jueves, 20 de agosto de 2009

El ladrón de meriendas, de Andrea Camilleri


Tercera entrega de la magistral serie del comisario Montalbano, que se desarrolla en un imaginario pueblo de Sicilia, Vigàta, pero refleja todos los tópicos de la vida en una pequeña ciudad italiana del sur. Camilleri construye un argumento muy sencillo, el asesinato de un señor mayor en un ascensor, junto a la muerte de un tunecino en un barco pesquero. Dos sucesos aparentemente independientes pero con una conexión, una tunecina llamada Karima que ha desaparecido. Montalbano se hace cargo de la investigación, además del hijo de la tunecina, con el que se encariña su novia Livia.

De nuevo, Camilleri usa los ingredientes perfectos para crear una trama que se lee con avidez, un lenguaje llano que no escatima en insultos ("no me toques los cojones, Cataré"), un ritmo que alterna lo ágil y lo pausado (las pausas normalmente relacionadas con el disfrute por parte de Montalbano de una buena comida en una buena trattoria), mucho humor e ironía (el inútil Catarella es insuperable dando los recados de las llamadas telefónicas; los celos de Montalbano hacia Augello me han provocado alguna que otra carcajada) y un reflejo de la realidad siciliana con mucha naturalidad ("hoy es todo normal, robos con el procedimiento del tirón y algunos tiroteos"). Los asesinatos en Sicilia no requieren de un análisis psicológico sesudo del asesino (esto no es la Europa nórdica), aquí se mata por venganza, celos o cosas más triviales.

Camilleri construye un mundo creíble y real, donde las miserias humanas están a la orden del día: la inmigración norteafricana en Italia es la de los pobres que buscan una vida mejor. Camilleri no podría imaginar, aunque seguro que lo intuía, que en la Italia actual, unos años después de su novela, los inmigrantes ilegales ya son considerados delincuentes.

La relación de Montalbano con Livia entra en una nueva fase, para Livia ya no es suficiente con verse de vez en cuando, quiere un compromiso y tener hijos. La vida personal de Montalbano empieza a transcurrir por un nuevo rumbo que asusta al comisario. Hay cosas que no cambian, siempre se las ingenia para no ser ascendido a jefe superior y seguir trabajando al pie del cañón, y yo que me alegro.

Camilleri ha tomado el testigo de su gran amigo Montalbán con su Carvalho, y lo ha hecho con éxito. Ha creado un comisario entrañable a la vez que inteligente y perspicaz, alguien que sabe de las debilidades humanas porque es tan normal como cualquier persona, y además es siciliano.

lunes, 17 de agosto de 2009

Meditaciones, de Marco Aurelio


Marco Annio Catilio Severo, más conocido como Marco Aurelio (121-180 d.C.), fue emperador de Roma entre el 161 y el 180 d.C. Ha sido considerado por la historiografía, ya desde la Antigüedad, como uno de los mejores emperadores de Roma, si no el mejor. Sucedió a un gran emperador como Antonino Pío, del que Marco Aurelio destaca su aequanimitas, y precedió a uno de los emperadores con peor fama, Cómodo, que fue objeto de una damnatio memoriae por parte del Senado debido a su gobierno despótico y tiránico. Con Cómodo acaba la dinastía Antoninia y comienza para muchos historiadores la crisis del Imperio. Nada que ver con su padre Marco Aurelio, el llamado emperador filósofo, aunque muy a su pesar pasó gran parte de su reinado defendiendo el limes de las incursiones bárbaras tanto en el Rin como en el Danubio.
Durante estas campañas militares, en la década del 170, ya con más de 50 años, escribió una serie de reflexiones filosóficas dirigidas a él mismo (soliloquios) que ha recibido el título de "Meditaciones", una obra cumbre de la literatura latina, un manual de vida que defiende los principios filosóficos del estoicismo, una de las corrientes filosóficas más extendidas durante la Antigüedad.
Es difícil reseñar un libro de estas características, sobre todo para mí, que no suelo leer mucha filosofía, pero reconozco que es una obra que siempre me ha llamado la atención y ya tenía ganas de leerla. Es verdad que puesto que se trata de un compendio de reflexiones que Marco Aurelio hace al final de su vida sobre la manera en la que un hombre debe vivir, es una lectura recomendable para la edad en la que podemos reflexionar sobre la vida y sobre lo vivido, y además es un libro que requiere muchas más lecturas pausadas y que probablemente la impresión que me ha causado no sea la misma que dentro de unos años. Me ha gustado el libro pero reconozco que es un libro que merece ser reflexionado en cada máxima y eso es algo que en estos tiempos de lecturas rápidas y consumo febril cuesta mucho hacer.
La edición que he leído es de la Biblioteca Clásica Gredos, y el libro viene estructurado en 12 libros o capítulos y es muy recomendable la introducción general que hace Carlos García Gual, catedrático de Filología Clásica y un gran conocedor de la novela histórica ambientada en la Antigüedad. En la introducción se cuentan anécdotas interesantes, como por ejemplo que la estatua de Marco Aurelio se conservó gracias a que los cristianos confundieron al emperador con Constantino, emperador de principios del siglo IV d.C. que convirtió el cristianismo en religión oficial en el 313 d.C.
Marco Aurelio no fue un filósofo pero sí un ferviente seguidor del estoicismo, una corriente filosófica que ensalzaba al hombre que se guiaba por la razón y que vivía conforme a la naturaleza, que era capaz de ser "inalterable, en los agudos dolores, en la pérdida de un hijo, en las enfermedades prolongadas", es decir, que podía controlar sus emociones y huir de los placeres terrenales.
Marco Aurelio destaca repetidamente la idea tantas veces expresada por los poetas antiguos del "tempus fugit", el tiempo pasa rápidamente, nuestras vidas son cortas y hay que vivir el presente, "porque sólo se nos puede privar del presente, puesto que éste sólo posees, y lo que uno no posee, no lo puede perder". "Todo es efímero, el recuerdo y el objeto recordado", "el tiempo es un río y una corriente impetuosa de acontecimientos. Apenas se deja ver cada cosa, es arrastrada; se presenta otra, y ésta también va a ser arrastrada".
Consciente de la brevedad de la vida, Marco Aurelio da también, para sí mismo, como para los demás, varios consejos para un correcto modelo de conducta: "abarca pocas actividades, si quieres mantener el buen humor"; "examina siempre las cosas humanas como efímeras y carentes de valor", así no tendrás apego a ellas cuando venga la muerte. El hombre debe ser capaz de "recibir sin orgullo, desprenderse sin apego".
La muerte debe ser soportada con dignidad, es el mismo fin para todos los hombres, los que murieron prematuramente como los que tuvieron larga vida y gran fama. "Es propio de un hombre dotado de razón comportarse ante la muerte no con hostilidad, ni con vehemencia, ni con orgullo, sino aguardarla como una más de las actividades naturales".
Un estoico debe poseer estas cualidades: "la integridad, la gravedad, la resistencia al esfuerzo, el desprecio a los placeres, la resignación ante el destino, la necesidad de pocas cosas, la benevolencia, la libertad, la sencillez, la austeridad, la magnanimidad".
Marco Aurelio cree en los dioses ("respecto a los dioses, por las mismas razones que compruebo su poder repetidas veces, por éstas constato que existen y los respeto") y en la Providencia, o si se quiere en el Destino, pero, ¿hay sitio para el azar? Sí, en un momento dado dice, "y, en suma, si hay Dios, todo va bien; si todo discurre por azar, no te dejes llevar también tú al azar". De nuevo, más adelante, dice: "respecto a los sucesos exteriores, piensa que suceden o bien por azar, o bien por una providencia, y no debes censurar al azar ni recriminar a la providencia".
Este manual de vida estoico, que preconiza el control de las emociones, el huir de los placeres, una vida austera y la aceptación de la muerte como algo natural, qué lejos está hoy día de lo que vemos en esta sociedad compulsivamente consumista, apegada a la vida y a los placeres. Sin embargo, no es Marco Aurelio como un "cristiano" de su época, en el sentido de rechazar esta vida de sufrimiento y esperar una vida futura mejor, no, Marco Aurelio también defiende el "carpe diem", pero considera que el hombre que vive según la naturaleza y racionalmente es aquel que controla sus instintos, sus debilidades y sus emociones. El estoico vive una vida plena y feliz siguiente su modelo de conducta, sabe que la vida es efímera, que lo que hacemos en vida algún día será olvidado, y que cuando le llega la muerte no se apena ni intenta aferrarse como pueda a la vida, sabe que es inevitable, así lo han dispuesto los dioses.
Una gran obra para meditar mucho después de leerla. Lo dicho, no soy gran lector de filosofía, pero también me hago preguntas, como ésta: ¿las cosas suceden por azar o porque viene determinado por una especie de Providencia?

sábado, 15 de agosto de 2009

La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina, de Stieg Larsson


Después de las expectativas tan buenas creadas por la primera entrega siempre está la duda sobre la calidad de "segundas partes". En este caso, en mi opinión, la segunda entrega de Stieg Larsson que lleva este título tan largo supera con mucho a la primera. Por varias razones, principalmente porque la trama de esta novela negra de más de 700 páginas es mucho más interesante que la anterior, que se había centrado más en Mikael Blomkvist y su investigación sobre Harriet Vanger. Aquí el argumento gira en torno a ese personaje que ya encandiló en el primer libro, la hacker Lisbeth Salander, puesto que es su turbulento pasado el que sale a la luz mediática tras un doble asesinato supuestamente cometido por ella.
Lisbeth Salander es una mujer fría, solitaria e inteligente que sigue odiando a los "hombres que odian a las mujeres", que los hay y muchos en la moderna sociedad sueca. Su comportamiento agresivo y su natural desconfianza hacia los hombres, incluido Mikael, tiene su origen en las experiencias traumáticas que vivió de niña.
De nuevo la novela comienza algo lenta, con una larga presentación, pero a partir de los asesinatos (el nudo), la novela adquiere ritmo y un interés que ya no te abandona hasta el desenlace final, aunque Larsson se guarda de dejar algunos cabos sueltos (Lisbeth ha tomado nota de algunos hombres...). Más de una noche me ha costado dejar el libro y apagar la luz, perfectamente podría leerse esta novela de un tirón en una fresca noche de verano.
Larsson no tiene ningún problema en dejar de vuelta y media a la prensa en general, denunciando la falta de escrúpulos de muchos periodistas, la búsqueda del titular morboso y la falta de ética de muchos de sus compañeros de trabajo. Tampoco queda bien parada la policía, que va dando palos de ciego durante toda la novela, siempre a remolque de los hechos. El autor deja claro que en una investigación criminal no siempre uno y uno suman dos, aunque sorprende que la policía sea tan poco espabilada y en cambio Mikael Blomkvist, como detective aficionado, sea más listo.
Está claro que Larsson se ha convertido en un referente de la novela negra actual, aunque de forma póstuma. Lo hace con unas herramientas muy sencillas: una trama interesante, con temas de actualidad que preocupan (el comercio sexual), unos personajes que encandilan (sobre todo Salander) y un estilo narrativo sencillo. La pena es que solo queda un último libro de este autor.
Hay cosas que en cambio no me han gustado mucho, como la aparición de expresiones en inglés, o sobre todo que Larsson no sea un admirador del gusto culinario del sur de Europa representado por Camilleri o Montalbán, que tan presente está en sus novelas. Para el autor sueco, la comida no es un motivo para charlar en torno a la mesa, para "parar" la novela, sino un incordio del que se deshace en pocas palabras con un repetido, cansino y poco apetitoso "café y sandwiches". Este menú aparece infinidad de veces en la novela. También echo de menos un poco de humor, inexistente en Larsson.
Pero bueno, a pesar de estas pequeñas pegas, el paladar no queda defraudado. Buena novela negra que se lee vorazmente.

miércoles, 12 de agosto de 2009

El escriba sentado, de Manuel Vázquez Montalbán


M. Vázquez Montalbán (1939-2003) va ser un dels escriptors més prolífics, compromesos i polifacètics que ha tingut aquest país en els últims cinquanta anys. Va escriure poesia, assaig, novel·la, i va treballar com a periodista, crític, etc. Conegut sobretot per les seves novel·les policíaques protagonitzades pel detectiu Pepe Carvalho, va destacar en tots els camps que va tractar. Vázquez Montalbán es definia a ell mateix com a “periodista, novel·lista, poeta, assagista, prologuista, humorista, crític, gastrònom, culé i prolífic en general”. Al llarg de la seva carrera va rebre diversos guardons i premis entre els que destaquem: el Planeta (1979), el Nacional de Narrativa (1991), el Premi Europeu de Literatura (1992), el Premio de la Crítica, i el Premio Nacional de las Letras Españolas (1995).

El escriba sentado, és un assaig on l’autor expressa una sèrie de reflexions a propòsit del treball d’escriptor en relació amb el temps històric. Aquestes reflexions no sols les realitza sobre l’escriptura, sinó també sobre l’ofici de llegir, ja que escriptura i lectura s’interrelacionen constantment. Aquesta selecció de notes va anar acumulant-les Vázquez Montalbán al llarg de trenta anys, i encara que amb el temps rellegís als autors dels que tracta i hagués canviat la seua percepció d’aquests o de les seves obres, no va modificar els escrits que donà per bons en altre temps.

Els autors que tracta són gairebé un recorregut pels noms no sols més destacats de la literatura del s. XIX i XX, sinó també dels que més van influir i enriquir la seva formació com a lector i escriptor. Així podem veure capítols dedicats exclusivament a autors com Pío Baroja, Josep Pla, Josep Mª de Sagarra, Juan Marsé o Eduardo Mendoza, així com altres en els quals encara que l’escriptor predominant siga un (Dostoievski, Orwell, Sciascia, etc.), tracta també d’altres autors contemporanis a aquests.

Aquest assaig no sols és una visió molt personal de Vázquez Montalbán sobre diversos i clàssics de la literatura contemporània, sinó que a més trobem una profundització en el moment històric on aquests escriptors realitzen les seves obres. També podem veure com aquests llibres es desenvolupen i influeixen en la societat que els veu nàixer. Es tracta d’un treball interessant on podem trobar el més destacat d’aquests últims dos segles de literatura a tots els nivells, no sols novel·la, sinó també poesia i assaig. I sobretot ens ajuda a reflexionar que un escriptor i la seva obra són producte en part, del seu temps però sobretot de les seves vivències.

martes, 4 de agosto de 2009

La batalla de Madrid, de Jorge M. Reverte


Jorge Martínez Reverte (Madrid, 1948) es un periodista y escritor español autor de una trilogía sobre la Guerra Civil Española (La Batalla del Ebro -2003-, La Batalla de Madrid -2004-, La caída de Cataluña -2006-, éste último Premio Internacional Terenci Moix al mejor ensayo de 2006), a la que se ha añadido hace poco otro trabajo historiográfico muy interesante, El arte de matar. Cómo se hizo la Guerra Civil Española, que espero leer cuando acabe la trilogía.
En su día me leí La Batalla del Ebro, un relato apasionante sobre el último esfuerzo del ejército popular de la República por ganar la guerra, lo recomiendo vivamente. Con ese buen recuerdo he leído La Batalla de Madrid con una emoción que no me ha abandonado a lo largo de este gran ensayo.
No defrauda en ningún momento Jorge M. Reverte, al contrario, el relato engancha desde la primera página porque además de ser un estudio riguroso desde el punto de vista histórico de la batalla, está tan bien escrito que en ningún momento se hacen pesadas las 576 páginas del libro. Recomiendo, como hace el autor, no leer los partes franquistas y republicanos que aparecen al final de cada capítulo, son invenciones que no aportan nada sustancial al relato.
El libro se divide en capítulos como días dura la batalla, desde finales de septiembre de 1936 hasta enero de 1937, cuando se considera que Madrid ha resistido los envites franquistas y el frente se estabiliza definitivamente.
Hay tantas cosas por comentar que es probable que me deje muchas en el tintero pero así de pronto me viene la sensación de rabia por esa "política de no intervención" impuesta por los conservadores británicos que tiene atada de pies y manos a Francia, que mira para otro lado cuando hay pruebas más que evidentes de la ayuda italiana y alemana, y que considera que la ayuda de la URSS a la República es más peligrosa que la victoria de Franco, que simpatiza con Mussolini y Hitler.
Madrid tiene el honor de ser la primera ciudad bombardeada durante una guerra (después le seguirán otras durante la Segunda Guerra Mundial), no solo intentando destruir objetivos militares sino como quiere Franco, para despertar terror en la población civil.
A pesar de que la reacción de los milicianos anarquistas al principio de la sublevación evitó el triunfo de ésta en toda España, ante la práctica desarticulación del ejército republicano, después, cuando de verdad comienza la guerra, los anarquistas se convierten en un verdadero quebradero de cabeza para la República: no quieren encuadrarse en el nuevo ejército popular, crean cárceles clandestinas (checas) no controladas por el gobierno, controlan las carreteras y fusilan indiscriminadamente a todo sospechoso de ser fascista. Incluso están detrás, junto a las JSU de Santiago Carrillo, que dirige la cartera de Orden Público en Madrid, de las sacas entre el 6 de noviembre y principios de diciembre de presos "fascistas y elementos peligrosos" que serán fusilados en Paracuellos, hasta un total de 2 mil aproximadamente, para evitar que si cae Madrid, engrosen las filas de Franco. Si Carrillo no está detrás de esta decisión, que es tomada por la CNT de Madrid, sí que parece ser conocedor de los hechos. Los militares republicanos encargados de defender la capital, en cambio, se enteran mucho más tarde. Por cierto, Carrillo se encargará de disolver las cárceles clandestinas que pueblan Madrid, las temidas checas, de las que los fascistas que entran no vuelven a salir. De todas formas, no todo es blanco o negro, el anarquista Melchor Rodríguez, mientras ostenta el cargo de Director General de Prisiones, se encargará de acabar con las "sacas" y se distinguirá por su trato humanitario hacia los presos.
Este terror "rojo", que las autoridades de la República tratarán de ir haciendo desaparecer, y que tanto alarma a la comunidad internacional, se practica también en la zona franquista contra intelectuales, maestros, socialistas, comunistas, republicanos, nacionalistas, etc. El terror "blanco" será ejercido sobre todo por los falangistas.
A quienes temen sobre todo los soldados republicanos es a las tropas sublevadas que vienen de África, a los legionarios y sobre todo a los temibles moros, ansiosos de matar "infieles", de violar, de saquear. Son extremadamente crueles y los republicanos saben que más vale no caer prisionero de los moros.
Dos héroes principales se erigen en la heroica defensa de Madrid, el general Miaja, considerado por los políticos un incompetente, que demuestra una capacidad organizativa y un pundonor admirable, y el coronel Vicente Rojo, uno de los pocos que se salva por su inteligencia y capacidad de mando en el ejército republicano, tan escaso de oficiales con experiencia. Otros también destacarán en la batalla de Madrid, Enrique Líster, Buenaventura Durruti (que morirá en Madrid), etc. Todos ellos defenderán un Madrid con uñas y dientes que el gobierno de Largo Caballero abandonó a la carrera en septiembre pensando que no aguantaría y sin dar instrucciones de ningún tipo sobre la defensa de la ciudad, que el general Miaja y su Junta de Defensa asumirán con pocas esperanzas al principio. Hay una anécdota muy ilustrativa sobre la estampida del gobierno hacia Valencia que en Madrid huele a "traición" entre los comunistas y los anarquistas: desde Valencia llega una carta al general Miaja por parte de Largo Caballero, no con órdenes para la defenda de la ciudad sino con la petición de que se envíe urgentemente a Valencia la vajilla y mantelería propiedad del gobierno. Miaja necesita urgentemente municiones, hombres, víveres, etc. y Largo Caballero le pide la vajilla. Así le fue a la República.
En cambio, en el lado sublevado, Franco impone el mando único en lo militar y lo político, al controlar no solo a los demás generales sino a los voluntarios falangistas y requetés, y además tiene el apoyo de las tropas italianas, los aviones alemanes, el petróleo de la Texaco norteamericana y lo mejor del ejército español, los legionarios y los regulares que estaban en África.
Madrid no fue la tumba del fascismo pero sí la demostración de que la República ya no era defendida por columnas de voluntarios anárquicos, con mucho coraje pero poca preparación, sino por un incipiente ejército popular que con su resistencia hará que se disipe la pronta victoria que ansía Franco y comience una larga guerra de desgaste.
Jorge M. Reverte ha escrito una gran obra. Es un tema, el de la Guerra Civil Española, que me encanta, pero cuando te lo cuentan de una manera tan magistral, el gozo es inmenso.