemania, ya que los alemanes piensan continuar con su programa de exterminio, y su experiencia en uno de esos trenes de la muerte es estremecedora, enfermerá de tifus y sobrevivirá porque la suerte nunca abandonó a este judío polaco que junto a su mujer emigró a Suecia después de la guerra, donde nació Art, y después a EEUU, al barrio de Queens, en Nueva York.
Todas las experiencias sobre el Holocausto son impactantes pero ésta, la historia de Vladek y su mujer Anja, es un ejemplo de resistencia a la muerte, a la que muchos judíos fueron enviados sin haber hecho nada. Lo peor de aquella experiencia, probablemente, era no saber si la decisión que tomabas era la correcta para poder sobrevivir. Muchos judíos hicieron cosas no muy éticas para seguir vivos, de ahí el sentimiento de culpabilidad, justificado o no, de muchos de los supervivientes de los campos de exterminio. Lo que hicieron los alemanes fue despojar de la dignidad humana a los judíos (y a todos los demás grupos étnicos o religiosos que fueron exterminados), convertirlos en animales, de ahí la animalización de su aspecto físico, hasta que olvidaran todo lo que les hacía hombres, y entonces solo aquellos que fueran más fuertes, física y mentalmente, podrían sobrevivir, pero la historia del Holocausto está llena de buenas personas que hasta en los momentos más duros, en los que tomar una decisión egoísta podía ser la diferencia entre la vida y la muerte, optaron por ayudar a un amigo, a un compañero, como en muchas ocasiones hizo Vladek. Por eso conviene saber que hubo judíos que nunca llegaron a estar "animalizados", nunca perdieron su dignidad humana. Los nazis no pudieron con ellos.
Recuerdo lo que un oficial de la SS le dijo a Simon Wiesenthal, judío superviviente de Auschwitz: "Eh, judío, si sobrevives, ¿qué harás?", a lo que Simon respondió: "Lo contaré todo". El oficial de la SS sentenció: "No te creerá nadie".
Recuerdo lo que un oficial de la SS le dijo a Simon Wiesenthal, judío superviviente de Auschwitz: "Eh, judío, si sobrevives, ¿qué harás?", a lo que Simon respondió: "Lo contaré todo". El oficial de la SS sentenció: "No te creerá nadie".
Lo que es triste es que haya gente que aún dude, que considere exageraciones o que no crea. Esa es la derrota más grande. Por eso es responsabilidad de todos, no sólo leer este magnífico cómic-libro que llevo años recomendando a mis alumnos desde que me lo regaló una buena amiga, sino dedicar un tiempo profesional y personal a no olvidar, a mantener en la memoria. Un abrazo José
ResponderEliminarEl cómic me ha impresionado mucho, yo también voy a recomendarlo a mis alumnos, te pone los pelos de punta. Un abrazo
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