Ray Bradbury (1920-2012) fue un escritor norteamericano de ciencia ficción y fantasía que alcanzó fama temprana y numerosos premios gracias sobre todo a dos títulos: Crónicas marcianas (1950) y Fahrenheit 451 (1953). Pero además también escribió poesía, teatro, ensayos y guiones para películas, entre ellos el guión para la versión cinematográfica que François Truffaut hizo en 1966 sobre la novela que hoy presentamos. Tanto marcó esta novela a su autor que en su epitafio pone: "Autor de Fahrenheit 451".
El título de la novela ya es en sí una declaración de intenciones, puesto que es la temperatura a la que arde el papel de los libros. La novela presenta un futuro distópico en el que está terminantemente prohibido leer, y para que se cumpla con la ley existe en la ciudad un cuerpo de bomberos encargado de detectar libros escondidos y quemarlos. Guy Montag, el protagonista, es uno de estos peculiares bomberos, que no apagan fuegos sino que los provocan, y toda la novela es un viaje interior desde la aceptación de su trabajo irracional hasta el cuestionamiento del sistema en el que vive. Este sistema tiene los rasgos típicos de una dictadura, en la que, y yendo más allá de las dictaduras que se han dado en el siglo XX (fascismo, comunismo soviético, nazismo, franquismo), ya no se trata de que los ciudadanos no lean los textos "peligrosos" sino que directamente la prohibición de la lectura supone ese paso más allá deseado por todo régimen totalitario.
Si el ciudadano no lee, por tanto tampoco piensa, y pensar también es malo porque hace que uno se cuestione un sistema en el que todos deben ser felices. Pero Montag no es precisamente uno de esos ciudadanos felices, y menos lo será cuando conozca a Clarisse McClellan, una enigmática mujer que introducirá la duda en su rutinaria vida de destrucción.
En un régimen totalitario en el que viven Montag y Clarisse, prohibida la lectura, se crean mecanismos de control social, y el más evidente (la novela es de 1953) es la televisión. Al respecto dice Clarisse: "No considero que sea sociable reunir a un grupo de gente y, después, no dejar que hable. Una hora de clase TV, una hora de baloncesto, de pelota base o de carreras...", y todo esto para que la gente no se haga preguntas porque las respuestas son bombardeadas continuamente.
El compañero de trabajo de Montag, Beatty, explica claramente por qué está prohibida la lectura: "Has de comprender que nuestra civilización es tan vasta que no podemos permitir que nuestras minorías se alteren o exciten... La gente quiere ser feliz, ¿no es así?... Bueno, ¿no lo son? ¿No les mantenemos en acción, no les proporcionamos diversiones?"
Esta otra reflexión de Beatty a Montag define muy bien el pensamiento totalitario: "Si no quieres que un hombre se sienta políticamente desgraciado, no le enseñes dos aspectos de una misma cuestión, para preocuparle; enséñale sólo uno. O, mejor aún, no le des ninguno. Haz que olvide que existe una cosa llamada guerra... Dale a la gente concursos que puedan ganar recordando la letra de las canciones más populares... Atibórralo de datos no combustibles, lánzales encima tantos "hechos" que se sientan abrumados, pero totalmente al día en cuanto a información. Entonces, tendrán la sensación de que piensan... Y serán felices, porque los hechos de esta naturaleza no cambian. No les des ninguna materia delicada como Filosofía o la Sociología para que empiecen a atar cabos...".
Pero Montag sí que empezará a atar cabos, entrará en una espiral de duda y rechazo hacia el sistema para el que trabaja, y entonces descubrirá que la esperanza de un mundo con libros es un sueño posible...
Esta novela es una lectura fundamental (recomendable para alumnos de Secundaria) en la que no solo se nos evoca a los totalitarismos del siglo XX (recuerden la "icónica" imagen de los SA quemando libros en la Alemania nazi; o las listas de libros prohibidos en las dictaduras) sino que también se alerta sobre el peligro de nuevos totalitarismos con nuevos métodos de propaganda y control social (como lo es la televisión). El miedo a que acabemos creyendo lo que nos dicen unos pocos siempre estará ahí.
La lectura que podemos hacer actualmente es que si pensar nos hace libres, leamos, pensemos y rompamos las cadenas del sistema de pensamiento neoliberal, como hizo Montag.
un libro que da para hacer muchas reflexiones sobre lo que nos dan los libros y la libertad que afortunadamente tenemos.
ResponderEliminarAunque al hablar de esa tecnología, no dejo de pensar en las tabletas y teléfonos que tienen a los jóvenes presos...ayyy...
Tienes razón, no somos conscientes de la información que se almacena en la red y destripa nuestra intimidad...
ResponderEliminarSobrevalorado. Quizás, leído sesenta años atrás, cuando se escribió, al menos su propuesta me habría parecido interesante y original pero ahora sólo puedo decir que esta novela no me aportó absolutamente nada. Una ciencia ficción inconsistente, con una trama inverosímil, personajes planos y constantes intentos fallidos de elaborar una especie de prosa poética que se me antoja verdaderamente vacía e irritante. Como ejercicio de especulación literaria podría haber resultado interesante pero el autor se entretiene en divagaciones insulsas que no suponen ninguna revelación mínimamente provechosa para el lector.
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