Frederick Forsyth (Reino Unido, 1938) es el escritor de referencia en el género de las "novelas de espías". Un autor de éxito con grandes títulos a sus espaldas: Chacal, Los perros de la guerra, El expediente Odessa, El manifiesto negro. Piloto de la RAF, luego periodista, en 1970 publicó una novela que se convertiría en un auténtico bestseller internacional, Chacal, que fue llevada al cine. Es un autor que ha sabido adaptarse al mundo post-guerra fría, publicando novelas sobre la guerra del Golfo, o más recientemente sobre el conflicto de Afganistán (El afgano, 2006) o el negocio de la cocaína (Cobra, 2010).
El cuarto protocolo (1984), cuyo título se refiere a uno de los protocolos secretos del Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares firmado en 1968 entre EEUU, GB y la URSS, se desarrolla en Inglaterra en un futuro próximo, 1987, y plantea, en el contexto de la Guerra Fría entre el bloque occidental y el bloque comunista, una historia de espías sólidamente construida y creíble. En vísperas de las elecciones británicas, y para decantar la victoria electoral del lado del Partido Laborista, el secretario general de la URSS prepara una misión (plan Aurora, en parte elaborado por el ex agente británico pasado a los soviéticos, Philby) en la que un agente soviético, Valerie Petrofski, construirá una pequeña bomba atómica que hará estallar cerca de una base aérea de EEUU en suelo inglés, provocando la ira de los votantes antinucleares que, indecisos en un primer momento, votarían por el partido que aboga por el desarme nuclear. Después de ganar las elecciones, una facción de extrema izquierda dentro del Partido Laborista, tomaría el poder e iniciaría la ruptura de relaciones con EEUU y la OTAN.
El encargado de descubrir la trama secreta es un agente del MI5, John Preston, quien trabajando minuciosamente con los datos dispersos que dispone, es capaz de descubrir el peligro que se cierne sobre Gran Bretaña, pese a los obstáculos que su superior le pone constantemente.
Una novela construida sobre sólidos cimientos, que empieza inocentemente con un robo de unas joyas pero que destapará todo lo que esconde el oscuro mundo del espionaje. Por el camino una jerga del oficio de espía muy reveladora: "trabajar para una bandera falsa", "construir una leyenda", "tener una imagen", etc. Una novela apasionante que devoré con ansiedad, disfrutando cada página. El final es sublime.
Por cierto, qué decepción la película protagonizada por Pierce Brosnan y Michael Caine, mas que nada por algunos cambios que no me convencieron respecto al libro. Uno de estos casos en que el libro es mil veces mejor que la película.
Hay algunas reflexiones que aparecen en la novela que me gustaría compartir:
- "La Historia nos enseña que las democracias sólidas sólo pueden ser derribadas por la acción de las masas en la calle cuando la policía y las fuerzas armadas han sido penetradas por un número tan considerable de revolucionarios que pueda esperarse que se nieguen a obedecer las órdenes de sus oficiales y se pasen a los manifestantes". Me vienen los ejemplos pero con dictaduras que han caído en los últimos meses en el norte de África (Libia, Túnez o Egipto). Los casos de la Italia de los años 20 y la Alemania de los años 30 son diferentes: eran democracias no consolidadas con muchos problemas internos, principalmente económicos, que derivaron en férreas dictaduras de derechas.
- "...el Chaika con placas de matrícula MOC había corrido a toda velocidad por el carril del centro, reservado a los vlasti, los peces gordos de lo que era la sociedad de clases soñada por Marx; una sociedad rígidamente estructurada, con capas bien diferenciadas como sólo pueden darse en una vasta jerarquía burocrática". Sin comentarios.
- "La URSS estará allí mañana, y la semana próxima, y el año que viene. De alguna manera, tenemos que compartir con ellos este planeta. Y es mejor que sean gobernados por hombres pragmáticos y prácticos antes que por fanáticos y exaltados.... Son los políticos quienes sueñan, y a veces sus sueños son peligrosos... Los sueños conducen a fracasos tales como el de la bahía de Cochichos... Fue Kruschev, no los profesionales [del KGB], quien se pasó de la raya". Quién le iba a decir a Forsyth, y a todos nosotros, que en 1991 acabaría desapareciendo la "sólida" Unión Soviética. Luego supimos que en la década de los 80, el gigante era un enfermo crónico a punto de morir desgastado por la larga guerra en Afganistán y por la escasez de alimentos provocada por el colapso del sistema económico socialista, que falsificaba estadísticas sobre la salud de su economía mientras compraba trigo a Occidente, su enemigo durante más de cuarenta años.
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