martes, 21 de enero de 2014

El espía que surgió del frío, de John Le Carré

Con tantos autores que uno tiene como tarea pendiente de leer, y siendo como soy lector asiduo de novela negra y espionaje (no tanto como quisiera), me parecía un error imperdonable que el gran John Le Carré no tuviera su reseña en este blog, y ya va siendo hora de enmendar la plana.
David Cornwell (Poole, Inglaterra, 1931), su nombre original, es ya un escritor octogenario que continúa ostentando, con permiso de Forsyth, el título de rey de la novela de espionaje. Comenzó su andadura literaria cuando el espionaje vivía su época dorada, durante la Guerra Fría, y trabajó para el British Foreign Service, por tanto era cuestión de tiempo que aprovechara sus conocimientos para crear verdaderas obras maestras como la que he tenido el placer de disfrutar: El espía que surgió del frío (1963).
No es su primera novela, sino la tercera, pero es la que se convierte en un best-seller, hasta el punto de que deja su trabajo y se dedica a la escritura con el nombre ficticio con el que había comenzado a publicar en 1961, John le Carré. Destacan las novelas protagonizadas por George Smiley, algunas son de las primeras, como Llamada para el muerto (1961) o Asesinato de calidad (1962). Smiley trabaja en el Departamento de Contraespionaje (recomiendo fervientemente la reciente película titulada El topo, basada en la novela de 1974, en la que Gary Oldman borda a Smiley), aunque en esta novela tiene una aparición fugaz.
Sin embargo, John Le Carré no pierde la inspiración cuando acaba la Guerra Fría, al contrario, actualiza los temas y sigue poniendo el dedo en la llaga: la desintegración de la Unión Soviética (La Casa Rusia), política estadounidense en Centroamérica (El sastre de Panamá), chanchullos de las grandes farmacéuticas (El jardinero fiel), etc. Su obra literaria es tan ingente que sería pesado relacionar aquí todos sus títulos, pero cada uno de ellos rezuma calidad y compromiso.
Centrándonos en esta novela, la edición que he leído contiene una introducción de Carlos Pujol que he encontrado magnífica, desde su análisis histórico sobre las novelas de espionaje hasta la forma de desentrañar la importancia de esta novela. De hecho, no puedo resistirme a citar sus palabras cuando compara el perfil bondiano de los espías imaginados por Ian Fleming, con el que comienza a hacer John Le Carré: “El espía que surgió del frío es como una deliberada inversión de los recursos novelescos de Fleming; en vez de lo excepcional y vistoso, lo vulgar y anodino; en vez de la brillantez ambiental, un decorado sucio y deprimente; en vez de la deportiva exaltación del eterno triunfador, el cansancio desengañado y la derrota íntima del que sabe que perderá; en vez de la fanfarria del erotismo, un amor triste y patético entre dos almas solitarias; en vez del espía-espectáculo, la anatomía moral de un hombre del oficio; en vez del colorido suntuoso, una atmósfera perennemente agrisada.”
El protagonista de la historia es un espía británico, Alec Leamas, un antihéroe que ha visto como en su último destino, la dirección del espionaje en Berlín, ha acabado fracasando e intuye que cuando vuelva a Londres le darán pasaporte. Es un hombre sin ilusiones que tiene que cumplir sin embargo una última misión, acabar con el jefe del espionaje de Alemania Oriental. Sin embargo, poco a poco va descubriendo la realidad, que no es otra cosa que un mundo demasiado cruel donde los espías son solo peones individuales que pueden ser sacrificados por el bien de la colectividad, y esto es aplicable tanto para el sistema comunista como para el capitalista, puesto que John Le Carré no posiciona a Leamas en ninguno de los dos bandos, aunque juegue en uno de ellos, es un espía no ideologizado que piensa que los dos sistemas son dos caras de la misma moneda.
Lo mejor de la trama es hacer creer al lector lo que no es, y en esto Le Carré lo borda. Más allá de la “moral” de los servicios de inteligencia, denunciada aquí, el autor juega al juego del espionaje con nosotros y lo hace de maravilla.

En el arte de engañar, los lectores debemos ser también engañados, eso hace más atractiva la historia, ¿no les parece?

martes, 14 de enero de 2014

El evangelio según Jesucristo, de José Saramago

José Saramago (1922-2010), el escritor portugués Nobel de Literatura en 1998 no es de los que deja indiferente con sus libros, cada una de sus obras nos invita a la reflexión sobre los temas centrales del hombre: la religión, la muerte, la maldad, etc. Y lo hace siempre con un estilo narrativo singular en la construcción de los diálogos y en el uso preciso de la palabra.
Cuando escribió en 1991 El Evangelio según Jesucristo, la historia novelada de la vida de Jesús de Nazaret, no desde la perspectiva dogmática de la Biblia, sino desde una visión más abierta y humanista, los sectores católicos más ultraconservadores se sintieron ofendidos y tacharon el libro de una blasfemia (¿en tiempos de la Inquisición Saramago habría sido quemado en la hoguera por los fanáticos del dogmatismo?).
Lo cierto es que la historia de la vida de Jesús desde su concepción, a saber, obra exclusiva de José y María (“la carne de él penetró en la carne de ella, creadas una y otra para eso mismo”), es contada con sencillez y muchísima ironía: nace en Belén, es circuncidado como todo judío al nacer (por cierto que Saramago nos dice que su prepucio se puede ver en una parroquia italiana “para edificación de creyentes empedernidos y disfrute de incrédulos curiosos”); Jesús es el primogénito de una familia numerosa a la que abandona temporalmente tras la muerte de su padre (crucificado por ser considerado un rebelde zelote), pasa cuatro años cuidando de un rebaño de ovejas  junto a un enigmático hombre conocido como Pastor, que no es otro que el Diablo, que intenta enseñar a Jesús la dualidad de las cosas en la vida: “no me gustaría verme en la piel de un dios que al mismo tiempo guía la mano del puñal asesino y ofrece el cuello que va a ser cortado”; conoce al amor de su vida, la prostituta María de Magdala, quien le enseñará a amar a una mujer en todos los sentidos: “Aprende, aprende mi cuerpo”. Es esta parte del relato la más poética, Jesús describe el cuerpo de María Magdalena: “tus dos senos son como dos hijos gemelos de una gacela”. Luego llega la etapa de los “milagros”: la abundancia de peces en el Mar de Galilea cuando Jesús acompaña a los pescadores, las curaciones de enfermos supuestamente incurables (cura a Lázaro aunque no lo resucita cuando muere), la multiplicación de los panes y los peces, etc.
Dedica Saramago a sus primeros años gran parte del libro, pasando con velocidad sin embargo por los episodios más conocidos de su vida a partir del prendimiento. Porque es en esos años jóvenes donde Saramago quiere ver a un Jesús dolido por las circunstancias de su nacimiento y los remordimientos de su padre, incomprendido por su familia, atormentado por la soledad, estigmatizado porque sobrevivió a una matanza de 25 niños inocentes en Belén porque así lo quiso Dios.
Y es con Dios con quien Saramago ajusta cuentas: su crueldad en la matanza de inocentes, el desprecio a las mujeres, y claro está su desprecio al Hombre, al que utiliza para obtener la adoración eterna. La conversación entre Dios, Jesús y el Diablo en la barca es para mí una parte sublime de la novela: en ella Dios, ante el silencio cómplice del Diablo (a los dos les favorece mucho el plan), explica a Jesús cuál es el propósito de su vida, a saber, ser el cordero que será sacrificado para que Dios no solo sea adorado por un pequeño pueblo, el judío, sino por todos los habitantes del mundo, que puestos a tener fieles, mejor a lo grande. Y además su muerte debe ser dolorosa, como mártir, “para que la actitud de los creyentes se haga más fácilmente sensible”. Y por no mantener en la ignorancia de los hechos futuros que provocará este sacrificio, Dios enumera a Jesús, de forma alfabética, todos aquellos que morirán cruelmente defendiendo a Cristo, y mucho más adelante, los que morirán por dudar de Cristo, las Cruzadas, las guerras de religión, etc., etc. Y sentencia Dios: “el hombre es lo mejor que le ha podido ocurrir a los dioses”.
Y dijo Dios: “Este Bien que yo soy no existiría sin ese Mal que tú eres… si el Diablo no vive como Diablo, Dios no vive como Dios, la muerte de uno sería la muerte del otro”.
No hay mejor instrumento literario que la ironía para luchar contra los dogmatismos religiosos.


miércoles, 8 de enero de 2014

Paraules per a Gaeta, de Cesk Freixas


“Gaeta és un carrer. Una mà, una idea, un dubte, una ciutat. Gaeta és el que vulguis que sigui. És decidir. És un terrat abans que marxi el sol, i dir alt que no volem morir. Gaeta és l’espai de temps que encara no hem viscut. El record, la memòria i el temps. I la calor que arriba per despullar-nos de la pena i el verí. Això és Gaeta. Per recordar-nos que prosseguim amb l’impossible.
Que lluny que se’t veu, i que a prop ens quedes”
Cesk Freixas (St. Pere de Riudebitlles, 1984) cantautor català que acaba de celebrar el seu 10è aniversari damunt els escenaris, ens ofereix com un present el seu primer llibre Paraules per a Gaeta. Mitjançant relats curts escrits com a prosa poètica ens endinsa dins un univers molt personal al temps que social i geogràfic.
Paraules per a Gaeta –llibre editat per Tigre de Paper, una cooperativa editorial catalana- son 150 textos escrits amb delicadesa i sentiment. Per a aquells que hem llegit a Eduardo Galeano el format que ha fet servir C. Freixas per a presentar-nos el seu primer llibre a més de suggeridor ens ha resultat familiar. A través d’aquests relats podem respirar d’una banda dignitat, llibertat, lluita, d’una altra injustícies, però també ens ofereix amb les seues paraules l’oportunitat de passejar pel territori i endinsar-nos en ell i la gent que l’habita, en els seus somnis i il·lusions, l’amor, les decisions,... Cal no oblidar a més a més, els textos de caire íntim i personal plens de tendresa i sensualitat.
Freixas ens convida a reflexionar sobre els fets senzills, aquells que ens omplen de vida i que sovint no sempre valorem. L’autor ens incita a assaborir les paraules lentament i gaudir d’elles en qualsevol lloc i moment. I això és el que he fet, llegir i en moltes ocasions rellegir mentalment frases que m’agradaria conservar en el record, anècdotes o vivències de poetes tan estimats com M. Hernández, M. Martí i Pol o M. Torres. També de reconeguts autors de versos, textos o cançons tan essencials i fonamentals com Estellés, Fuster o el gran Ovidi.


Compartir des de la distància geogràfica aquesta mirada compromesa, aquest univers polític i social, aquesta estima al territori ha estat un descobriment molt plaent i emotiu, especialment en un relat amb el qual em sent especialment identificada Del Pinós a Maó. Aquest esguard intens i tendre que surt des de ben dins cap a les persones i coses que Freixas s’estima mostra de manera transparent una convicció que compartisc completament “la vida es viu cap endavant” tal i com ell diu a Dies horitzontals.