sábado, 15 de agosto de 2009

La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina, de Stieg Larsson


Después de las expectativas tan buenas creadas por la primera entrega siempre está la duda sobre la calidad de "segundas partes". En este caso, en mi opinión, la segunda entrega de Stieg Larsson que lleva este título tan largo supera con mucho a la primera. Por varias razones, principalmente porque la trama de esta novela negra de más de 700 páginas es mucho más interesante que la anterior, que se había centrado más en Mikael Blomkvist y su investigación sobre Harriet Vanger. Aquí el argumento gira en torno a ese personaje que ya encandiló en el primer libro, la hacker Lisbeth Salander, puesto que es su turbulento pasado el que sale a la luz mediática tras un doble asesinato supuestamente cometido por ella.
Lisbeth Salander es una mujer fría, solitaria e inteligente que sigue odiando a los "hombres que odian a las mujeres", que los hay y muchos en la moderna sociedad sueca. Su comportamiento agresivo y su natural desconfianza hacia los hombres, incluido Mikael, tiene su origen en las experiencias traumáticas que vivió de niña.
De nuevo la novela comienza algo lenta, con una larga presentación, pero a partir de los asesinatos (el nudo), la novela adquiere ritmo y un interés que ya no te abandona hasta el desenlace final, aunque Larsson se guarda de dejar algunos cabos sueltos (Lisbeth ha tomado nota de algunos hombres...). Más de una noche me ha costado dejar el libro y apagar la luz, perfectamente podría leerse esta novela de un tirón en una fresca noche de verano.
Larsson no tiene ningún problema en dejar de vuelta y media a la prensa en general, denunciando la falta de escrúpulos de muchos periodistas, la búsqueda del titular morboso y la falta de ética de muchos de sus compañeros de trabajo. Tampoco queda bien parada la policía, que va dando palos de ciego durante toda la novela, siempre a remolque de los hechos. El autor deja claro que en una investigación criminal no siempre uno y uno suman dos, aunque sorprende que la policía sea tan poco espabilada y en cambio Mikael Blomkvist, como detective aficionado, sea más listo.
Está claro que Larsson se ha convertido en un referente de la novela negra actual, aunque de forma póstuma. Lo hace con unas herramientas muy sencillas: una trama interesante, con temas de actualidad que preocupan (el comercio sexual), unos personajes que encandilan (sobre todo Salander) y un estilo narrativo sencillo. La pena es que solo queda un último libro de este autor.
Hay cosas que en cambio no me han gustado mucho, como la aparición de expresiones en inglés, o sobre todo que Larsson no sea un admirador del gusto culinario del sur de Europa representado por Camilleri o Montalbán, que tan presente está en sus novelas. Para el autor sueco, la comida no es un motivo para charlar en torno a la mesa, para "parar" la novela, sino un incordio del que se deshace en pocas palabras con un repetido, cansino y poco apetitoso "café y sandwiches". Este menú aparece infinidad de veces en la novela. También echo de menos un poco de humor, inexistente en Larsson.
Pero bueno, a pesar de estas pequeñas pegas, el paladar no queda defraudado. Buena novela negra que se lee vorazmente.

1 comentario:

  1. Realmente es una gran novela y como bien dices, lástima que solamente quede una más. De la novela me gustan tanto la trama como los personajes, y el hecho de que el autor no se detenga en detalles como los menús u otro tipo de elementos secundarios no me parece que desmerezca en absoluto la novela. De hecho, me parecería incluso un poco fuera de lugar, pues en el tipo de narrativa que hace Larsson en esta saga creo que no hay cabida para este tipo de detalles. Se trata de una novela que, a mi modo de ver, da una sensación de frialdad, y la descripción de por ejemplo una comilona rompería un poco ese ambiente, cosa que no hace el sandwich, que incluso refuerza más esta sensación.
    En resumen, 100% recomendable.

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