La escritora australiana Colleen McCullough (1937) es una de mis debilidades en novela histórica. Lo ha sido siempre, desde que leí hace ya años el primer libro de una saga sobre la historia de Roma durante el período tardorrepublicano (s. I a.C.), titulado El primer hombre de Roma (1990). Aquella novela narraba con maestría el ascenso de Cayo Mario al poder, con una habilidad innata para hacerme comprender de manera clara el sistema político y legal de la antigua Roma. ¡Cómo me apasionó que este u otro tribuno de la plebe presentara una ley que perjudicaba al Senado! Yo que pensaba que la política era aburrida. Aquel libro extensísimo fue increíble. Luego le siguieron las siguientes entregas, igualmente magistrales: La corona de hierba (1991), sobre al ascenso de Sila, Favoritos de la fortuna (1993), centrada en Pompeyo Magno, y las que se centraron sobre la figura de César ("Las mujeres de César" -1996, "César" -1998, "El caballo de César" -2003), "el personaje" de toda la saga, el perfecto Julio César, tal como lo dibuja McCullough que casi te crees que su divinización estaba mas que justificada. Tal vez, esa absoluta perfección de César sea lo único chirriante en las novelas, pero el personaje te cae bien.
Con la muerte del dictador en el 44 a.C., parecía que se ponía punto y final a una saga magistral sobre la antigua Roma centrada en la caída de la República. Pero quedaba el último episodio, la lucha entre Octavio y Marco Antonio por el poder y el inicio del Principado.
Esto es precisamente lo que cuenta Antonio y Cleopatra (2008), el período comprendido entre el 41 a.C. y el 27 a.C., es decir la división del poder de Roma en un triunvirato formado Octavio, Marco Antonio y Lépido. Es un período ampliamente conocido para el público en general, ya sea a través de novelas o pelis, ya que el personaje de Cleopatra, reina de Egipto, adquiere un especial protagonismo debido a su romance y posterior matrimonio con Marco Antonio.
Me ha gustado la novela pero no la considero la mejor de la serie, aunque McCullough no me defrauda nunca. La novela se centra en los tres principales personajes de este momento histórico crucial para Roma: Octavio, obsesionado con hacer valer su condición de Divi Filius; Marco Antonio, crecido tras Filipos y mirando sobre todo hacia Oriente y sus riquezas; Cleopatra, centrada en conseguir que Cesarión, su "perfecto" hijo concebido con César, pueda convertirse algún día en un rey de reyes, incluida Roma. La posición de partida es favorable a Marco Antonio pero éste dilapida su poder e influencia en Oriente, con desastrosas y costosas campañas contra los partos. Por otro lado, Octavio, en Roma, se centra en hacer crecer su dignitas, y desarrollar una brutal campaña de propaganda contra Antonio que lo presenta como un borracho holgazán que pierde el tiempo y gasta el dinero de Roma entre las faldas de una "Reina de las Bestias" (Cleopatra), que lo mantiene permanentemente drogado. A esta visión, contribuyen incluso los generales que acompañan a Antonio, que no dudan en achacar la inactividad y poca sensatez de las acciones militares del triunviro a la diabólica influencia de la reina de Egipto. Imagen la de Antonio a la que ha contribuido mucho el cine. Antonio no era César, un genio militar, pero tampoco un palurdo borracho.
Está claro que Octavio ganó la batalla más importante, no la de Actium, que para McCullough fue una pantomima de batalla (aunque luego Augusto la magnificara para su mayor gloria), sino la de la imagen (véase el libro de Zanker, Augusto y el poder de las imágenes), fundamental para acabar siendo aclamado por el Senado como el salvador de la República, cuando en realidad certifica su muerte cuando se atribuye a pertetuidad la tribunicia potestas en el 27 a.C. En este ascenso imparable al poder absoluto tuvo un fiel aliado en la figura del competente general Marco Vipsanio Agripa, que luego acabaría casándose con la hija de Augusto, Julia. Pero ésa ya es otra historia y la cuenta magistralmente Robert Graves en su "Yo Claudio". Así que McCullough cierra el círculo y describe el último siglo de la república romana como una sucesión de grandes hombres (Mario, Sila, Pompeyo, César, Marco Antonio, Octavio) con una ambición desmedida y un único fin: convertirse en el Primer Hombre de Roma. Fue la ambición de los generales y la debilidad del Senado la que acabó con la República, aunque supongo que siendo un análisis tan simplista, no sea la única causa, pero sí la que McCullough destaca sobremanera.
Por cierto, esta última novela está un poco descuidada en la corrección del texto: ¿qué es el Ox Heads (p. 199)?, ¿es un edificio de Roma que no conozco?
Acabo con una reflexión de Octavio sobre César y la República: "Ahora es el momento para una estructura política diferente, una más adecuada para gobernar un gran imperio. ¿Puedo yo, César Divi Filius, permitir verme secuestrado por un puñado de hombres decididos a arrebatarme mi poder político? Divus Julius permitió que eso le ocurriese, tuvo que cruzar el Rubicón en un acto de rebeldía para salvarse... Voy a cambiar el mos maiorum y la manera de gobernar Roma para que se acomode a mí y a mis necesidades. No me veré declarado fuera de la ley. No libraré una guerra civil. Lo que deba hacer lo haré legalmente".
Efectivamente, Augusto instituyó el Principado desde la legalidad, el Senado le concedió los dos poderes que necesitaba para gobernar sin oposición: el imperium maius y la tribunicia potestas. Mantuvo la ficción republicana en todo momento, de hecho la propaganda decía que había "restaurado la República", pero había certificado su defunción. Con él nació el Imperio.