martes, 6 de noviembre de 2012

El puente de los asesinos, de Arturo Pérez-Reverte

Ésta es la séptima entrega de las nueve que compondrán las aventuras del capitán Alatriste, soldado de los Tercios españoles durante la Guerra de los Treinta Años (1618-1648), cuyas aventuras nos son relatadas por su discípulo Íñigo Balboa. El final de Alatriste lo conocemos (así aparece en el decepcionante desenlace de la película de Agustín Díaz Yanes), puesto que vemos cómo acaba la vida de este espadachín en la famosa batalla de Rocroi (1643), la derrota que marcará el final de la época dorada del ejército español, casi invencible durante aproximadamente 150 años, aquella en la que los últimos soldados españoles que quedaban en el campo de batalla fueron conminados a rendirse por los franceses, a lo que respondieron: "Decid al señor duque de Enghien que agradecemos su oferta... Pero éste es un tercio español."
Arturo Pérez-Reverte (Cartagena, 1951) creó la serie en 1996 argumentando que le desesperaba ver cómo los planes de estudio pasaban de puntillas por una etapa clave de la historia de España, y que el siglo XVII se resumía en unas pocas líneas: siglo de Oro a nivel literario, pero siglo de crisis profunda a nivel económico. Él quería contar más cosas, además de los tópicos históricos, quería hablar de las hazañas y de las miserias del ejército español, que fue temido en Europa por todas las naciones aunque sus soldados cobraran tarde y mal su paga, vistieran de forma modesta y fueran tratados con desprecio por aquellos que tenían el poder durante el Antiguo Régimen: la nobleza y el clero. Precisamente el leiv motiv de las novelas de Reverte es incidir en esa grotesca dualidad de España durante el siglo XVII: temidos y respetados en Europa pero endeudados hasta las cejas, gobernados por unos incompetentes Austrias (menores), y malviviendo en una España de apariencias, privilegios y pureza de sangre.
No se crean que el objetivo de Pérez-Reverte se ha cumplido, es verdad que conocemos mejor el siglo XVII pero esto sigue sin reflejarse en los densos planes de estudio. El esfuerzo ha sido y es loable por parte del escritor y es de agradecer que se hayan novelado de forma tan brillante aspectos del siglo XVII que de otra manera no hubieran llegado al gran público: la vida de los soldados veteranos en el Madrid de la época ("El capitán Alatriste"), cómo las gasta la temible Inquisición ("Limpieza de sangre"), la guerra de Flandes ("El sol de Breda"), el oro americano hipotecado por la monarquía ("El oro del rey"), la importancia del teatro ("El caballero del jubón amarillo"), las guerras contra los berberiscos y los turcos ("Corsarios de Levante"). 
En El puente de los asesinos (2011) le toca el turno a otro escenario clave para la política exterior de España durante los siglos XVI y XVII: Italia. Desde que la Corona de Aragón conquistara Nápoles y Sicilia, Italia se convirtió en un territorio estratégico de la Corona española. Mas si cabe cuando se conquista el Milanesado. Enemigos que le hagan la "puñeta" por Italia los tiene España y muchos: Francia, el Papado (Carlos V se las tuvo con el Papa) y Venecia. Aunque en esto de la política es todo tan cambiante que luego te encuentras al Papa y a la Serenísima apoyando a España en la creación de una flota para luchar contra los turcos (Lepanto).
Pero muchos años han pasado desde Lepanto y Venecia es un serio peligro para los intereses españoles en la guerra de Flandes, porque el Milanesado es la puerta al famoso Camino Español que permitía el traslado de tropas hacia los Países Bajos. 
Y de esto trata la novela, de provocar un golpe de estado en Venecia para colocar a un dogo más benévolo con los españoles. ¿Y quiénes se van a comer el marrón?: pues Alatriste y sus amigos, Íñigo Balboa, el moro Gurriato, Sebastián Copons, etc., a los que se añade un viejo enemigo: Gualterio Malatesta. La misión es difícil y huele fatal, pero el final se lo dejo a ustedes.
Yo, como siempre, me quedo con la prosa del Seiscientos de la que hace alarde Pérez-Reverte, divertida y chispeante ("Este amigo, cada vez más apicarado, siempre afecto al naipe, a armarse a lo Baco y a traer el seso en la punta del caramillo..."); y por supuesto con esas reflexiones que te dejan pensando aquello de "si España hubiera tenido buenos señores como tuvo bravos soldados": 
"La fiel infantería del rey católico, en guerra con medio mundo: sufrida, mal pagada, insaciable de despojo y botín, amotinada a ratos pero impasible bajo el fuego enemigo, vengativa y crudelísima en el degüello. Orgullosa y temible siempre, bajo sus harapos."

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