martes, 1 de julio de 2014

Llamada para el muerto, de John Le Carré

Llamada para el muerto (1961) fue la primera novela de espías escrita por John Le Carré, pero también la primera de la serie Smiley, es decir, protagonizada por el inteligente agente de contraespionaje del Foreign Office británico (que desde que vi la película El Topo, no hago más que identificar con la cara de Gary Oldman).
George Smiley se presenta a los lectores como un agente gris del Servicio Secreto, solitario, conocedor de la literatura alemana del siglo XVII, concienzudo, perspicaz y poco amigo de la adulación. Prefiere destacar por el trabajo bien hecho, no por otras cuestiones. Formado como espía durante la Segunda Guerra Mundial, donde fue enviado a la universidad de Dresde para reclutar agentes para el servicio británico, muestra una dilatada experiencia que lo convierte en un activo muy valioso. Sin embargo, algo parece haber ido mal en su última y rutinaria tarea, ya que después de entrevistar a un funcionario del Servicio Secreto con supuestos antecedentes comunistas, éste, Samuel Fennan, se suicida aparentemente. La investigación del caso recae en Smiley puesto que de alguna manera él parece el culpable de esta muerte, provocando incluso su dimisión. Sin embargo, pronto descubre pistas que le llevan a cuestionar el suicidio y a destapar una trama orquestada por los espías de la Alemania Oriental para conseguir documentos secretos británicos.
Aquí Smiley es el centro sobre el que gira toda la novela, aunque recibe la inestimable ayuda del policía Mendel, mientras que los espías alemanes aparecen algo más desdibujados (Dieter; o el escurridizo Mundt, que tendrá un papel principal en El espía que surgió del frío). Y es un personaje fascinante porque es la antítesis de un Bond: Smiley es inteligente, culto y reservado, más cercano a lo que pudo ser un espía de la Guerra Fría.
John Le Carré sorprendió por su buen hacer con esta primera novela y rápidamente enganchó a millones de lectores con sus novelas de espías, y sobre todo con un personaje superlativo como Smiley, aunque no le gusten los elogios.
No es una novela excesivamente pretenciosa pero Le Carré apuntaba buenas maneras, un estilo narrativo absolutamente absorbente que después puliría y unos personajes con carisma y atractivos; a esto le sumamos la maestría para crear tramas y saber transmitir el mundo del espionaje. Nos sale un género y un autor verdaderamente imprescindible que conviene leer con deleite.

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