Estamos en 1977 (un año en el que "un perro se había muerto de tristeza en el Japón porque su dueño no había vuelto a casa"), Carvalho recibe el encargo de una joven viuda de investigar la muerte de su marido, Antonio Jaumá, manager de una empresa multinacional con muchos intereses económicos y políticos ocultos, el investigador deberá conocer a fondo, a través de los viejos amigos del fallecido, el ambiente de una oligarquía económica que se prepara para seguir mandando en la nueva situación política, son los que ganaron dinero en la corrupta dictadura franquista, y quieren, con la democracia, continuar con su liderazgo social y enriquecimiento material. Aunque alguno de los amigos de Jaumá, como Núñez, tenga un ideario izquierdista, y no comulgue con las maniobras de la burguesía industrial catalana para perpetuar su preponderancia económica y social, lo cierto es que Carvalho observa desencantado cómo la oligarquía económica, antes franquista, ahora democrática porque toca, juega al juego del miedo a la extrema derecha (se mencionan los asesinatos a los abogados laboralistas) y a la extrema izquierda (las continuas manifestaciones de izquierdistas en las Ramblas, el GRAPO y la ETA) para perpetuarse en el poder con una nueva etiqueta, el "centro derecha". Lo cuenta Montalbán en 1977 y en ese contexto concreto, pero no me digan que esta acertada disección de la realidad no es aplicable en la situación económica actual: Biscuter pregunta qué quiere decir Carvalho con "desestabilizar" y éste aclara: "Creas la sensación de que el poder no controla la situación y de que el sistema político no sirve para garantizar el orden... Casi siempre en favor del propio poder, que así obtiene coartadas y cheques en blanco para hacer lo que le pasa por los cojones y como le pasa por los cojones".

Un hombre que siempre enciende la chimenea de su casa de Vallvidrera, tanto en invierno como en verano, utilizando libros de su selecta biblioteca, sobre todo aquellos que son "trascendentales" para la literatura ("Buscó La crítica de la razón dialéctica de Lefevbre, Así se templó el acero de Ostrovski y Ensayos sobre Heine de Sacristán"). El propio Carvalho lo justifica así: "Suelo encender la chimenea con libros trascendentales. Cuanto más pretensión de trascendentalidad, más culpabilidad. Seguro que han conseguido engañar a alguien". Montalbán te adereza el relato no solo con humor negro sino con un humor de sal gorda para deleite del lector, como cuando Carvalho le dice a Biscuter que se busque novia, se vaya de putas o se haga una paja para quitarse esa tristeza. Entonces, Biscuter, ni corto ni perezoso, responde: "Novia, qué dice usted, pues no me propone nada. Y las putas me dan risa. Cuando me dicen: Anda, calvito, tráeme la minina que te la voy a lavar, me entra una risa. Y pajas, qué me dice. Es que no paro. Con una mano, con la otra. Incluso aplico el sistema de la mano dormida. Me tumbo en la cama sobre una de mis manos hasta que se me corta la circulación de la sangre y me queda morcillona. Entonces no parece mi mano, sino otra cosa, y me hago la paja".
Un ex agente de la CIA que es un ferviente antifranquista desde el comunismo ya no tan militante, que pertenece no a la célula de detectives privados del partido comunista, sino "a la célula de gastrónomos". Un charnego integrado en Cataluña, aunque no de los charnegos que odia el contable Alemany, "los verdaderos charnegos son algunos catalanes. Como Samaranch, Porta y otros botiflers que han hecho el caldo gordo al franquismo".
Y como colofón, esta reflexión sobre la cultura a cargo de Carvalho-Montalbán: "Yo saco el mechero [cuando oigo la palabra cultura]. La cultura es guisar con salsas o sin salsas, vivir como un mortal o como un inmortal, prestar a la mujer propia o conseguir la de los demás, es decir, cultura francesa o inglesa, española o americana, esquimal o italiana. Lo que usted llama cultura es ortopedia verbal o letrista".
Como siempre, un deleite leer a Vázquez Montalbán.