"Yo os aseguro:
entre los aquí presentes hay algunos que no gustarán la muerte hasta que vean
al Hijo del hombre venir en su Reino." Mateo 16:28
Esta cita bíblica le sirve a Antonio Jareño (Murcia, 1959) para construir una novela muy interesante en torno al mito del Judío Errante (que yo desconocía totalmente) y la legendaria búsqueda de la inmortalidad por parte del hombre.
En No todos moriréis (2012), su opera prima, publicada en formato digital por la Casa del Libro, el escritor murciano, que utiliza hábilmente su formación como profesor de filosofía, construye un relato con un ritmo trepidante acerca de la vieja angustia del ser humano, la muerte como final inevitable. Pero, ¿y si fuera evitable? ¿si hubiera alguna manera de conseguir la inmortalidad? Y la reflexión más importante que nos plantea el autor: ¿cómo se usaría ese poder? ¿para beneficio de toda la humanidad o para unos pocos "elegidos"? Cuestiones importantes en un mundo en el que existen enfermedades, como el SIDA, el cáncer o el Alzheimer, que están lejos de ser erradicadas; en un mundo superpoblado en el que un mal reparto de los recursos hace que millones de personas mueran de hambre. La inmortalidad de todo el género humano sin duda alguna también plantearía serios desequilibrios entre población y recursos, sobre lo que ya alertó, en su momento, el economista inglés Malthus en su famoso Ensayo sobre el principio de la población (1798). Sin embargo Malthus no había previsto que durante los siglos XIX y XX los países desarrollados entraran en una fase de transición demográfica, con un descenso continuado de la natalidad y la mortalidad, igual que tampoco previó el fuerte ritmo de crecimiento de los recursos alimentarios.
La otra cuestión importante que me plantea el libro es esa vieja confrontación entre religión y ciencia, entre fe y razón. Aquí Jareño está pisando terreno sólido cuando pone en boca de sus protagonistas, sobre todo el padre Alonso, algunas reflexiones interesantes sobre los milagros (aquello que todavía no ha sido explicado científicamente), o sobre la capacidad de la ciencia para dar respuesta al gran interrogante del ser humano: ¿qué hay después de la muerte? Y ésta es la gran pregunta, porque saber qué hay después podría llevar a que el entramado teórico en el que se basan las religiones (sobre todo las monoteístas) se viniera abajo por completo, puesto que éstas se basan en la "venta" de esperanza en la vida eterna.
Esto me lleva a resumir la trama (sin muchos detalles por aquello de las sorpresas que guarda el relato): la acción se centra en Murcia, donde un empleado de banca, Andrés Suárez, visiona en las cámaras de seguridad del cajero un sorprendente suceso, una persona es apuñalada en la calle pero después de unos minutos se levanta y sigue caminando como si nada. Al mismo tiempo, un cura de una parroquia de Yecla, el padre Alonso, encuentra una vieja confesión de otro cura de la localidad que afirmaba haber visto a unos individuos dos veces con 50 años de diferencia sin que estos hubieran cambiado físicamente. Todo se complica cuando aparece en escena un excombatiente croata, Goran Esteinach, quien, en su búsqueda del "judío errante" por encargo de Magnus Ingaldsen, científico islandés obsesionado con la idea de la inmortalidad, asesina a un amigo de Andrés que poseía el vídeo misterioso.
Los caminos de Andrés y el padre Alonso se cruzan en Berlín, donde se desarrolla también parte de la trama, en busca del asesino croata, uniéndose al equipo una doctora española, Laura Marco, que se ve intrigada por una historia de personas contemporáneas de Jesucristo que siguen viviendo como inmortales. ¿A dónde les llevará la búsqueda? Eso es algo que dejo que el lector descubra...
Esta cita bíblica le sirve a Antonio Jareño (Murcia, 1959) para construir una novela muy interesante en torno al mito del Judío Errante (que yo desconocía totalmente) y la legendaria búsqueda de la inmortalidad por parte del hombre.
En No todos moriréis (2012), su opera prima, publicada en formato digital por la Casa del Libro, el escritor murciano, que utiliza hábilmente su formación como profesor de filosofía, construye un relato con un ritmo trepidante acerca de la vieja angustia del ser humano, la muerte como final inevitable. Pero, ¿y si fuera evitable? ¿si hubiera alguna manera de conseguir la inmortalidad? Y la reflexión más importante que nos plantea el autor: ¿cómo se usaría ese poder? ¿para beneficio de toda la humanidad o para unos pocos "elegidos"? Cuestiones importantes en un mundo en el que existen enfermedades, como el SIDA, el cáncer o el Alzheimer, que están lejos de ser erradicadas; en un mundo superpoblado en el que un mal reparto de los recursos hace que millones de personas mueran de hambre. La inmortalidad de todo el género humano sin duda alguna también plantearía serios desequilibrios entre población y recursos, sobre lo que ya alertó, en su momento, el economista inglés Malthus en su famoso Ensayo sobre el principio de la población (1798). Sin embargo Malthus no había previsto que durante los siglos XIX y XX los países desarrollados entraran en una fase de transición demográfica, con un descenso continuado de la natalidad y la mortalidad, igual que tampoco previó el fuerte ritmo de crecimiento de los recursos alimentarios.
La otra cuestión importante que me plantea el libro es esa vieja confrontación entre religión y ciencia, entre fe y razón. Aquí Jareño está pisando terreno sólido cuando pone en boca de sus protagonistas, sobre todo el padre Alonso, algunas reflexiones interesantes sobre los milagros (aquello que todavía no ha sido explicado científicamente), o sobre la capacidad de la ciencia para dar respuesta al gran interrogante del ser humano: ¿qué hay después de la muerte? Y ésta es la gran pregunta, porque saber qué hay después podría llevar a que el entramado teórico en el que se basan las religiones (sobre todo las monoteístas) se viniera abajo por completo, puesto que éstas se basan en la "venta" de esperanza en la vida eterna.
Esto me lleva a resumir la trama (sin muchos detalles por aquello de las sorpresas que guarda el relato): la acción se centra en Murcia, donde un empleado de banca, Andrés Suárez, visiona en las cámaras de seguridad del cajero un sorprendente suceso, una persona es apuñalada en la calle pero después de unos minutos se levanta y sigue caminando como si nada. Al mismo tiempo, un cura de una parroquia de Yecla, el padre Alonso, encuentra una vieja confesión de otro cura de la localidad que afirmaba haber visto a unos individuos dos veces con 50 años de diferencia sin que estos hubieran cambiado físicamente. Todo se complica cuando aparece en escena un excombatiente croata, Goran Esteinach, quien, en su búsqueda del "judío errante" por encargo de Magnus Ingaldsen, científico islandés obsesionado con la idea de la inmortalidad, asesina a un amigo de Andrés que poseía el vídeo misterioso.
Los caminos de Andrés y el padre Alonso se cruzan en Berlín, donde se desarrolla también parte de la trama, en busca del asesino croata, uniéndose al equipo una doctora española, Laura Marco, que se ve intrigada por una historia de personas contemporáneas de Jesucristo que siguen viviendo como inmortales. ¿A dónde les llevará la búsqueda? Eso es algo que dejo que el lector descubra...
La novela está muy bien escrita y es muy
entretenida, me recuerda mucho a las tramas de intriga con buenas dosis de
historia y religión que puso de moda Dan Brown. Lo cierto es que yo me he
quedado más con algunas reflexiones que se hacen en el libro, cuando menos
inquietantes: por ejemplo, que Magnus Ingaldsen haya planeado crear un mundo en
el que unos pocos elegidos, no por su inteligencia precisamente, sean
investidos con la inmortalidad y gobiernen el mundo de forma dictatorial, y en
cambio la inmensa mayoría de la población mundial siga muriendo
irremediablemente, fruto de una "eutanasia social", ya que el nuevo
Estado no se haría cargo de la asistencia sanitaria universal. Reflexiones que
Magnus extrae de las ideas del premio Nobel de Medicina en 1912, Alexis Carrel,
del que, mientras leía la novela, he indagado por internet. Este Carrel fue
testigo de un supuesto milagro en el santuario de Lourdes, una mujer con una
supuesta enfermedad incurable, tal como atestiguó el médico, acabó curándose
repentinamente. El caso fue muy notorio y Carrel nunca pudo explicar
científicamente la curación, lo que le hizo convertirse al catolicismo. Pero lo
que más me ha chocado de Carrel son sus ideas de la búsqueda de una sociedad
ideal compuesta por los mejores individuos, que coquetea con las teorías
racistas tan en boga en la primera mitad del siglo XX, y que el nazismo llevó a
sus últimas consecuencias con la eliminación sistemática de lo que denominaba
"desechos" de la raza humana: discapacitados físicos y mentales,
homosexuales, etc., a los que aplicó una despiadada eutanasia con el objetivo
de mantener la pureza de la raza aria.
Creo que este libro, además de una trama
muy interesante, te hará plantearte reflexiones sobre la peligrosa influencia
de las teorías racistas en la sociedad actual, y si de verdad hemos aprendido
algo de los errores del pasado...
Ya he leído varias reseñas sobre esta novela, pero la tuya es impecable. Resulta enriquecedor leer una opinión que utiliza un enfoque distinto para resaltar sus puntos fuertes. Saludos.
ResponderEliminarwow! Magnífica reseña amigo. Qué ganas de leerte!
ResponderEliminarDesde luego tiene una pinta buenísima!
Saludos!
Chris.
Vaya, parece interesante la novela de Jareño. Bien es cierto, que esta quizás sea la mejor reseña que he leído de la misma, bien estructurada y sólida en sus afirmaciones. Me lo apunto en mi lista de "libros pendientes de leer".
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