lunes, 30 de agosto de 2010

El asedio, de Arturo Pérez-Reverte


Pese a leer casi todo lo que este magnífico escritor ha creado, curiosamente desde que empecé con este blog no había reseñado nada de Arturo Pérez-Reverte (Cartagena, 1951). Ahora relleno ese hueco. Un blog literario no podía olvidarse de uno de los escritores más prestigiosos y afamados de las letras castellanas. Buena parte de su obra podría encuadrarse en el género de la novela histórica de época moderna o contemporánea (la saga de Alatriste es sin duda una de las joyas de la literatura contemporánea), en el que es ya un auténtico experto. "El asedio" (2010) cierra una trilogía (junto con "Cabo Trafalgar" y "Un día de cólera") dedicada a uno de los períodos más interesantes de la historia de España, el de la guerra contra Inglaterra, la guerra de independencia (1808-1814), la revolución liberal, la Constitución de Cádiz, etc. Un momento clave en el que la historia de España podría haber sido distinta de lo que finalmente fue. Este conjunto de novelas constituyen la visión particular de Pérez-Reverte de los momentos clave (o no tanto) de ese período: la derrota de Trafalgar, el 2 de mayo, el asedio de Cádiz. Es su homenaje a aquellos que, sin saberlo, estuvieron en los episodios que después otros, como Benito Pérez Galdós, han convertido en símbolos de la historia reciente de España.
El asedio es una novela magnífica. No por lo que tiene de encuadre histórico (estamos en 1811, durante el asedio francés a la ciudad en la que las Cortes están "pariendo" la Constitución, la "Pepa"), en eso Reverte no deja muchos cabos sueltos, sino porque a veces lo más difícil es hacer que los personajes sean creíbles, que nosotros como lectores sintamos que efectivamente esas personas pensaban y actuaban así y que no podía ser de otra manera. Eso es tan difícil de conseguir que muchas novelas históricas fracasan porque rebosan erudición pero no tienen alma.
Cádiz como escenario, como un tablero de ajedrez, comparación a la que el escritor recurre constantemente, reúne a diferentes tipos de personajes que se entrelazan para crear un círculo que se cierra al final de forma casi perfecta (lo de casi lo digo porque el final es tiene puntos amargos). El comisario Rogelio Tizón, corrupto, pero no más que muchos de su época, acostumbrado a las viejas maneras de hacer las cosas, obsesionado con un asesino que mata mujeres jóvenes en sincronía con las bombas francesas que caen sobre la ciudad. Un juego macabro de difícil solución para el comisario que le lleva a estar perdido sin ninguna pista a la que agarrarse mas que conjeturas. Al otro lado de la bahía, un artillero francés, Simón Desfosseux, perfeccionista, también con su propia obsesión: conseguir que las bombas lleguen lo más lejos posible y que exploten. Su problema son las distancias, los ángulos, el viento, y todo aquello que pueda influir en el alcance del proyectil. Sin saberlo, también se verá envuelto en la trama criminal. Por otro lado, el taxidermista Gregorio Fumagal, espía para los franceses porque Francia significa la libertad y el fin de los males que aquejan a España, la ociosa aristocracia y el pérfido clero.
Por otro lado, el mundo del comerico marítimo, a la que Cádiz debe su prosperidad, lo representa Lolita Palma, una joven solterona que lleva con inteligencia y prudencia el negocio heredado de su padre. Su mundo se altera cuando se encuentra con el capitán Pepe Lobo, que trabajará para ella como corsario al mando de la balandra Culebra. Es Pepe Lobo un personaje muy "revertiano", si se me permite el calificativo. Un marino por obligación, solitario, hastiado de tantas cosas, poco dado a la chulería y el pavoneo de muchos militares españoles, que frecuentan las tabernas de Cádiz pero que no asoman la cabeza donde hay disparos. Es un hombre valiente con un punto de héroe cansado y lleno de amargura, que no duda en arriesgar su vida donde es casi imposible salvarla, alguien que se viste por los pies, como le gusta a Pérez-Reverte.
Otros personajes secundarios (Hipólito Barrull, Felipe Mojarra, Ricardo Maraña, etc.) completan un cuadro en el que Cádiz es testigo de muchos cambios políticos y económicos que están por venir, y que harán que después de la guerra España quede sumida en la pobreza, la ruina y el atraso.
Esta novela compedia historia, misterio, crónica social y política de una época señalada en los libros, y deja una sensación de que a veces no necesitamos a franceses o ingleses para "jodernos" a nosotros mismos. Los españoles somos así, la cagamos cuando luchamos y nos dejamos la sangre por un rey ignorante y traicionero (Fernando VII) que lo único que quería era volver al obsoleto absolutismo.
No faltan, para ir acabando, algunas de las perlas que Reverte suele dedicar a franceses o a nuestros "aliados" ingleses en la guerra. Esto dice uno de los españoles de los arrogantes ingleses:
"Acosando a la Regencia y a las Cortes para que levanten todas las restricciones a su libre comercio con América. Buscando su avío, como suelen, y fieles a su política de no consentir nunca un buen gobierno en ningún lugar de Europa..."
Magistral. De todas formas, hay para todos: los españoles son unos indisciplinados, aunque se baten con crueldad cuando hace falta ("Es que nadie se pone de acuerdo y cada uno va por su lado"); en lo político dice: "con Constitución o sin ella, el español seguirá siendo un cautivo degradado, desprovisto de alma, razón y virtud, a quien sus inhumanos carceleros jamás permiten ver la luz".
Por último, el comisario, a las puertas de una nueva época, reflexiona para sus adentros:
"Rogelio Tizón... sabe que con franceses o sin ellos, con reyes absolutos, con soberanía nacional o con Pepa la cantaora sentada en San Felipe Neri, cualquiera que mande en España, como en todas partes, seguirá necesitando cárceles y policías".

jueves, 12 de agosto de 2010

Trece salvas de honor, de Patrick O'Brian


La entrega número trece de las aventuras de Aubrey y Maturin se titula "Trece salvas de honor" (1989), y es una novela con muchos de los ingredientes de anteriores libros pero con algunas diferencias. Me explico. Los lugares comunes siguen estando presentes: la minuciosa descripción de la vida en un barco de guerra de la Armada inglesa durante las guerras napoleónicas, que incluye una utilización exhaustiva de términos marinos, como no podía ser de otra forma, aunque reconozco que después de 13 entregas todavía me resulta difícil (o muy difícil) identificar los diferentes tipos de velas, los palos, las cuerdas, etc., etc., que las juanetes y las sobrejuanetes sé que son velas pequeñas que se encuentran en la parte alta del velamen del barco, pero poco más. De todas formas, la culpa es mía, porque cada libro incluye un glosario de términos marinos y alguna vez le he echado una ojeada. Como ya dije en una anterior reseña, es muy útil conocer las partes de un barco para entender mejor la vida marinera pero creo que no es imprescindible. Me encantan estas novelas de las guerras napoleónicas ambientadas en el mar pero no por ello se exige ser un experto marino para disfrutar de ellas.
Los otros ingredientes indispensables son esa fascinación de Maturin por conocer fauna y flora de los lugares que descubre, habitual entre los naturalistas de finales del XVIII y del XIX, y por otro lado los episodios de espionaje que jalonan esta entrega.
En este libro, Aubrey es rehabilitado como capitán de la Armada y recibe inmediatamente una misión: llevar en la Diane (abandona momentáneamente su querida Surprise), un barco francés que él mismo había capturado, una misión diplomática para negociar con el sultán de Pulo Prabang, en Malasia, un contrato comercial con la Compañía de Indias. También los franceses por su parte intentan lo mismo, y entre la misión francesa van dos espías de nacionalidad inglesa que trabajan para los franceses, y a los que Maturin odia especialmente. El viaje a Malasia ocupa buena parte de la novela aunque son los capítulos finales los más interesantes: los movimientos diplomáticos para convencer al sultán, las reuniones entre Maturin y el naturalista holandés Van Buren, con el que diseccionará algún que otro bazo (humano), la excursión de Maturin al templo de Kumai y el descubrimiento de animales que le fascinan, especialmente el orangután; la sutil manera de trabajar de Maturin, un nacionalista irlandés, el mejor cirujano de la Armada, un espía accidental, un defensor de la independencia de Cataluña respecto a Castilla, mi personaje favorito, sin duda alguna; la consecución del tratado comercial, que engrandece la arrogancia del diplómatico inglés, Fox, y que dificulta las relaciones con Maturin y Aubrey.
No hay batallas navales en esta novela, pero tampoco hacen falta porque lo importante es adentrarse en el mundo de los barcos de guerra, en la fascinación por descubrir nuevos animales y nuevas plantas, en definitiva, por la aventura de viajar y explorar nuevos territorios. Es verdad que las intenciones de los ingleses no son simplemente de un interés naturalista y científico, lo que les mueve en aquellas aguas es el comercio, es una suerte de imperialismo comercial que todavía no ha evolucionado a la siguiente fase, el imperialismo territorial de finales del siglo XIX, ahora lo único que interesa es establecer relaciones comerciales preferenciales, más adelante se buscará la conquista territorial.
Lo que me gusta de O'Brian es que ni todos los franceses son villanos ni los ingleses son unas hermanitas de la caridad, en la guerra no todo es blanco o negro, y es Maturin quien siempre sabe distinguir el color gris de las cosas.
El final es sorprendente porque es difícil ver a Aubrey en verdaderos apuros pero cuando la Diane se adentra en aguas de las que no se tienen cartas marinas, puede pasar lo que pasa...
Como siempre una delicia de novela, qué pena que vayan quedando ya menos entregas (unas siete).