domingo, 19 de agosto de 2012

Un mundo feliz, de Aldous Huxley

¿Y si viviéramos en un mundo en el que todos los seres humanos son inducidos a ser felices por el Estado, de manera que no conocen el sufrimiento, las enfermedades, la vejez o las guerras? Es más, no existe la religión ni los prejuicios morales que ésta impone, y en consecuencia, las personas gozan de la libertad sexual que una civilización sometida a las "leyes" de las religiones condenaría. Si viviéramos en este mundo civilizado en el que para conseguir la felicidad ha habido que eliminar el arte, la historia, la ciencia, la cultura, la filosofía; y para tener estabilidad social se ha prescindido de la libertad ¿seríamos felices? Qué importan los medios cuando el fin es alcanzar lo que en nuestra civilización ahora es imposible, como pensaría Maquiavelo.
Aldous Huxley (1894-1963) imaginó en 1932 un mundo así y su novela Un mundo feliz pasó a la posteridad como una de las obras clave de la ciencia ficción realizadas en el pasado siglo. Una obra visionaria como pocas, que imagina un escenario futurista muy pesimista como luego haría Orwell en 1984. Habría que preguntarse porque todos los futuros imaginados son tan poco atractivos (esto me recuerda a Blade Runner).
Aldous Huxley fue un escritor británico emigrado a los Estados Unidos, un auténtico intelectual que se interesó por la ciencia, la literatura, el arte, la psicología, el misticismo, un divulgador incansable que escribió varias novelas y ensayos, viajó por el mundo dando conferencias, experimentó con las drogas por interés meramente intelectual y criticó fuertemente el orden social establecido. Murió de cáncer el mismo día que asesinaron a Kennedy, mientras le susurraban al oído el Libro Tibetano de los Muertos.
En una civilización futura en el que las mujeres ya no tienen hijos porque toman anticonceptivos y los seres humanos se "fabrican" en laboratorios donde se incuban miles de embriones que luego serán divididos en un rígido sistema de castas ("el principio de la producción en masa aplicado, por fin, a la biología"), de la superior Alfa (la más inteligente y con los cuerpos "neumáticos") a la inferior Epsilon (inculta, fea y destinada a los peores trabajos), un individuo Alfa llamado Bernard Marx se siente diferente al resto y recibe cierto rechazo de sus iguales. Parece infeliz en un mundo en el que todos son felices, ya sea porque la hipnopedia (un moderno sistema de propaganda basado en la repetición constante de mensajes mientras los niños duermen) o el soma (una droga que intensifica la felicidad de las personas y las mantiene tranquilas, y que todos reciben después de la jornada de trabajo) han conseguido lo que en una dictadura habría que hacerse con ejército, policía secreta, continuas purgas y represión. El condicionamiento psicológico ha conseguido lo que un sistema dictatorial perfecto (¿o una democracia encubierta?) desea: "que la gente ame su inevitable destino social". O que odien los libros... De hecho todos los libros (salvo los oficiales) publicados antes del año 150 d.F. (después de Ford, el divinizado líder) fueron suprimidos.
Cuando Bernard Marx realiza un viaje a México acompañado de la "neumática" Lenina a visitar una reserva de "salvajes", gente no civilizada que sigue las antiguas costumbres, se trae de vuelta a John, un salvaje atraído por ese mundo civilizado que su madre Linda le relataba alentando su interés por conocerlo. Sin embargo el choque cultural será muy fuerte para John (que ha leído clandestinamente las obras completas de Shakespeare): se convierte en un atractivo turístico que todos quieren conocer y queda profundamente decepcionado al saber que en este mundo no hay sitio para las pasiones, la religión, el sufrimiento o el amor.
Pero quién quiere cristianismo cuando hay soma ("el cristianismo sin lágrimas"), una droga mucho más eficaz; quién quiere sufrimiento, miedo a la muerte o pasiones violentas, todo eso desestabiliza la sociedad, crea conflictos y los conflictos provocan guerras. Evitemos todo eso reduciendo el tiempo para pensar libremente, creemos actividades colectivas que después del trabajo (también colectivo), mantengan constantemente ocupadas a las personas, rompamos los tabúes sexuales (la monogamia) y hagamos que las personas puedan copular libremente con quien quieran, no hay padres ni madres, ni maridos ni esposas, no hay más lazos que los que unen a los individuos en su deseo de ser felices desde que Ford (el reverenciado líder del que sabemos que lanzó al mercado su primer Modelo "T", es decir, el Henry Ford fabricante de coches), instaurara las nuevas reglas de la civilización: maquinismo, consumo en masa, roles sociales fijados desde el nacimiento. Vamos, un capitalismo perfecto con una nueva religión llamada consumismo que adora no una cruz sino una T.
Bernard Marx y su amigo Helmsholtz Watson, los más críticos con el sistema serán "purgados", enviados a una isla con otros individuos purgados, demasiado peligrosos por ser más conscientes del mundo en el que viven que el resto de la comunidad. Así, su individualidad crítica no contagiará a la masa. 
Para el salvaje John, en cambio, las personas necesitan creer en un Dios, deben saber lo que es el amor (cuando Lenina sienta una pasión violenta hacia John, éste la llamará "zorra" y "ramera"), la familia, la enfermedad, el sufrimiento, aquello que nos hace humanos. Siguiendo el mito del "buen salvaje", no comprenderá esta civilización y la acabará aborreciendo, intentando retirarse en soledad y vivir de otra manera, pero quién puede escapar de un mundo feliz porque quiere reclamar el derecho a ser desgraciado.
¿Sería posible crear una civilización con estas características que describe Huxley sabiendo que probablemente estaríamos ante una dictadura en la que la Propaganda ha conseguido su objetivo principal: controlar a las masas? Mucho nos recuerda esta novela visionaria a lo que sucedería en la Alemania nazi de Adolf Hitler, o en general a las ideologías extremistas, fascismo y comunismo, que requieren de un control absoluto de la población a todos los niveles, para perpetuarse. Ya lo decía Goebbels, el ministro de Propaganda nazi (y cuántas veces he recordado su frase leyendo esta novela): "Una mentira contada mil veces se convierte en una verdad". Aunque Goebbels se quedó corto ya que, en palabras de Bernard Marx, un especialista en hipnopedia, "sesenta y dos mil cuatrocientas repeticiones crean una verdad".
En 1932, cuando el mundo soportaba los durísimos efectos de la Gran Depresión, Alemania tenía 6 millones de parados que ansiaban que un líder populista prometiera un "mundo feliz" para ellos, y allí estaba Hitler, que ganó las dos elecciones celebradas ese año y que en enero de 1933 se convertía en canciller de Alemania. Antes del crack de 1929, sin embargo, su partido no conseguía imponerse en las sucesivas elecciones, e incluso se veía superado por los comunistas.
Uno de los controladores de ese mundo feliz llega a decir: "la verdad es una amenaza, y la ciencia un peligro público"; "todo cambio constituye una amenaza para la estabilidad". Sin embargo, una reflexión de este dirigente, Mustafá Mond, me ha gustado: "nosotros no sufrimos pérdida alguna que debamos compensar; por tanto, el sentimiento religioso resulta superfluo".
En definitiva, estamos ante una visión pesimista del futuro, pero también una crítica feroz del presente, el de 1932 y el de ahora, el del capitalismo consumista que genera esa sensación de felicidad irreal. Malos tiempos son los que corren para ser pesimista, como los fueron los años 30. Entonces, una guerra mundial, la Segunda, sacó al mundo de la recesión económica y comenzó una nueva era de bienestar. ¿Hacia dónde vamos ahora? ¿Llegará el hombre a ser feliz? ¿A qué precio?

2 comentarios:

  1. ¡Enhorabuena por la reseña! Interesantísima. Ya me habían hablado de este libro y parece que es realmente imprescindible. Aunque no sepa contestar a ninguna de tus preguntas finales, me gustaría comentarte que recientemente he terminado "Sábado por la noche y domingo por la mañana" y parece que no vamos hacía ningún lugar nuevo, sino que da la impresión de que estamos, en cierta medida, en los años después de la II Guerra Mundial que el autor describe en su crónica. Saludos.

    ResponderEliminar
  2. Me gustó mucho este libro, y sobre todo me impactó el primer capítulo en el que se describe como se fabrican los seres humanos. Junto a 1984 de Orwell, me parece imprescindible.
    Saludos.

    ResponderEliminar